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jueves, 28 marzo, 2024
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La agenda que viene: impacto económico de la COVID-19 en las mujeres

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Por: Catalina Monreal •

Estamos cerca de cumplir un año en que un solo tema ha dominado la agenda nacional: la COVID-19. No obstante, empezamos a ver una luz al final del camino. La vacunación en nuestro país avanza. El inicio de la vacunación en adultos mayores nos llena de esperanza de poder empezar a salir de los estragos de esta situación. Esta esperanza nos lleva a enfocarnos sobre los pendientes que existen y que la pandemia ha agravado. Existe una agenda pendiente.

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Previamente he hablado de las estimaciones de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) sobre el impacto que la COVID-19 ha tenido en la igualdad de género. Este organismo apunta a que hemos perdido 10 años en la participación laboral de las mujeres en América Latina. De acuerdo a la CEPAL 23 millones de mujeres y niñas se han sumado a la pobreza en nuestra región. La situación de las mujeres y su participación económica evidenció lo frágil de las conquistas en este sector. De acuerdo a Mckinsey las mujeres representan el 39% de la fuerza laboral formal a nivel mundial. No obstante, el 54% de los empleos que se han perdido pertenecen a mujeres. Esta es una historia que se repite en todos los indicadores internacionales: la mayoría de los empleos formales que se han perdido eran de mujeres. Desde el feminismo hemos denunciado la precariedad de la participación femenina en el mercado laboral: concentrada en los puestos de ingreso o menor nivel, sin posibilidad de avanzar, fuera de la toma de decisiones debido a estereotipos de género, concentrada en industrias que han sufrido de forma desproporcionada en la pandemia como lo son el sector de servicios y turismo, por ejemplo. Por otra parte, sabemos que el 54% de las mujeres en Latinoamérica y el caribe trabajan en la informalidad. En redes sociales, ese fenómeno se ha viralizado al hablar de “Nenis”, mujeres que se desempeñan en el comercio en línea de forma informal. El trabajo informal es otro gran reto, pues presenta situaciones que crean vulnerabilidad en sus trabajadoras, como lo es la falta de prestaciones como las pensiones y los seguros de salud. Esta situación es la que ha hecho que el impacto económico de la pandemia haya sido soportado en mayor parte por las mujeres.

A estos obstáculos se suma otro: la falta de corresponsabilidad en el trabajo no remunerado. De acuerdo a los datos más recientes del INEGI, en 2019 las mujeres mexicanas en promedio dedicaron 1979 a labores domésticas o de cuidados. ¿Los hombres mexicanos? 79. Esta desastrosa desigualdad en las horas de trabajo doméstico es a la que se refiere el feminismo cuando habla de una doble jornada laboral: la del mercado laboral y la del hogar. Estas brechas inmensas de género alimentan igualmente la precariedad en el mercado laboral en un círculo vicioso: dejar de recibir ingresos fuera para trabajar en casa, para cuidar a hijas, e hijos, enfermos. El trabajo en casa es trabajo, aunque no se pague, y genera un valor para el país: el que hace las mujeres mexicanas equivale al 17% del PIB en 2019. A esto nos referimos cuando llamamos a dignificar el trabajo del hogar. A esto se suma, que esta falta de igualdad refleja que se sigue dando prioridad al trabajo del hombre sobre la mujer. Aliya Hamid Rao de la London School of Economics, ha publicado un artículo sobre cómo incluso la asignación de espacios laborales dentro del hogar evidencia que la prioridad en los matrimonios sigue siendo la carrera de los hombres: son ellos quienes cuando trabajan desde casa lo hacen en espacios habilitados para ellos, mientras las mujeres trabajan en mesas de cocina, y sin las herramientas necesarias para el teletrabajo.

En México hemos empezado a dar pasos pequeños para esto. La reforma a la Ley Federal del Trabajo incluye algunas medidas en materia de igualdad de género. Falta seguir impulsando el tema del permiso de paternidad, para normalizar su uso, y ampliar los días que se tienen. Esto porque a pesar de que el tema de igualdad de género se incluye incluso en los tratados comerciales por ejemplo en el T-MEC donde se menciona la necesidad de avanzar hacia una igualdad de género en derechos laborales, falta implementar estas provisiones en escrito a la práctica. Este ha sido uno de los grandes retos a los que se enfrenta la igualdad entre mujeres y hombres: romper las inercias que mantienen la desigualdad.

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