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viernes, 3 mayo, 2024
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Del Día de Muertos, las cosechas y de cuando uno ya no es tan joven

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Por: JÁNEA ESTRADA LAZARÍN •

Editorial Gualdreño 596

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Este año no habrá buena cosecha, no llovió cuando se esperaba y las heladas nos tomaron por sorpresa. Cuentan que ya nuestros antepasados recordaban durante esta temporada a sus difuntos, justo cuando recogían los frutos que había dado la tierra, y es por eso que desde antes de que llegaran los españoles se celebraba ya la tradición de honrar a los muertos en estos días; con el paso del tiempo se modificó al punto de fijar el 2 de noviembre como la fecha oficial en que las almas de los que han fallecido regresan a la tierra; haya o no haya cosecha, los muertos regresan.

En Zacatecas la forma de celebrar el Día de Muertos ha ido cambiando, debido quizá a que, gracias al internet, hemos conocido otras formas tradicionales de honrar estos días en distintos lugares de nuestro país. La primera vez que supe que a los difuntos se les honraba con altares fue en Río Grande a finales de la década de los 80; aquí en la ciudad capital esta tradición se fue poco a poco adoptando de otras comunidades al punto de que ya la consideramos como nuestra. Las tradiciones se adoptan y se inventan también y mientras la comunidad participe y las haga suyas entonces se van haciendo parte de las celebraciones cotidianas; en este sentido considero que los altares, el adorno de las fachadas y los desfiles en Zacatecas han sido un gran acierto porque por lo menos en estas fechas -haya cosecha o no- la gente participa y se une en torno a creencias en común.

No sé si a usted le pase, pero a mí esto de la muerte como que ya me está preocupando, como que ya no le veo tan lejana como cuando era niña y pensaba “la gente muere”; cuando uno tiene menos de 35 años ve hasta cierto punto lejana la posibilidad de morir, pero cuando uno rebasa esa edad entonces llega la certeza de que “joven-joven lo que se dice joven” ya no se es, aunque nos sintamos de 18 todavía. Luego, cuando tiene uno más de 40, aunque digamos que estamos “en la flor de la vida” empiezan las cosas a rechinar. Ni hablar. Y ya ni decir cuando rebasamos el medio siglo; caray, las visitas al médico comienzan a hacerse más constantes, y somos afortunados si son sólo las de “mantenimiento general”; empezamos a usar lentes, a tomar vitaminas, y a procurar  bajarle al desorden. Ni hablar también.

Llega también el momento en que la gente que muere ya no es tan lejana y ahí es cuando las cosas se ponen tristes, porque “los grandes de edad”, los viejos, pues, ya no son tan lejanos a nosotros y empieza poco a poco a caernos el veinte de que hemos vivido más de la mitad de lo que nos toca estar aquí. Con la pandemia se agravó todo este panorama y entonces vimos que no sólo los ancianos se iban, sino que más gente de nuestra generación o cercana a ella se ha ido marchando también. La frase de la canción “en qué quedamos pelona, me llevas o no me llevas” ya no se canta igual desde entonces, y prefiere uno a veces no cantarla, no vaya siendo que nos tome la palabra.

Creo que me di cuenta de que mi relación con la muerte ya no era la misma -casi ajena- cuando supe que, hace dos años Juan Luis -mi compañero del kínder- murió de un infarto a media calle y yo me quedé muda sin poder atinar a despedirlo. Luego, Chayo murió a menos de una semana de haber comenzado a sentirse mal; al poco tiempo Quetín falleció de tristeza, y yo apenas doy crédito de su partida. Édgar dijo sentirse cansado en abril, fue al médico, la siguiente semana lo operaron y dos meses después estábamos ya en su misa de cuerpecito presente: en ocho semanas vi cómo se preparó para partir como quien organiza un viaje largo y hoy parece que lo veo diciéndome: “Calma, que de prisa vamos”. Los nombres que aquí he dado puede usted sustituirlos por los que le sean familiares, porque de seguro también tiene a quién recordar durante estos días.  Como diría Tomás Méndez, “Viene la muerte luciendo mil llamativos colores”, y mientras nos encuentra, sólo espero que nos halle felices levantando la cosecha de lo que hemos sembrado en esta maravillosa vida.

Que disfrute su lectura.

 

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