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jueves, 28 marzo, 2024
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Derribo de avión ruso dificulta amplia coalición contra el EI

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Por: La Jornada •

Moscú. Afectada seriamente la relación bilateral, Rusia no tiene la intención de hacer un casus belli con Turquía por el derribo de un bombardero ruso SU-24 por cazas de la fuerza aérea turca, grave incidente que puso de relieve que –al margen de que Moscú y Ankara proclaman su disposición a combatir el Estado Islámico (EI), un teórico mismo enemigo– nunca podrán ser aliados en Siria mientras defiendan intereses geopolíticos contrapuestos.

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En la frontera entre Siria y Turquía –en la región montañosa poblada por turkmenos sirios que combaten contra las milicias kurdas, el EI y otros grupos islamitas radicales, así como las tropas de Bashar al Assad–, se rompió cualquier apariencia de colaboración entre Ankara, que protege a los turkmenos sirios, y Moscú que bombardea por igual a todos los que se enfrentan al régimen de Damasco, tras colgarle el sambenito de yihadistas, sobre todo si sus posiciones se encuentran cerca de su aeródromo militar en Hamimim, Latakia, en la costa del Mediterráneo.

Rusia no va a declarar la guerra a Turquía, lo dijo este miércoles con toda claridad el canciller Serguei Lavrov, al término de su conversación telefónica con su colega turco, Mevlüt Çavusoglu, a quien manifestó que –a juicio del Kremlin– el avión ruso no cayó abatido por casualidad y volvió a asegurar que la nave no se internó en territorio turco.

“Rusia tiene suficiente información que confirma que fue un ataque premeditado, planeado de antemano», declaró Lavrov a la prensa.

Por su parte, Çavusoglu, después de expresar las condolencias de su gobierno por la muerte del piloto del SU-24, reiteró que Turquía, en defensa de su soberanía, no va a tolerar que nadie viole su espacio aéreo.

El Estado Mayor del ejército ruso confirmó hoy que el piloto del avión derribado, teniente coronel Oleg Peshkov, murió acribillado a balazos por milicianos turkmenos sirios cuando descendía en paracaídas tras catapultarse. El segundo tripulante, capitán Konstantin Murajtin, logró esconderse en un bosque hasta que dos comandos especiales rusos, que se trasladaron a la zona en helicópteros, lograron rescatarlo. En la operación murió el infante de marina, Aleksandr Posynich.

De este modo, ayer se produjeron las primeras bajas entre militares rusos en Siria y se hizo más improbable la posibilidad de crear una amplia coalición contra el EI, como –a raíz del atentado contra un avión de pasajeros ruso en Egipto y de los ataques yihadistas en París, lo que propició la voluntad de coordinar acciones con el gobierno de François Hollande, que dicho sea de paso este jueves vendrá a Moscú– buscaba Rusia hasta el derribo de su avión militar por Turquía, un potencial socio en esa pretendida coalición.

El gobierno de Turquía ahora, para el presidente Vladimir Putin, “desde hace muchos años practica una política interna que favorece la islamización del país y apoya a los grupos más radicales”, según declaró en Nizhny Tagil, durante una sesión de las empresas del sector militar industrial, en la cual advirtió que Rusia “empleará todos los medios para garantizar la seguridad de los vuelos en Siria”.

Al respecto, el ministerio de Defensa ruso anunció que, en el aeródromo de Hamimim, se emplazarán sistemas de misiles múltiples S-400 Triumf, que constan de seis baterías de hasta 20 cohetes cada una, capaces de neutralizar modernos medios de ataque aéreo, como son los misiles balísticos, y que tienen un alcance de hasta 250 kilómetros.

En otros frentes, cientos de personas se concentraron hoy junto a la embajada de Turquía en Moscú para protestar y, como pudo verse en los reportajes de la televisión local, lanzar contra el edificio piedras, botellas, latas de pintura, huevos, tomates y hasta aviones de papel.

La “puñalada por la espalda de los cómplices del terrorismo” (Putin dixit) indudablemente va a tener consecuencias negativas en los nexos entre ambos países en los más diversos ámbitos.

Los expertos coinciden en vaticinar que el gobierno ruso no dudará en suspender el flujo de millones de turistas rusos que solían vacacionar en las costas turcas. De enero a septiembre de este año, viajaron ahí 3 millones 300 mil rusos, mientras el año anterior superaron los 4 millones y medio. Todas las agencias de viajes rusas, en cumplimiento de la recomendación de las autoridades, dejaron de vender paquetes a Turquía, se informó hoy.

También creen que puede cancelar proyectos como la primera central atómica que consorcios rusos iban a construir en Turquía o el gasoducto que buscaba tender una vía alternativa a Ucrania para suministrar el combustible a clientes europeos; ordenar el retiro del mercado ruso de las compañías constructoras turcas; suprimir la importación de carne, frutas y verduras turcas.

Son sólo algunas medidas, entre muchas otras, que podrían traducirse en pérdidas por 44 mil millones de dólares, de acuerdo con estimaciones de la consultora rusa RBK.

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