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sábado, 20 abril, 2024
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Dichosos los invitados al desayuno del señor

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Por: LUCÍA MEDINA SUÁREZ DEL REAL •

Por su prestigio, por los galardones obtenidos, y hasta por sus numerosas relaciones personales y profesionales a lo largo y ancho del país, el asesinato de Javier Valdez Cárdenas se convirtió en la gota que derramó el vaso del hartazgo en el gremio periodístico azotado por la violencia en los últimos años.

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Por primera vez, al menos con fuerza suficiente para unir a distintos medios de comunicación, los periodistas han dicho un BASTA YA.

Casi 70 medios extranjeros y 186 periodistas corresponsales condenaron el asesinato de Javier Valdez y publicaron una carta abierta de solidaridad con sus pares mexicanos que frecuentemente los ayudan en la realización de su labor. Entre los firmantes están comunicadores de The New York Times, Al Jazeera, El País, The Guardian, Le Monde, Reuters, etcétera.

A nivel nacional, Artículo 19, Aristegui Noticias, Animal Político, FNPI – Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano, Amnistía Internacional, la Cátedra Miguel Ángel Granados Chapa y otras tantas instituciones, organizaciones y medios de comunicación están haciendo un llamado a realizar mesas de análisis que ayuden a definir qué es necesario hacer para la protección de periodistas y cómo se organizará el gremio para que se haga.

Acorralado por las circunstancias, Enrique Peña Nieto anunció tres medidas para la protección de periodistas, entre las que están el fortalecimiento de la estructura y el presupuesto del mecanismo diseñado para tales fines, así como la implementación en cada estado de unidades para la protección de periodistas.

Es en ese contexto, que el gobernador del estado llamó a un diálogo con periodistas con la intención de escuchar sus reclamos, y ver la situación en la que desarrollan su trabajo. ¿El problema? Que sólo invitaron a unos cuantos supuestamente  con el criterio de ser los de la fuente, es decir, los que cubren los eventos del mandatario y tienen contacto constante con él y su equipo.

Nadie invitó a Margarito Juárez cuya casa fue rafagueada hace algunos años y su automóvil fue incendiado, tampoco a Alfredo Valadez quien no hace mucho denunció públicamente el daño a su vehículo y expresamente pidió ser incluido según da cuenta el periódico La Jornada.

Pareciera que el gobernador quiso salir a conocer una favela pero la pintaron antes de que pasara por ahí.

Sin demérito de la labor de los periodistas invitados, nadie puede negar que son –incluso dentro de sus medios -quienes tienen condiciones más favorables para realizar su trabajo, pues a pesar de las jornadas extensas, y el recorrido de largas distancias, normalmente cuentan con transporte a cargo del gobierno, en ocasiones con alimentos, y la mayoría de las veces las notas que les piden en sus respectivos medios son cómodas y halagadoras para sus fuentes.

Dada la selección, el gobernador no pudo escuchar cómo se advierte a fotógrafos de no tomar a ciertos personajes o deberán atenerse a las consecuencias; tampoco supo que hay encargados de comunicación social que pueden hacer esperar a los reporteros de medios pequeños hasta tres meses por una entrevista, o de las amenazas veladas en tono chacotero cuando las grabadoras se apagan. Tampoco escuchó de los funcionarios que reprochan a la reportera el aumento de peso, o el que esquiva responder con insultos intelectualoides.

Aunque el mandatario escuchó que la mayoría de los trabajadores de los medios de comunicación laboran en la informalidad, le faltó escuchar a quienes viven con el temor de perder su casa porque el jefe está descontando la cuota del Infonavit pero no la entrega a esa institución.

Tal vez no se enteró que pretextando el famoso recorte a la publicidad oficial, algunos medios disminuyeron casi un cuarto del salario a los trabajadores, y otros tantos despidieron sin pagar la liquidación de ley, y peor aún, mintiendo para hacer que los empleados siguieran trabajando gratuitamente el mayor tiempo posible en una demostración de miseria humana que ni en los carteles más violentos se encuentra.

Es posible que el gobernador no se haya percatado de que el estupor que generó entre sus colegas la cifra que una reportera mencionó como su salario mensual se debía a lo alto del mismo en comparación con el promedio, y no -como en caso del asombro del mandatario- a que fuera demasiado bajo.

Con su selectiva invitación que dejó fuera incluso a medios prácticamente unipersonales, no se enteró de cómo viven los reporteros de la nota roja tratando de hacer migas con ministeriales para que les permitan hacer su trabajo; como los de sociales tienen que regresar en las madrugadas a sus casas, o como quienes tienen que salir a municipios con frecuencia lo hacen en sus propios vehículos y a veces no les pagan ni siquiera la gasolina.

Negándose a conocer la realidad sin filtros, el gobernador se perdió la oportunidad de escuchar la voz de quienes lo escuchan a él y a los zacatecanos, todos los días. La pérdida es para él, y no para quienes no fueron palomeados.

Cero y van dos. Ya antes con sus lineamientos para la publicidad oficial había desperdiciado la oportunidad de garantizar derechos y condiciones de trabajo para quienes laboran en los medios de comunicación, y lejos de eso prefirió convertirse el pretexto ideal para las tropelías. Entonces perdió él, y perdimos todos.

Toca ahora al periodista tomar conciencia de que la respuesta no vendrá por ese lado, sino por la organización y por el cumplimiento del deber de hacer el mejor periodismo que hasta ahora se ha hecho. n

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