Hoy, al finalizar el día terminara el mandato para el que fue electo el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) e inicia el sexenio de la primera mujer electa para ser la titular del poder ejecutivo federal: Claudia Sheimbaum Pardo. Mañana martes 1 de octubre a partir de las 11 horas en el palacio legislativo de San Lázaro, rendirá su protesta de ley la nueva presidenta ante el Congreso de la Unión y emitirá su primer mensaje a la nación representada por los diputados y senadores electos, como ella, el pasado primero de junio. Ese será el primer evento formal del segundo gobierno conquistado mediante el voto por las izquierdas mexicanas, y ella se mostrará como la primera presidenta formada en las luchas de los movimientos estudiantiles y partidos de ese signo ideológico en el medio siglo más reciente y, sobre todo, será una digna representante y continuadora de la 4ª transformación impulsada por el presidente AMLO y su gobierno. La presidenta Claudia tiene muy claro el proceso político del que ha surgido, así como el contenido de la etapa que le corresponde liderar y, sobre todo, está muy consciente de las altas expectativas que su elección ha despertado en una gran proporción del pueblo mexicano, sobre todo, en lo que se refiere al desarrollo del legado de AMLO.
El evento protocolario de toma de posesión de la nueva presidenta también será la oportunidad para exponer su visión del actual contexto internacional, en virtud de que estarán presentes decenas de representantes de países con los que México mantiene relaciones diplomáticas. Es muy seguro que refrendará ante ellos los principios constitucionales que orientarán la política exterior y las conductas de los diplomáticos mexicanos: Fracción X del artículo 89 constitucional: “En la conducción de tal política exterior, el titular del Poder Ejecutivo observará los siguientes principios normativos: la autodeterminación de los pueblos; la no intervención; la solución pacífica de controversias; la proscripción de la amenaza o el uso de la fuerza en las relaciones internacionales; la igualdad jurídica de los Estados; la cooperación internacional para el desarrollo y la lucha por la paz y la seguridad internacionales”.
La presidenta sabe muy bien que su discurso debe despejar todas las dudas sobre su compromiso con el fortalecimiento del estado de derecho y el papel que en ello tiene la independencia real de los juzgadores y la garantía de justicia efectiva, pronta y expedita para todos los mexicanos, y que ese es el propósito de la reciente reforma al poder judicial, aprobada por el constituyente permanente con fundamento en el artículo 39 constitucional: “La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste. El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno.”
También es muy importante que la presidenta haga un firme llamado a los jueces, magistrados y ministros a reanudar sus labores ajustandose al estado de derecho, reiterando que la reforma aprobada y publicada en el Diario Oficial no perjudica a los trabajadores de base del poder judicial, y de que pronto impulsará las reformas correspondientes a la función de procuración de justicia y a las defensorías.
La inseguridad y la violencia son parte importante de las preocupaciones de la sociedad y, afortunadamente, la presidenta Claudia tiene mucho que aportar para convencer de su capacidad para lograr resultados muy pronto. Durante los debates de la campaña habló de su experiencia en la Ciudad de México y fue muy convincente y seguramente también lo será el próximo martes.
Otro asunto que no debe quedar al margen del discurso de la presidenta es el funcionamiento anómalo del sistema de medios de comunicación concesionados, que han venido sustituyendo a los partidos de oposición en demerito de su obligación de informar con objetividad y de propiciar el debate de altura con la participación de la pluralidad existente en la sociedad mexicana; deben tener siempre presente que la democracia se debilita cuando se excluye a actores importantes de esa pluralidad. Ese es un tema fundamental de la reforma electoral pendiente, así como para la reglamentación necesaria para Facebook, X, Instagram y otras redes sociales.
