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viernes, 26 abril, 2024
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De la barbarie pedagógica a la crisis educativa (primera de dos partes)

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Por: RAMIRO ESPINO DE LARA •

….Existe la necesidad de articular un gran
movimiento pedagógico nacional y plural,
más allá de las elecciones y los candidatos,
que piense qué tipo de educación necesita
el país para realmente transformarse.
Luis Hernández Navarro. La Jornada México. 27/mayo/21

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Año de 1966, sucedió en una escuela urbana federal, en un aula de tercer grado de primaria, con 22 alumnos aproximadamente, un maestro bárbaro y autoritario sin el más mínimo sentido de responsabilidad profesional y social, lo único que le caracterizaba a este “flamante” docente, era lo cruel e inhumano; se ensañaba con sus alumnos; en particular, su saña la acentúo con un alumno del grupo, un niño de escasos nueve años de edad, tímido, temeroso, con una parasitosis casi crónica y dolores intensos de cabeza, consecuencia, tal vez, de un golpe recibido cuando jugaba béisbol. Dicen que los perros huelen el miedo, ese niño siempre mostraba temor y pánico al maestro, éste, por supuesto, abusaba de esa condición.

Cierto día, “su maestro”, después de haberlo humillado y exhibido ante sus compañeros, lo llama al pizarrón, con ese pánico también crónico del niño, al acudir al “llamado” del maestro, se bloqueó mentalmente y no supo qué responder al planteamiento que se le hizo; sin más ni más, toma al niño de la mano de una manera violenta, rompió en llanto, llevándolo así hasta el domicilio donde vivía, toca la puerta, sale la madre del niño, de una manera despectiva, “el maestro” le dijo que le entregaba a su hijo, que lo pusiera a hacer cualquier otra cosa menos a estudiar dado que era un burro de primera, la madre le replico que se lo dejara y que ella sabría qué hacer con él.

Por supuesto, la madre lo llevó a una escuela urbana estatal, ahí, le cambió el panorama al alumno puesto que recibió de parte de su maestro un mejor trato. Aquél niño continúo con sus estudios, manifestando, por supuesto, dificultades para aprender pero mostrando una gran tenacidad para salir adelante; después, se convirtió en un docente, ejerció esta profesión por espacio de treinta y cinco años, siempre le interesó mantenerse en procesos de actualización permanente a lo largo de su noble labor. Cursó, aparte de su licenciatura, una especialidad, dos maestrías, dos doctorados, diez diplomados e innumerables cursos de formación y actualización docente; además, participó como asistente y ponente en congresos educativos en diferentes partes del país así como en la Habana Cuba y Costa Rica. Hoy, a sus casi 64 años de edad, solo le quedan, aparte de su pensión como jubilado, espacios de reflexión y análisis, estimado lector, haga usted lo propio sobre este caso.

Sin afán de exagerar en mi expresión, ¿cree usted que ese niño experimentó en carne propia acciones de salvajismo, crueldad y una total falta de comprensión por parte de “su verdugo”?, ¿vulneró la vida y dignidad de quien necesitaba solamente buen trato? Seguro estoy que como este caso, muchos se ven, y tal vez, se seguirán viendo. Hablando de cosas un tanto más terrenales, Gilberto Guevara Niebla, investigador en educación, publica en los años noventa, una obra a la que le tituló “La catástrofe silenciosa”, en dicha publicación, exhibe toda una serie de datos de orden cuantitativo dando los resultados en calificaciones que obtenían los alumnos de este país; por supuesto, datos desalentadores. El mensaje que el citado autor dio en ese momento, era que el sistema educativo mexicano iba en decadencia, se generó un gran debate al que le denominaron “pedagógico” y en el cual se analizaba la situación que privaba en las escuelas y, por supuesto, que dicha situación era motivo y consecuencia de la crisis educativa.

Consecuencia de los debates, se institucionalizaron varias reformas a los modelos curriculares de los diferentes niveles educativos, pensando tal vez, que con dichas reformas, los conocimientos de los alumnos se incrementarían y, se garantizaba así una mejor “educación”. lo que realmente se pretendía, era solamente el promover procesos didácticos “innovadores” para que se lograra de esta manera la acumulación de conocimientos, mismos que en muchas ocasiones no les eran significativos a los alumnos; esto no es educación, solo es instrucción.

Para cerrar esta primera parte, aludo a las sorpresivas declaraciones que la Conferencia del Episcopado Mexicano hizo en días pasados, asegura dicha conferencia que hoy día se vive una “catástrofe educativa”, agregan así, que estamos en una situación de emergencia no tan solo educativa, sino también sanitaria, económica y social. Reafirman que se requiere un Estado social que resguarde y promueva la educación, la salud, la seguridad y el bienestar. Con esto se deduce pues, que es de suma importancia tanto la educación no formal así como la formal, ante esta crisis educativa, tal vez, una de las mejores alternativas es que el Estado deje de ser rector de la educación dado que este solo ha servido como instrumento ideologizador, situación que ha dejado como herencia altos índices de corrupción en todos los ámbitos de la sociedad mexicana.

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