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jueves, 28 marzo, 2024
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Comportamiento social durante el confinamiento (parte I)

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Por: MANUEL ESPARTACO GÓMEZ GARCÍA •

La sociedad orwelliana 1984 era consciente de que
estaba siendo dominada; hoy no tenemos ni
esa consciencia de dominación.
Byung-Chul Han

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Al tiempo que en EUA la IP, lanza un cohete espacial tripulado, el BANXICO anuncia la peor recesión desde 1932 para México. Claro, la pandemia le pegó al globo y ninguna economía está exenta de obstáculos, pero en la medida de la respuesta, durante y después de la crisis, quizás está la solución para salir primero del atolladero.

Esta introducción la hago a razón de hacer una comparación de cómo reaccionaron los países, sus gobiernos y sus sociedades ante la pandemia y el confinamiento que implicó, y que este a su vez también dejó consecuencias tales como ansiedad, miedo, incertidumbre, compulsiones, angustia, violencia y en algunos casos, lecciones espirituales y de vida. en general, me genera interés cómo se comportó la gente, en que se le fue el tiempo en el confinamiento, que aprendió, o dónde se estancó. Vaya experimento social sin intención, el que se le presentó al mundo para un análisis detallado, lejano a la conmiseración.

El confinamiento vivido bien se podría comparar con un retiro espiritual, y quiero acotar desde ahora, que, por diversas razones, no todos tuvieron la posibilidad de enfrentar la cuarentena en casa; las condiciones que padecimos quienes sí la vivimos en el encierro prácticamente total, nos despojó de lo material y nos volvió a lo básico, a las actividades primitivas que el hombre desarrollaba para sobrevivir. Bien pudiésemos comparar la caza con la odisea de salir del hogar a hacer el mandado portando los incómodos accesorios de la indumentaria que el protocolo de salud obligaba. Teníamos reloj, pero el tiempo ya no era un referente, teníamos un coche por modesto que fuera, o una bicicleta afuera de casa, pero no la utilizábamos, algunos afortunados tenían ahorros en sus cuentas bancarias, pero no los utilizaban para comparar nada mas allá de lo indispensable, teníamos algunos un predio, una propiedad, un cuarto humilde tal vez en algún rincón de la geografía estatal o nacional y no la visitábamos. Más allá de dormir, comer y trabajar en casa no pasaba mucho. Los bienes materiales nos importaban poco, por la incertidumbre de no tener la seguridad de nada, pero al mismo tiempo nos preguntábamos que sería de nosotros sin nuestro ingreso producto de nuestro empleo. Lo teníamos todo, pero no nos servía de nada.

Tengo la impresión de que la generación a la que pertenezco y que según Wikipedia se llama Millennials y comprende a los nacidos entre los años 1981 y 2000, fuimos a quienes en occidente más resentimos el confinamiento. Nuestros padres, crecieron en una época en la que la tecnología era poca, los movimientos sociales eran cosa de todos los días y la represión de las libertades de igual manera, vamos, no eran parte de la aldea global que hoy es el mundo ni tenían tan despierto el descarnado deseo de lo material. Y por otro lado, la generación de nuestros hijos o los hijos de los Millennials, crecieron mamando tecnología, la tienen ya nacidos, al alcance de un clic y no entienden el mundo sin ella; ellos no tuvieron la oportunidad de jugar en la calle al futbol, con dos piedras como portería y un balón en mal estado en las épicas batallas contra el barrio vecino, tampoco se identifican mucho con los paseos por la bella ciudad de nosotros los Zacatecas, no han comido un helado en la alameda o tomado una malteada en la acrópolis, son pocos los recuerdos que tienen de los portales y su vida social se desarrolla en reuniones en casas de compañeros de la escuela y bien pueden sobrevivir sin ellas, si tienen un módem de buena velocidad y un teléfono inteligente en casa. Ellos, desde mi punto de vista, son los que menos sufrieron el encierro, porque, dicho sea de paso, una de las muchas bondades que tiene la niñez y la adolescencia, es la carencia de responsabilidades. en ellos no cabe la duda existencial económica. Pero sí evidencian una cosa, son vulnerables ante la presión. Déjenme ser un tanto crítico, el estrés que les causa la escuela en modalidad virtual no es ni cercanamente similar a la presión de un joven de secundaria o de preparatoria de los años 90s, que sin internet pasaba horas y horas investigando en bibliotecas públicas y en enciclopedias de muchos volúmenes, sin embargo, más que crítica, insisto, es un análisis del comportamiento social en el experimento accidental del confinamiento del 2020, a causa del COVID19.
Continuará…

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