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sábado, 25 enero, 2025
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Camino Tierra Adentro, de Jorge Ismael Rodríguez

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Por: LUIS RIUS CASO* •

La Gualdra 646 / Exposiciones / Arte

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Camino tierra adentro es el título que enuncia un proyecto de Jorge Ismael Rodríguez que conecta a la Ciudad de México con Querétaro, San Luis Potosí y Zacatecas, la tierra de los ancestros y la tierra elegida por Jorge Ismael para “ser de ahí”. Es el viaje a la semilla, el viaje del eterno retorno, siempre insuficiente, siempre necesitado de reconfiguraciones emocionales y simbólicas. 

No es Pedro Páramo: la memoria de Jorge Ismael es feliz y permeable a las memorias de sus mayores. Es él y es también “el otro/ el otro de mi sangre y de mi nombre” (diría el gran escritor sobre su abuelo Borges), que perdió el terruño en la Revolución y que ganó, en cambio, la razón de ser de la tierra y la comarca.

Ser de tierra adentro. Ser como las personas que la habitan. Sentir y estar en el mundo de manera similar: “yo soy un ranchero”, suele decir Jorge Ismael. Trazar un camino y un recorrido. Tan importante éste como la meta: Zacatecas es la Ítaca de Constantino Kavafis; el final de un largo camino marcado por el aprendizaje y la plenitud. 

Pero a diferencia de Kavafis, quien, de manera similar a Giorgio de Chirico, busca en Ítaca el origen de la cultura occidental, el centro del mundo, Jorge Ismael busca su origen en la periferia, en el lugar apartado del centro que determina, justamente, su excentricidad. Desde ahí perfila su historia o, mejor dicho, su microhistoria. 

Camino Tierra Adentro, de Jorge Ismael Rodríguez
Camino Tierra Adentro, de Jorge Ismael Rodríguez

Ser excéntrico, en el caso de este artista, es asumir un riesgo que a la vez deviene cualidad: estar y no estar en la narrativa perfilada desde el centro; estar en las orillas que relativizan la legitimidad del centro. Es una estrategia que permite entrar y salir; ser de la contemporaneidad, pero sin la grandilocuencia y las limitaciones del discurso homogeneizante; ser de Japón, Madrid, Nueva York, claro, ser un artista global, pero ser -repito- sobre todo, un artista marcado por la verdad de la tierra y la comarca. 

Llegar a la contemporaneidad desde un camino propio, más largo y pleno que el de no pocos fundadores, a veces entrando de puntitas, sin hacer ruido; otras, abandonando la sala con la aburrición de que la película no empieza. Gran estrategia, no necesariamente planeada por el artista: el centro, para no borrarse, siempre se alimentará de lo que reconoce, pero no tiene; de lo que ha dejado fuera y ofrece nuevos sueños y esperanzas.  

En los relatos de sus vivencias en Zacatecas, Jorge Ismael brinda indicios que perfilan su trayectoria, consumada en diversos foros mexicanos e internacionales. Ahora, en su camino tierra adentro, el artista ofrece objetos propiciatorios que marcan el regreso: flores de obsidiana que laten, lajas de la misma piedra que conforman un círculo que sostiene en el centro un prisma vertical, obras que combinan la monumentalidad pesada del bulto con la ligereza y la movilidad del péndulo en posición cenital; ritmos pendulares que establecen tres horizontes diferenciados pero ubicados en la misma ruta visual y simbólica. 

Estos magníficos objetos propiciadores confirman, con su contundencia, el afortunado viaje de ida y vuelta de este artista que me recuerda versos de un poeta que celebró ser de tierra adentro: 

Roja simiente aventada
en la llanura, al azar, el corazón grana, eterno,
la eterna flor de esperar.
Tierra adentro, compañera, me encontrarás.
Tierra y cielo. El alma sabe
su camino y su cantar

 

Jorge Ismael Rodríguez
Jorge Ismael Rodríguez

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