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jueves, 25 abril, 2024
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Ricardo Monreal, el político de la derecha corrupta

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Por: BENJAMÍN MOCTEZUMA LONGORIA •

Es frecuente leer de voceros de la derecha corrupta de México (concepto descriptivo, no despectivo) afirmaciones de que ya no hay derecha, ni izquierda, que hablar de las clases sociales es insistir en un mensaje de odio de los buenos contra los malos, de pobres contra ricos, postura que; dicen, polarizar, desune y alienta luchas fratricidas; por añadidura: que la tarea estratégica es la reconciliación nacional.

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Ésas afirmaciones no soportan el más sencillo de los análisis, carecen de realismo y de razonamiento. Mencionar ricos (burgueses) y pobres (proletarios) es suficiente para reconocer la existencia de clases sociales. Igualmente, hablar de buenos y malos es aceptar clases de comportamientos; en algunos de los casos como resultado de la apropiación del trabajo ajeno que resulta del proceso de explotación.

Ya antes hablé, brevemente, de la existencia de las clases sociales. Convendría exponer como se realiza el polarizante proceso económico, político, social e ideológico de explotación al proletariado y cómo se expresa la resistencia por evitar que una parte del valor creado sea arrebatado como ganancia frente al salario. Adelanto que el incremento creciente del salario mínimo, de los últimos años, es un logro del trabajo frente al capital.

Para la clase explotadora; que se auxilia de medios económicos, políticos, sociales e ideológicos, resulta indispensable que los sectores sociales que integran al conjunto del proletariado no cobren conocimiento pleno de su condición de explotación y de las opciones que tienen para luchar contra ella.

La expresión política e ideológica de esa lucha de clases se expresa como derecha (en razón a la defensa que hace del proceso de explotación) y como izquierda (cuando representa mecanismos de resistencia e insurgencia rumbo a una transformación de las relaciones entre clases). Lemas como: “por el bien de todos, primero los pobres” es como inyectar penicilina a un edema estreptocócico.

Justamente, la legendaria expresión del presidente definió una postura política e ideológica de las clases proletarias frente a las que representan el capital y en especial al capital transnacional de corte neoliberal, que se caracteriza por someter al capital nacional, subordinarlo, igual que a las estructuras de gobierno para que les permita no sólo explotar a su base de trabajadores sino que, además, explotar al capital doméstico (de donde resulta una doble explotación al trabajo mexicano) al ponerlo a trabajar para arrancarle pedazos crecientes a la ganancia ya obtenida; aunado a ello, apropiarse de riquezas nacionales que sólo ocupan ser arrancadas a la naturaleza y a la sociedad, como son las fuentes de energía, el petróleo, maderas preciosas, minerales metálicos y no metálicos, entre los principales.

Cierto que nuestro presidente habló, desde su campaña electoral, de que el Movimiento de Regeneración Nacional (el partido MORENA es una representación jurídico-política) es un movimiento pluriclasista (básicamente es obrero, indigenista, campesino y popular), pero no ha limitado la presencia empresarial porque su objetivo no ha sido eliminar la lucha de clases, sino establecer nuevas relaciones sociales entre ellas y sin que la oligarquía foránea tenga el volante del modelo y rumbo nacional. Es, entonces un movimiento nacionalista y reivindicador de las clases sociales más vulnerables.

Desde siempre, la oligarquía internacional y del país (que han representado la esencia de “la Mafia del Poder”), señalaron al presidente como “un peligro para México”, por cuanto sus definiciones representan una seria amenaza al modelo neoliberal del cual se servían de manera desmedida. En su opinión, México son ellos. Al resto no nos cuentan.

La corrupción, que AMLO señala como el principal problema de México (He sostenido que sólo ha sido un método o herramienta facilitador -junto con las actividades económicas ilícitas como el narcotráfico- del proceso de acumulación y concentración del capital neoliberal en México) ha beneficiado, en especial, a la gran empresa transnacional que consciente cierta asociación con una pequeña porción de la cúspide empresarial nacional que termina por ser mandadera del gran capital imperial.

El Gobierno de AMLO dejó de rentar cárceles propiedad de medios de comunicación, cortó contrato de compra a sobreprecio de medicamentos a empresas integradas por políticos del PRI, PAN y PRD mezclados con medios de comunicación, retiró la perforación de pozos petroleros a televisoras así como la concesión de una mina de Oro a TVAzteca, negó impactantes contratos publicitarios a los monopólicos de la comunicación y obligó a la gran empresa a pagar impuestos.

En la descarada “metamorfosis política” de Ricardo Monreal, hay que evitar esas medidas y reconciliarse. Hay dos negras explicaciones: la obscuridad que produce la ignorancia de la palpable lucha de clases o la corrupción que no siempre es material, sino que también proviene de la deshonestidad moral e intelectual. Como quiera que sea, el paisano ya milita en contra de la mayoría de los mexicanos.

 

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