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sábado, 20 abril, 2024
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Muerte trágica de Norma Lizbeth: ¿qué le pasa a México?

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Por: Mauro González Luna •

Cuando alguien pregunta a otro, a un amigo, ¿qué te pasa?, ¿qué tienes?, es por regla que capta en la mirada, en el rostro, en el gesto, en la actitud corporal del otro, que algo no está bien, que algo está mal. Y al preguntar, el que interroga frunce el ceño en señal instintiva de desconcierto.

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Y, más que para corroborar lo que evidencia el rostro atribulado del otro, se pregunta, ¿qué te pasa?, para expresar conmiseración, solidaridad; para saber de la razón que subyace al gesto, a la mirada.

Dicha forma de preguntar, en general, no se formula cuando uno ve desbordante alegría en el rostro, en la actitud del otro. En tales casos, se pregunta, ¿por qué tanta alegría? Y el rostro de quien pregunta se dilata en una especie de contagio instantáneo. La pregunta tal es fugaz y no busca ahondar con la respuesta del feliz amigo, mujer o varón.

Pero déjame amable lector, ir al grano de este artículo. Norma Lizbeth Ramos Pérez, una niña mexicana de 14 años, murió el pasado 13 de marzo a causa, presumiblemente, de golpes en la cabeza propinados de manera inmisericorde, el 21 de febrero de 2023, por una compañera de clase durante una pelea, muy desigual, en calle aledaña a una escuela secundaria de San Juan Teotihuacán, México.

La pelea fue grabada por compañeros que circundaban a Norma y a su compañera. Se hizo viral el vídeo en que se ve a ésta asestar un golpe en la cabeza de Norma con una piedra grande. Se publicó la fotografía donde aparece Norma, arrodillada con la cabeza abatida ante su compañera victimaria quien, de pie, la humilla con sadismo tirando de sus cabellos. Los compañeros, espectadores, celebraron burlonamente la golpiza, pues no se limitó la victimaria a un golpe, sino a muchos. Nadie la defendió.

Tal fotografía indigna al que la mira, causa repulsión y una tristeza que no se puede describir, pues son dos niñas, una indefensa, derrotada ante la fuerza de la otra en actitud altanera, todopoderosa. Escena terrible que podría ser pintada por un nuevo Munch para que no se repita nunca.

Pelea muy desigual porque, según información pública aparecida a raíz de conocido el hecho trágico, la victimaria utilizó una piedra y una especie de manopla para agredir, cuando Norma, solamente sus manos. La victimaria había retado a Norma a esa su última y letal pelea.

Norma era víctima de continuo acoso escolar por su color de piel. Las autoridades de la escuela no hicieron nada al respecto. El resultado: la muerte trágica de una niña que quería ser enfermera. Un escándalo que a los pocos días se ha olvidado porque la violencia, el odio, el sadismo, la cobardía, la indiferencia, la frivolidad, el egoísmo, son ya connaturales en muchas partes del mundo, en el México de hoy por desgracia.

No es un hecho aislado el de Norma; proyecta un estado colectivo de conducta patológica. No es ya la anomia o falta de normas solidarias posibilitadoras de cohesión social, descrita por el genio sociológico de Durkheim, en mi modesta opinión.

La anomia vista por ese gran sociólogo no resultó ser una etapa transitoria de la modernidad, se trasmutó en cosa peor. Es la presencia de simulacros de normas específicas cuya finalidad es trastocar la solidaridad, la cohesión social misma, mediante el fomento de odio, división, ideologías de género destructoras del orden natural, lucha facciosa entre ricos y pobres, blancos y negros, ataque frontal a la familia tradicional y sus valores, apología del criminal aborto voluntario, violencia y fuerza en los medios masivos y en las redes sociales. Es la contrafigura grotesca y atroz de normas solidarias. Esta dolencia de gravísimas consecuencias se palpa, como antes decíamos, en el mundo actual.

En el caso de Norma lo que clama al Cielo es la manera brutal y humillante en que fue golpeada por otra «compañera» de clase, de la misma edad; es la actitud imperdonable y cómplice de los espectadores, hombres y mujeres, todavía niños; es la irresponsabilidad de las autoridades de la escuela esa y de los médicos que inicialmente la revisaron.

La tragedia de Norma y sus circunstancias son una reproducción de esa conducta patológica colectiva, cuyo nombre, insisto, no es anomia, sino algo peor, indefinible por ahora. ¿Qué le pasa a México en el rostro humillado, golpeado, de Norma? ¿Qué tiene México al ver arrodillada e indefensa a Norma ante su verdugo, ante su compañera?

La salida a mediano y largo plazos es la formación de la niñez y juventud mediante la «paideía», la educación transmisora de valores trascendentes que comienza en la familia tradicional y se continúa en la escuela responsable. Educación esa hoy en bancarrota por regla, en todos los sentidos. Y por lo que se anuncia sobre la escuela pública, no solamente hoy la quiebra, sino mañana y pasado mañana, a menos que México se cure de esa dolencia trágica.

Dedico este artículo a la memoria de Norma Lizbeth Ramos Pérez, quien, con toda certeza, como otra víctima de la historia, es amparada por la ternura de Cristo en el Cielo, de Cristo, la víctima por antonomasia, pero ya victorioso y resucitado a la derecha del Padre. Descanse en paz Norma Lizbeth.

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