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viernes, 26 abril, 2024
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La pugna Hoyos/Romero (4)

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Por: LEONEL CONTRERAS BETANCOURT •

Continuando con la pugna del maestro Hoyos y el comerciante español Romero que devino en una demanda de este ante el Ayuntamiento de la ciudad de Zacatecas, acusándolo de no haber su trabajo como debería ser, al siguiente día de haber sido citado Joseph Manuel de Rábago, el siguiente testigo que el alcalde Perón mandó llamar fue al aguador Albino de Herrera, éste  declaró que por orden de su padre de nombre Juan María, entregaba al maestro 4 reales de agua cada semana como parte del pago del semanario de su hermano Gerónimo. En cuanto a los demás puntos, “no sabe ni ha oído decir cosa alguna, dado que sólo entra a la escuela a dejar el agua y luego sin demora se sale” (1).

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Con el fin de recabar la declaración del que por entonces era el síndico procurador de la ciudad, don Francisco Ignacio López de la Madrid, el escribano del cabildo, Miguel Alejo Ferrero, se trasladó a la casa de dicho funcionario. Al referirse a la denuncia de Romero, mencionó que lo plasmado en su testimonio era cierto, con excepción de los relacionado con lo de Bermúdez y Rábago, sobre lo que no podía opinar. Preciso que: “[…] el maestro don Miguel de Hoyos, cobra gratificación a algunos de los discípulos que tiene, y a los que no le contribuyen los abandona, lo que hizo presente en cumplimiento de su obligación al muy Y. (ilustre) Cabildo el año próximo pasado, y habiéndose corregido y apercibido al dicho maestro en la sala del ayuntamiento donde se portó con mucho desahogo, no ha tenido enmienda alguna” (2).

En su declaración, López de la Madrid agregó que sabía de buenas fuentes que, a los tres sobrinos de Thomás Corvera, los mandaba acarrear agua y hacer mandados, lo que lo orilló a sacarlos de la escuela. Como resultado de la “reconvención que le hizo el muy Y. Cabildo”, __continúa diciendo el procurador__, el maestro habló con los regidores a los que prometió dejar de exigir el pago del semanario por la fuerza. El procurador lo volvió a reconvenir en el sentido de que: “si sabía que no cumplía con su obligación, y con lo prometido de no llevar cosa alguna a los discípulos por la fuerza pues para eso le estaba hecha la asignación hecha por el Rey de sueldo y ración, y le había de poner en caso contrario de cabeza en el zepo” (3).

Inferimos pues, que, tras la reconversión del procurador, a los maestros les estaba prohibido extorsionar a los alumnos a cambio de tenerlos en la escuela. Sus ingresos deberían reducirse a su sueldo y la ración alimenticia. No obstante, esta más que documentado el hecho que a los hijos de los vecinos acomodados se les cobraba una cuota semanaria que para el caso que nos ocupa, era de 4 reales.

De nueva cuenta, el maestro aceptó la moción y habló con los regidores para reiterarles su anterior promesa. Sin embargo, al decir del procurador, el preceptor volvió a las andadas, ya que jamás cumplió su promesa. En virtud de lo anterior, López de la Madrid sugería que fuera retirado del ministerio debido a que no cumplía con su obligación el maestro de Hoyos, ocurriendo esto en “perjuicio del común”. 

El 21 de octubre, le tocó comparecer a José Manuel Bermúdez, mismo que dijo no saber nada sobre los particulares que contenía el escrito de la denuncia. De lo único que tenía constancia era de los abusos del maestro. En su versión mencionó que: “[…] habiendo puesto a su hijo José María Bermúdez en el colegio seminario de esta ciudad, se le dijo por los maestros que no estaba bien instruido en leer, con cuyo aviso pasó a ver al maestro don Miguel del Hoyo (sic.), para que lo perfeccionase y lo instruyese. Preguntándole cuanto le había de pagar semanariamente, le respondió que 20 reales, y pareciéndole mucho, le ofreció dos pesos, deseoso de que su hijo lograse el tiempo” (4).

Después de Transcurrido un año, el maestro lo instó para que sacará a su hijo del colegio, diciéndole que en su casa lograría lo que pretendía, pues ahí se encargarían de darle lecciones los hermanos del Padre Ortiz. Esta propuesta le pareció razonable al citado Bermúdez, confiando en que la promesa del maestro se haría efectiva, envió a su vástago con los hermanos del sacerdote sin sacarlo de la escuela. Durante casi un año, estuvo pagando de semanario un peso, pero al observar que su hijo no lograba ningún provecho, y, por el contrario, había olvidado lo poco que sabía, decidió ya no mandarlo con el maestro Hoyos. Otro de los cargos que Bermúdez hacia al maestro, fue el de que, en ocasión del día de San Miguel, “para pasar el día de su santo”, le pidió prestadas sus hebillas a su hijo. Al momento de reclamárselas, respondió que no se las devolvería, pretextando que más se le debía por su trabajo, cosa que Bermúdez desmintió ante el alcalde Perón, agregando que además de su sueldo semanario, lo había gratificado varias veces con algunos obsequios. O sea que el acusado, si interpretamos bien a Bermúdez, como luego se dice, había resultado ser un limosnero con garrote. De ser cierto lo declarado por el último de los testigos, don Miguel de Hoyos era un maestro ambicioso al que le gustaba el dinero. Para conseguirlo, recurría a cuanto artificio podía. 

Referencias:

AHEZ. Archivo Histórico del Estado de Zacatecas.

1 AHEZ. Fondo Ayuntamiento, Serie enseñanza, “Acusación de Bartolomé Romero contra Miguel de Hoyos, maestro de escuela de primeras letras”,1795., fjs. 4 y 4 v.

2 Ibid., fj. 4 v. 

3 Ibid., fj. 5.v.

4 Loc. Cit.., fj. 5.v.

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