13.9 C
Zacatecas
sábado, 20 abril, 2024
spot_img

La farsa está en otro lado: Zócalo lleno

Más Leídas

- Publicidad -

Por: Mauro González Luna •

Asistí a la concentración en el Zócalo capitalino en defensa del voto ciudadano y del árbitro electoral. No pertenezco actualmente a partido político alguno. Soy profesor universitario, abogado modesto a punto de pensionarme, editorialista del muy prestigiado periódico La Jornada Zacatecas, un hombre que ama a su patria, que anhela la concordia, la unidad en la pluralidad, un simple ciudadano, en suma, que ejerce su libertad, que admira la Suave Patria, de Ramón López Velarde, que se sacude a diario el hechizo de la propaganda habitual, de las falsedades, de las medias verdades, de la «coyunda de las ideas corrientes» de las que hablara el maestro Vasconcelos.

- Publicidad -

Fui testigo presencial de un acto cívico sin precedentes en la historia reciente de la nación. Miles y miles de personas atiborraron la emblemática Plaza de la Constitución en una mañana espléndida; pero no solo la Plaza, las calles aledañas, repletas de ciudadanos que intentaban ingresar infructuosamente a la plancha del Zócalo a reventar. Un organillero y su tradicional música, en la calle 16 de septiembre, alegraban el ambiente ya de por sí festivo, vibrante.

Alguien despistado afirmó que la concentración insólita era una farsa. No, no lo fue. No lo podía ser por la índole legítima de su sentido patriótico y plural. La farsa está en otro lado; está cuando hay miles y miles de acarreados; está en los discursos chabacanos, avinagrados, de quienes no toleran el pluralismo y son pequeños de alma.

Se rescató el Zócalo. Volvió a ser un lugar de encuentro democrático, donde caben todos los hombres y mujeres de buena voluntad, los ciudadanos libres, esos que anhelan un México sin odios, sin rencores, sin insultos del poder.

La concentración en defensa del INE y del voto en el Zócalo, se convirtió en una fiesta cívica inédita, poblada de alegría, de niños en hombros de sus padres, de ancianos en silla de ruedas, de jóvenes, de hombres y mujeres de todos los estratos sociales. Yo los vi.

Un acto multitudinario, simbólico de libertad, de un fin y de un nuevo comienzo que parte de una historia patria común. Una llamada pacífica y franca de atención al poder para que rectifique en aras del Bien Común de la Patria, para que retorne la concordia y se aleje la hybris, la desmesura, la insolencia del poder que conduce a las catástrofes personales y colectivas. Nunca es tarde para reencontrar el buen camino, y por añadidura, la gloria del que rectifica desde las alturas del poder para bien de su patria. Para rectificar se requiere de almas grandes.

Un acto de exigencia ciudadana a la Suprema Corte para que se respete la Constitución, de resistencia ante la imposición, de defensa formidable de la democracia, que es una forma de vida fundada en los grandes valores y tradiciones de la nación. Valores y tradiciones de todos los mexicanos, nunca monopolio de nadie, jamás prebenda de facciones.

Y al final de los dos discursos, serios, lacónicos, sin aspavientos, que fueron al grano: la defensa de la libertad, del voto, de la Constitución y de las instituciones; y al final, el pueblo cantó el himno nacional galvanizando esperanzas y conciencias. Fue un grito de guerra pacífico, noble, entusiasta, lanzado por miles, miles, miles de mexicanos que colmaron el inmenso Zócalo de la Capital del país. Un acto cívico de resonancias insospechadas que siempre recordaré.

Dedico este artículo apasionado a todos los zacatecanos de buena voluntad.

- Publicidad -

Noticias Recomendadas

Últimas Noticias

- Publicidad -
- Publicidad -