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martes, 19 marzo, 2024
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■ Alba de Papel

Danza y docencia: el círculo de vida de Armando Correa

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Por: ALMA RITA DIAZ CONTRERAS •

Para muchos, el folclore pareciera un tiempo de juego, una ilusión vibrante que da felicidad a quienes participan en él, pero para el oferente es un meticuloso trabajo de investigación y de apuesta coreográfica por mantener la dignidad de la danza que surge de la memoria colectiva, y por más de 50 años, el maestro Armando Correa González, el gran divo del espectáculo, ha defendido esta creencia.

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De rasgos finos y figura grácil, elegante y pausado para hablar, amante de la escritura, de la poesía, del diseño de alta costura, con formación pedagógica para la enseñanza y un elevado nivel de exigencia por la calidad en cualquiera de sus dominios, Correa González nació en enero de 1950, en la Calle de las Flores del vergel jerezano, rodeado de malvas, naranjos y jacarandas, y supo, desde pequeño, que lo suyo era la danza: el baile, la confección de vestuario, la investigación, el diseño coreográfico, la enseñanza y la preservación de lo propio, desde su mirada, siempre exquisita y particular.

Bailarín reconocido dentro de la estela trazada por Amalia Hernández, con ahínco fundó, hace 45 años, el Instituto Superior de Educación Artística “Calmécac”, espacio destinado a la formación de profesores, bailarines y coreógrafos de alto nivel, con una clara identificación con la creatividad, que constituye uno de los ejes fundamentales de la Institución que encabeza.

Infatigable en la defensa de lo propio, nunca quiso salir de su terruño, no obstante, es miembro fundador de la Asociación Nacional de Coreógrafos Folcloristas de México; cofundador de la Corporación de Maestros y Bailarines de Danza Folclórica, y ha viajado a distintos lugares del mundo como embajador del baile folclórico, a través de la Compañía de Danza Folclórica “Calmécac”, que también fundó hace 25 años.

Un amor profundo por México, Zacatecas y Jerez, volcado en su escuela, en sus alumnos, en sus bailes, con un extensísimo vestuario de trajes diseñados por él, que, quizá, no tenga competencia en cuanto a cantidad y belleza del patrimonio en vestuario que posee, y que le ha permitido cubrir más de 700 presentaciones, bajo el formato impecable de la danza como espectáculo, es decir, más allá de lo tradicional, con el refinamiento necesario para seducir al espectador.

Preocupado por el rescate, defensa y divulgación de personajes y manifestaciones locales, que deben retornar a la memoria y al orgullo de lo local, su trabajo artístico se ha caracterizado por armar producciones que intentan recuperar el valor simbólico de lo propio, tales como “Zacatecas, alma de plata”, “América por la paz y la hermandad”, y recientemente, dentro del Festival Cultural de este año, en abril pasado, presentó “Homenaje a Tomás Méndez Sosa”, una serie de estampas con los temas inolvidables del compositor fresnillense (1926-1995), cuyas letras tienen reconocimiento mundial y en Zacatecas, sabiéndolo, son vistas con desinterés.

Un esfuerzo plausible del maestro Correa González, decano de la danza en la Entidad, quien también ha sido algunas veces ignorado, siendo una pieza fundamental del patrimonio vivo de Zacatecas, un artífice de la pintura en movimiento, del cascabeleo juguetón del sonido, de aquello que llamamos folclore y que representa lo que el pueblo siente y ha vivido.

La danza es una expresión muy rica en el Estado, ha sido un trabajo compartido de preservación y difusión de grandes maestros todavía vivos, insertados en distintos municipios que, con dedicación y penurias, luchan por mantener viva la tradición del folclore orientado a los bailes y danzas que forman parte de la cultura popular, la única fuente posible que asegura nuestra identidad de lo zacatecano.

Larga vida al maestro del espectáculo dancístico, Armando Correa González, con cariño y reconocimiento.

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