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viernes, 3 mayo, 2024
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Mangle negro

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Por: ÓSCAR GARDUÑO NÁJERA •

Voy a iniciar con una observación editorial, de esas que vale la pena festejar: qué buena apuesta hace la Universidad Autónoma de Nuevo León por jóvenes autores. Tienen un muy buen catálogo de narradores, poetas y dramaturgos que apenas despuntan en el panorama literario, pero que ya lo hacen con pasos sólidos, con propuestas interesantes, lejos de los convencionalismos narrativos engañosos, y respaldados, en ocasiones, por editoriales comerciales y su gigantesco marketing, con los que distintos tipos de narradores y poetas, también jóvenes, pretenden ponerse de moda. Revisen la página editorial de la Universidad. Recuerden que en ocasiones conviene darles una oportunidad a las nuevas generaciones, pues de ellas será el futuro cuando se conviertan en los exponentes de la literatura mexicana. Queda hecha la observación. 

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Hay distintos tipos de novelas y cada una atiende a distintas características que van desde su construcción narrativa, con todo lo que ello implica, hasta sus espacios geográficos, temporalidad, personajes y la historia principal, o el esqueleto transversal, como yo lo nombro, cuando pretendo desmenuzar una novela, que nos presenta. 

Y lo que nos ofrece “Mangle negro” (Universidad Autónoma de Nuevo León, 2022), de Pilar Rivero-Dela Garza, es una entrañable historia que, al parecer, si es a una primera vista, se construye conforme se va leyendo, quiero decir, que es una historia, la primera de ellas, que se narra entre la narradora en primera persona (una narradora, sobra decirlo, emocionalmente muy bien construida, con sus altas y sus bajas) y el lector, quien desde el primer momento (cuando comienza la lectura de la novela) no es sino un cómplice y una especie de espía testimonial de los hechos que ya ocurrieron en un determinado tiempo y espacio, por lo que la misma narradora volverá, en el transcurso de la novela, a referir hechos que ya ha contado, situaciones que para ella son importantes y que para la narración no hacen sino reforzar los acontecimientos que así quiere la autora, pues es de esta manera que hay un juego con la memoria del lector, quien debe estar atento cuando surgen esos flashbacks. 

Por eso, buena parte de “Mangle negro” ocurre, no a través de las circunstancias narrativas, sino a través de las circunstancias y la descendencia de los personajes (un poco de la escuela de García Márquez), quienes tienen sus propias raíces y sus propias características físicas y psicológicas: la autora recurre a lo que se podría nombrar, una novela de personajes, en cuanto a que la historia principal, la que va a detonar el clímax se da a través de la madre, de la tía, de la abuela, de la pareja, del amante, de la narradora misma… y por supuesto, del referente geográfico casi mítico: el mangle negro, donde ocurren la tragedia y donde ocurre el convite. 

Por eso, el inicio de la novela nos pone sobre advertencia: “No me gustan las mentiras”. A partir de esto, debemos asegurarnos que todo lo que nos dice la narradora es verdad, sin embargo, no es así, cae en contradicciones amorosas, quiere y a la vez odia, ama en realidad a otro hombre, León (el símbolo del amor idealizado), pero en “realidad” ama a quien acaba de ver morir (y la muerte se repite una y otra vez), Roberto, con quien ama y discute y teme no volver a verlo más (un amor como todos los amores tortuosos) y a través de la historia de estos dos hombres (más uno que se suma de manera delictiva y con el que entendemos un punto clave de la novela), ella se deconstruye entre sus propias prisiones y sus propias historias (narrativas). 

A mí me gusta que las novelas tengan dos tipos de historias entremezcladas que corran a distintos ritmos, pero con los mismos personajes, o al menos con la misma narradora, porque en ocasiones se puede, también, tratar de una historia completamente distinta (en época, en ambiente, con distintos personajes), que termine por amarrarse o colarse justo al final de la novela. Como lector lo agradezco porque te rompen la lectura, te exigen ensamblar la narrativa como si de un rompecabezas se tratase. Y si te dedicas a la escritura aprendes. Y Pilar Rivero-Dela Garza lo hace con tal maestría que lo primero que se aprecia entre las dos historias es el ritmo: corren paralelas pero van con ritmos distintos, y eso rompe al lector, lo desubica al principio; luego lo sitúa en distintos contextos narrativos y, conforme transcurre la novela, lo obliga a engranar las dos historias (que además son atemporales, aunque sabemos que una ocurre en el futuro) para entender la historia principal, la de la totalidad de la novela. 

Creo que hasta aquí he sido cuidadoso y no he filtrado información de más; al contrario, si les he metido el gusanito y quieren saber lo que sigue a continuación, busquen la novela, sigan a la autora, háganle preguntas, estoy seguro de que no se van a arrepentir, “Mangle negro” me parece una muy buena novela de una joven narradora que, según tengo entendido, “su mayor interés en la ficción es lo visible o lo sonoro”, o al menos fue lo poco que pude entender en la dificultosa y barroca redacción de la página de su agencia literaria, en fin. Nos vemos la semana siguiente. 

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