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miércoles, 24 abril, 2024
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Política de ideas contra las lindezas doctrinales del neoliberalismo

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Por: MARCO ANTONIO TORRES INGUANZO •

En los estudios de desigualdad en México hay una referencia directa a las mediciones de la pobreza. Y hemos avanzado en la conceptualización del tema, pero también en los métodos y formas institucionales de su medición. El Coneval es una expresión de lo que digo. Sin embargo, ahora mismo lo que se pone de manifiesto es que dado que la desigualdad es por una sobre concentración de la riqueza, requerimos que, junto a la medición de la pobreza tengamos un organismo o programa especial de medición de la riqueza en México. Porque contamos con estudios de distribución del ingreso, pero no de la riqueza (del Capital). ¿Cómo se distribuye la propiedad de la riqueza en México? No lo sabemos. Stiglitz y Piketty muestran cifras de la evolución de la concentración de la riqueza en Estados Unidos y Europa, porque en esos países hay información pública al respecto, y con ello, han podido mostrar los mecanismos que generan o estimulan la excesiva desigualdad que ahora vivimos. Esto es esencial para fundamentar políticas públicas que vayan encaminadas a la gestión de la igualdad o equidad económica en el país. A la izquierda debe importarle este asunto de sobremanera, porque ahora mismo la bandera en las próximas elecciones deberá ser mostrar a la población que es posible construir un país más igualitario y con mejores índices de crecimiento económico. Y con ello, que las banderas neoliberales son (como lo afirmó el Papa Francisco) un cúmulo de estrategias de la economía de la muerte.

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Los supuestos teóricos del neoliberalismo son torpes y débiles. Matematizan sus modelos pero sobre fundamentos teóricamente necios. Se fundan en la ética del utilitarismo, que promueve el máximo de bienestar para el máximo número. Es la suma de total de utilidad lo importante, o el total de la satisfacción de las preferencias. Con ello, dejan de lado la idea de satisfacción de las necesidades objetivas de las personas. La suma de satisfacción de preferencias es una medida que requiere de un hedonómetro, no de un necesitómetro. Una vez que se pone esta base, se crean la funciones de utilidad y, de ahí, se abre la posibilidad de matematización. Y el hedonómetro es la oferta y demanda de productos en el mercado, porque se observa la utilidad por medio de una representación numérica de las elecciones observables de una persona. Si alguien elige un producto sobre otro es porque tiene mayor utilidad en él: se equipara utilidad a representación de preferencias. De ahí, se pasa al análisis del mercado, como el ámbito donde se muestran las preferencias. Así, las necesidades han sido ya abandonadas. El seguimiento de las propias preferencias condujo a la idea de establecer la conducta egoísta como la racional. Y luego a declarar a la solidaridad o los actos de redistibución como injustos. En poco tiempo se convirtió a la economía en Crematística, donde el objetivo ya no es el bienestar de las personas, sino el enriquecimiento de los sujetos económicos. Recordemos que se identificó a la racionalidad con la maximización del propio interés. Nos puede parecer absurdo que se decrete al egoísmo universal como conducta racional, pero así fue. Sobre este fundamento no podemos más que tener lo que ahora mismo tenemos enfrente y nos lamentamos: la desigualdad monumental. No podemos esperar de las doctrinas que establecen como optimo económico (el llamado óptimo de Pareto) un criterio desigualitario: un estado social es óptimo si y sólo sí no se puede aumentar la utilidad de uno sin reducir la de otro; es decir, un óptimo compatible con la miseria y las enormes desigualdades. Y a eso le llaman “eficiencia económica”: eficiencia de las utilidades sin consideraciones distributivas. Así las cosas, con la sensatez que observa la realidad social, preguntamos, ¿es aceptable este criterio de bienestar basado en la utilidad?

Es el momento de desechar por fin, las doctrinas de la muerte de Hayek, Nozick y Friedman; y hacer elecciones no sólo éticas, sino políticas de opciones igualitarias que conduzcan de otra manera al Estado. La cosa es, ¿cómo hacer posible la elección política de la igualdad? ¿Cómo aprender de Grecia en este México actual de manipulación política institucionalizada? Requerimos de una expresión política partidaria con amplias alianzas sociales que tenga un claro programa de impulso a la igualdad. Es decir, que la población identifique su programa y sus estrategias. Todo un reto en un sistema de partidos que abandonó las ideas en la lucha electoral. ■

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