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viernes, 29 marzo, 2024
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Reivindicar la obra de Lázaro Cárdenas

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Por: Óscar Alzaga •

“… Cárdenas restituyó su dignidad a la investidura presidencial, abatiendo para siempre los maximatos de petate; aplicó, con criterio revolucionario, los más avanzados preceptos de la Constitución de 17; distribuyó entre los campesinos pobres cerca de 20 millones de hectáreas de tierra cultivable; expropió y nacionalizó la industria petrolera; imprimió a la educación una vigorosa orientación progresista; realizó una política internacional firmemente antifascista, antiimperialista y antibélica; en suma, puso en marcha acelerada a la Revolución Mexicana, que cuando llegó al poder estaba casi liquidada, y la enderezó hacia sus más altos objetivos.
“Esta política, esta obra, no pueden ser fácilmente olvidadas. No las ha olvidado el pueblo, que recuerda el sexenio cardenista como la etapa más brillante de la política ejecutiva de la Revolución, y tampoco las fuerzas reaccionarias y oligárquicas, que hablan de lo ocurrido en el período de 1934-40 como de una pesadilla abominable. Esto explica, por una parte, la excepcional longevidad política de Cárdenas, cuyo prestigio llega con fulgor inusitado hasta las más nuevas generaciones, y, por la otra, la renovada hostilidad que le profesan los antirrevolucionarios de ayer, de ahora y de siempre.
“…representa la persistencia, la pujanza y la audacia de la mejor tradición revolucionaria de México, jamás desvinculada de las experiencias y las luchas de los demás pueblos del mundo por su independencia y su libertad. Representa, en muy alto grado, el sentido profundo de nuestra realidad, de sus leyes particulares, de sus caminos propios.” Jorge Carrión. Revista Política, 1 de abril 1961.

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En efecto, entre 1928 y 1933 los gobiernos en turno habían desviado la revolución, con la reelección de Obregón y el poder antidemocrático de Calles. Luego de la transición de Ávila Camacho, llegó la derecha pro oligarca, pro yanqui y anticomunista de Miguel Alemán de 1946-1952, a desmantelar los sindicatos independientes con 11 charrazos, a ferroviarios, mineros, textiles, maestros, telefonistas, azucareros, cañeros, telegrafistas, CUT y doble a petroleros, en 9 casos con el uso ilegal del ejército. Pese a todo, el nacionalismo económico tuvo altas tasas de crecimiento y mejoran los contratos colectivos y prestaciones sociales en las décadas 50, 60 y 70.

Con el neoliberalismo, llega la derecha neosantanista y neoporfirista, en contra de la revolución, la Constitución y la obra cardenista, a desmantelar la seguridad social, la educación pública, las empresas estatales estratégicas, incluidos puertos y aeropuertos, fronteras y playas, agua y drenaje, etc., las bases de la soberanía nacional. Los neoliberales actúan contra la Constitución de hecho y con regresivas reformas, destrozaron los artículos 3, 27 y 123. Y liquidan la soberanía popular con los fraudes electorales presidenciales de 1988, 2006 y 2012, más los estatales y municipales.

Cárdenas, al revés, representa “lo mejor de la tradición revolucionaria de México”, aquella tradición que viene desde la era Prehispánica, la Independencia, la Reforma y la expulsión de franceses, la Revolución y la batalla de Zacatecas, la Constitución como proyecto de Nación, cuyas demandas centrales cumple el gobierno de Cárdenas.

Si quisiéramos saber la base de su fuerza, habría que reconocer la intensa lucha de clases -obrera, campesina y popular- que se libra en su sexenio; reconocer que sin la lucha sindical petrolera de 1926 a 1937 hubiera sido imposible la expropiación petrolera de 1938; reconocer que antes que la reforma agraria, las luchas campesinas y la huelga de los jornaleros de la Comarca Lagunera la hicieron posible; que el gremio de riel dinamizó el sindicalismo minero, petrolero y otros, de 1933 a 1936; que la huelga general del SME en el centro del país cambió el sistema de 400 años de “mando y obediencia”, por el de “acuerdo entre las partes”; reconocer que para enfrentar a las dos empresas más poderosas del mundo –Standard y Royal- se requería un pueblo dispuesto a la lucha, como ocurrió; reconocer la autonomía política de Cárdenas para apoyar a la República Española, cuando los cobardes gobiernos de Inglaterra y Francia se declararon neutrales, ante Hitler; reconcer que los medios de Estados Unidos hicieron una campaña contra Cárdenas, acusándolo de comunista, por cumplir la Constitución; que de 1938 en adelante siguieron las presiones inglesa y yanqui, para pagar la expropiación, con montos y plazos fijados por los oligarcas más poderosos del mundo, sin lograrlo con Cárdenas.

Roosevelt le exigió a Cárdenas que un tribunal Internacional fijara los plazos y montos del pago, y Cárdenas contestó en 1939: “México no somete su soberanía ante un tribunal extranjero”. Cuando la patronal de Monterrey en 1936 paró la ciudad en contra de la huelga de la Vidriera, él se trasladó a para advertirles que la huelga obrera era un derecho constitucional, que si no levantaban el paro: “los obreros y el Estado pondrían a trabajar las empresas”. Los patrones recularon.

Ningún presidente concluyó su mando con tanto prestigio, por lo cual fuera y dentro de México lo buscaron de 1940 a 1970, forjando otro periodo brillante de su obra. Cárdenas apoyó a Fidel Castro, Salvador Allende, Rómulo Gallegos, Joao Goulart, Ho Chi Min y muchos más.

Conforme avanza el tiempo, más crece la figura histórica de Lázaro Cárdenas y de su obra, que hizo culminar la Revolución del 10 y la Constitución de 17, entendida ésta como proyecto de Nación. Pero su obra posterior -que es menos conocida, pero no menor- lo hace crecer al modo de José Martí para los cubanos. No solo entre la izquierda, sino entre todos los patriotas, luchadores y revolucionarios mexicanos. ■

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