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martes, 23 abril, 2024
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La autocomplacencia de Calderón

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Por: Carlos Eduardo Torres Muñoz •

El género de las memorias o la autobiografía es uno bastante socorrido en nuestra cultura política. La mayoría son un legajo de anécdotas y explicaciones sin mayor trascendencia, debido, generalmente, a que es poco común que quiénes jugaron un papel determinante en momentos que marcaron la historia, hagan dicho ejercicio, particularmente nuestros presidentes, quiénes son las máximas figuras en nuestro sistema de gobierno y a la vez son poco asiduos a un ejercicio de rendición de cuentas a través de la literatura. Textos que además son valiosos porque, partiendo de la posición de buena fe de lector, pueden aprovecharse las experiencias, en el caso de quienes toman decisiones, y conocer los razonamientos, los contextos, los retos que se tuvieron que enfrentar y calibrar, lo que lleva también a entender, para el resto de los ciudadanos interesados en hacerlo, el porqué de cada determinación, política y no pocas veces, omisiones.

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El polémico (de siempre) ex presidente Felipe Calderón se ha unido recientemente a José López Portillo, Miguel de la Madrid y Carlos Salinas, que son los más recientes de nuestros expresidentes que deciden contarnos los detalles (a su manera, y claro, desde su perspectiva) de los momentos más complejos que pasaron al frente de la presidencia. Salvo Mis Tiempos, de López Portillo, he tenido la oportunidad de leer los dos últimos. En todos ellos hay, con todo y los sesgos obvios de un ejercicio de esa naturaleza, tonos de autocrítica, reflexión y aceptación de debilidades. Claro es que depende del objetivo que se buscó: De la Madrid, cuyas memorias son más bien una crónica que se llevó a cabo a la par de su presidencia, son sinceras, al grado de dibujar sin tapujos el pensamiento del poder en México proveniente de la segunda mitad del siglo XX, la época de mayor fuerza del régimen posrevolucionario, y el reto que le representaba, a esa forma de ver y entender el país, una nueva dinámica social, política y económica; México, un paso difícil a la modernidad, el texto de Salinas de Gortari, escrito y utilizado como un mecanismo de defensa política, repasa en interminables páginas los logros de su presidencia, pero también sus más complejas crisis, dejando poco margen para la autocrítica, sin embargo, con cierto tono que permite al lector entender, cuando menos, sus razones, sus objetivos y visión.

Al momento de escribir esta participación editorial, llevo poco más de la mitad del nuevo libro de Calderón: Decisiones difíciles. Quizá porque el ejercicio tiene una muy clara intención de convertirse en un instrumento de propaganda para las aún activas aspiraciones políticas del expresidente, o porque sencillamente así es su carácter, el libro es una dosis de autocomplacencia en algunas ocasiones apenas soportable. La mayoría de las veces, un elemento que nos permite entender porqué marchó el país como marchó en su administración, partiendo todos sus juicios de que la razón le asistía, víctima de una disonancia cognitiva de la que el exmandatario o nunca se percató o le tuvo siempre encantado. Un ejemplo me basta (aunque los hay de sobra) para escribir esto, al relatar su muy recordada toma de protesta, en medio de una de las mayores trifulcas de la que nuestra historia guarde memoria en la Cámara de los Diputados, Calderón describe la reacción del pueblo mexicano, cuando terminó de decir: “Que la nación me lo demande”: El júbilo estalló en el recinto de San Lázaro. En general en todo el país. En los aeropuertos, restaurantes y otros lugares públicos la gente aplaudía entusiasmada.

Yo retengo en mi memoria una imagen muy distinta, y eso que viví el proceso en uno de los únicos municipios del estado de Zacatecas en los que ganó, y al que dedicaría su primera visita una vez siendo presidente. Ni entonces, ni cuando, meses después estuvo en Jalpa, recuerdo una emoción colectiva de júbilo similar. El país estaba dividido, sumamente polarizado, la gente pronto se hartó de esa transición, una que en un par de meses echó por la borda todo lo que se había ganado en décadas. Calderón fue para una parte de la población, probablemente la que le dio el triunfo (entre ellos muchos priistas), la opción por descarte. En cambio, su visita estuvo rodeada de un dispositivo de seguridad del que el pueblo no tenía registro. Ejemplos como éste, de una autocomplacencia que no se presta si quiera al cristal de la lógica se repiten en todo el libro. Sin embargo, hay también, y hay que decirlo, la posibilidad de leer un perfil conservador (de derecha) sin extremos, al que las circunstancias, como a todos los gobernantes, hicieron tomar decisiones, casi todas, como lo es en el arte de gobernar y como el título del libro lo anuncia, difíciles. ■

@CarlosETorres_

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