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jueves, 18 abril, 2024
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La vergüenza de ser mujer

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Por: LUCÍA MEDINA SUÁREZ DEL REAL •

Ya escucharon” decía en llanto y total angustia la maestra de inglés de la Universidad Autónoma del Estado de México que lidiaba con la violencia de su marido mientras daba una clase en línea.

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En el vídeo que círculo en redes sociales, fue notorio que en efecto sus alumnos se dieron cuenta, y formados en otra sensibilidad, hicieron público el hecho y le ofrecieron ayuda.

Semi inconsciente, en un mar de llanto y sin fuerza alguna para estar de pie, apenas emitió un desgarrador “perdóname mamá” la venezolana que fue violada en febrero pasado por su jefe en su primer día de trabajo en “uniformes Garzón” en Argentina.

El primero es un caso de violencia física y emocional de carácter doméstico en medio de México, el segundo atroz violencia sexual en Argentina, y sin importar la distancia, o las diferencias en los contextos, en ambos casos es patente que la carga de la vergüenza está en las víctimas.

Ocurre algo similar en las mujeres que son madres solas, o mejor dicho, a quienes engendran con quién luego resulta “padre ausente”. Son ellas las que cargan todo el peso social no únicamente de la crianza, y con ellos de todo lo que salga “mal” sino de la moralidad de ser responsable de su situación.

Y esto se traslada en todo caso, hasta los hijos.

Así intenté expresárselo torpe y fallidamente al candidato a diputado Xerardo Ramírez hace unos días justamente porque hace algunos años, este personaje recibió uno de los más viles ataques políticos a partir de las condiciones de maternidad de su progenitora.

La carga moral que llevan las mujeres alcanza incluso hasta aquello de lo que son víctimas, como en el lenocinio.

Una manera de controlar y evitar la fuga de las mujeres que son víctimas de trata, es justamente advertirles el rechazo que padecerán en sus comunidades y en su familia por el trabajo sexual que son obligadas a hacer.

Esto lleva por ejemplo a la polémica con figuras como la cantante Gloria Trevi, quién desde muy pequeña fue influida y casi adoptada por el compositor Sergio Andrade, quien además se convirtió en su manager y productor.

A Gloría Trevi en algunos sectores se le considera cómplice de Sergio Andrade en tanto que para otros se trata más bien de una víctima que sirvió de imán involuntario para reclutar a más mujeres a repetir lo que ahora sabemos era un infierno.

Es ese lamentable efecto el que está padeciendo ahora la candidata que sufrió un tocamiento inapropiado por parte de un candidato.

Esto era de por sí probable dada la situación: el morbo iba a provocar que se buscara su fotografía, se juzgara su físico, y se especulara sobre su relación.

Si esto ya de por sí era posible, la manera en la que se dejó en la responsabilidad de ella la explicación del incidente que atrajo la atención pública la semana pasada, fue fatal.

Pasados los días, ha quedado claro que no hubo ni habrá disculpa, que quizá incluso no haya conciencia siquiera sobre por qué tendría que haber disculpa.

Al contrario, los simbolismos de los días posteriores dejan claro que a las mujeres que son aliadas o parte de esa campaña no se les ve con horizontalidad, o compañerismo fraterno.

En lo político y en lo que al candidato protagonista del escándalo se refiere, los efectos se verán en los próximos días y semanas, pero en términos sociales y para lo verdaderamente importante esto puede ser superfluo.

Lo más lamentable del hecho es que una vez más, quedó claro que se está frente a un escenario en el que a pesar de las cuotas de género, de la supuesta paridad que habría en el gabinete, se reproducirá este modelo patriarcal que pone la carga moral en las mujeres incluso en los sucesos de los que son víctimas.

Más lamentable aún, que no se ha hecho lo suficiente para que eso no se ha admitido ni tolerado por las mujeres mismas. Ni hablar. Falta lo que falta. ■

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