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viernes, 29 marzo, 2024
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La radicalidad extraviada

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Por: ALBERTO VÉLEZ RODRÍGUEZ • ROLANDO ALVARADO FLORES •

Una agrupación de nombre “Individualidades Tendiendo a lo Salvaje” (ITS) evoca más un grupo musical marginal que una secta “anarco primitivista”. Pero existe, o existió. En el blog “Liberación total” (liberaciontotal.lahaine.org) publicó un manifiesto en febrero de 2013 y Carlos Illades y Rafael Mondragón en su libro “Izquierdas radicales en México” (Debate, 2023), lo mencionan. Enumeran varios de los ataques vindicados por esta organización: las bombas enviadas por correo, en 2011, a Armando Herrera Corral y a su hermano Gerardo; el asesinato del biotecnólogo Ernesto Méndez Salinas ese mismo año; en 2016 otro ataque mortal contra José Jaime Moreno Barrera, Jefe de Servicios de la Facultad de Química de la Universidad Nacional (véase “Grupo radical reivindica el asesinato en la UNAM; esperan versión oficial”, también “Eco-extremistas se atribuyen asesinato en la UNAM; habrá más crímenes, anticipan”, Proceso, 1/07/2016). Incluso se atribuyeron el paquete explosivo que recibió, en 2019, la senadora Citlalli Hernández de MORENA. Como se puede apreciar, las acciones son contundentes y repudiables en caso de haber sido perpetradas por el ITS. La pretensión explicita, como se desprende de sus comunicados, es generar terror en las almas de los científicos dedicados a la nanotecnología. ¿Por qué? De acuerdo a la ideología de ITS, al parecer una variante “salvaje”, de la más refinada versión de Jacques Ellul (e.g. “The Technological Order” en “Technology and Culture” v 3, #4, Proceedings of the Encyclopedia Britannica Conference on the Technological Order, 1962) y de David Mumford (“El mito de la maquina”, Pepitas de Calabaza, España, 2013), el uso de la tecnología es la raíz de la destrucción de la naturaleza y la alienación de la humanidad. Por eso, cualquier conjunto de científicos que plantee el desarrollo de tecnologías más intrusivas dentro del “orden natural” es para este grupo un objetivo. No se identifican como anarquistas, pero pretenden destruir la base tecnológica de la humanidad para que ésta retorne a lo que parece ser la única manera de vivir en equilibrio con la naturaleza: la vida de recolector-nómada-cazador. Idea que constituye, si se reflexiona un poco, una versión de las ideas de Pierre Clastres, en su clásico “La société contre l´État” (“La sociedad contra el Estado” Hueders, 2010, Santiago de Chile). Según este autor, los pueblos “sin historia” lo son porque carecen de Estado, es decir, de configuración organizada del poder. De donde el nomadismo, la cacería y la recolección como medio y forma de vida son, también, fórmulas para escapar a la necesidad de algo así como un aparato colectivo de uso del poder. ITS no pretende, por ejemplo, el control poblacional porque eso implica la necesidad de un Estado que organice y dirija a los seres humanos. Sin embargo, considera que la aglutinación masiva de personas en ciudades, como resultado del desarrollo tecno industrial, es un error. Por supuesto, la explosión demográfica tiene por condición necesaria la civilización tecno industrial capaz de producir alimentos más allá de lo “naturalmente” posible, así que si se socavan o abandonan esas técnicas, el resultado será la muerte de millones de personas durante el proceso de equilibrio de la población a su entorno salvaje. De nuevo esto es una elaboración de reflexiones de pensadores como Ellul, para quien, si bien la técnica “libera” de ciertas actividades, esclaviza a otras. Y más si, junto a las máquinas, se construye una ideología de admiración hacia éstas. Sin embargo, Ellul no considera la violencia una solución. Propone lo que ITS denominaría “una ilusión”: construir una filosofía que medie entre la humanidad y la técnica, la que sólo sería posible si: “la filosofía deja de existir como técnica académica con un vocabulario sellado herméticamente, para volverse propiedad de todo ser humano pensante involucrado en el negocio de vivir”. Muchos de los grupos de “izquierda” se encuentran con el problema de ofrecer una alternativa al orden mundial presente. Los menos imaginativos se decantan por el terrorismo, pues aducen que nada se puede hacer; o por los partidos políticos, pues sostienen que desde el aparato estatal es posible reformar, moderar o contener los aspectos negativos del capitalismo. Mientras que los de mayor capacidad inventiva escriben novelas utópicas o construyen centros académicos de “resistencia”, desde donde critican a los gobiernos o los asesoran. Sin embargo, la mayor parte de estas posiciones concluyen en contradicciones que resultan del proceso mismo que postulan. Mientras los anarco-primitivistas bombardean los laboratorios de alta tecnología y sueñan con una catástrofe natural, no se percatan que el desastre que solicitan resulta, de estar ellos en lo correcto, de una “aceleración” del proceso de desarrollo del sistema capitalista. Si éste es de verdad tan destructivo, su mero devenir concluirá en la catástrofe anhelada y la salvación del orden natural. Por ende, en lugar de asesinar científicos se les debería promover, para lograr más rápido la defenestración del orden tecno industrial. Ahora bien, si los eco-terroristas están en el error, y es su contrapartida “aceleracionista”, la que tiene la razón, entonces empujar el capitalismo más allá de sus límites es la auténtica salvación. No lograr una autocrítica consecuente es lo que demuestra cuán perdidas están, en la ideología, esas posiciones.

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