Nos encanta pensar en la historia como un proceso lineal que viaja en una línea horizontal y sólo en un sentido. Otros lo piensan como un camino dirigido a la evolución, es decir, donde la humanidad avanza hacia la trasformación social con el claro objetivo de mejorar y sobrevivir, o quizá sobrevivirse.
Sin embargo, estamos ante la evidencia de que la historia es un camino que a veces avanza, otras, retrocede, luego da triples saltos mortales para repetir realidades ya vividas o para encontrar las soluciones a otras que aún no se plantean.
Es una línea que dibuja la historia es una línea curva que va, viene, se adelanta, se detiene, desaparece, surge, se hunde, vuela.
Hoy, la derecha clerical hace esfuerzos para retroceder a marchas forzadas. Exige en todos los medios a su alcance, planteamientos que dañaron a la humanidad en el pasado. Pensemos en los frailes españoles quemando los códices de los pueblos sometidos con el pretexto de que eran textos heréticos. León Portilla aseguró que esta quema fue con la finalidad de establecer “su versión oficial de la historia mexicatl”.
La derecha clerical y conservadora busca disfrazar de comunismo su intento para controlar nuestro pensamiento y evitar a toda costa que los combatamos en su control de la información y la riqueza del país.
Revivieron en nuestros debates el miedo de los dueños del país a que los trabajadores quieran acceder a mejores condiciones de vida y la distribución de la riqueza y con el pretexto de los libros de texto gratuitos, discutimos los prejuicios del marxismo.
Rescataron del olvido el Comunismo y todo aquello que no les gusta es comunista, aunque en la realidad, nadie haya hablado de los planeamientos, objetivos y utopías provenientes del marxismo.
El anti-comunismo no es más que el arte burgués del engaño en su fase demencial. El anti-comunismo no es una práctica abandonada, está vivo, hay muchos y de grados diversos.
Una de las aberraciones más groseras, en la ideología de la clase dominante, es el anti-comunismo obsesivo y criminal. Por cierto. El capitalismo convierte todos sus miedos en armas de guerra, incluso, ideológica.
Una de esas armas trata básicamente de fabricar calumnias, de fabricar mentiras sobre la política y los objetivos del pensamiento libertario y democratizador y, fundamentalmente, luego de satanizar, gastan fortunas para desprestigiar cualquier idea a favor de los trabajadores, de las mujeres, de los grupos vulnerables desprestigiar y buscan enlodar las ideas que construyen justicia.
Los anti-comunistas usan todo lo que está al alcance de su imaginación enferma para confundir a los pueblos, para asustarlos y hacerles creer que el proyecto de país que la mayoría de los mexicanos y mexicanas escogimos es un error pues la idea de justicia, libertad, equidad y bienestar es obra del demonio y que ellos, como si fuesen un Dios, están en el mundo para “salvarnos” de toda tentación. “Salvarnos” incluso reprimiéndonos y matándonos.
Para lograr sus fines satanizadores, ellos necesitan reducir nuestro proyecto transformador en una caricatura simplona y en una falsa etiqueta de comunismo, ante la cual, la verdadera alternativa humanista que tenemos, la verdadera salvación del mundo y sus ecosistemas, sea sólo ensueño y una ilusión maligna que, por supuesto, sólo ellos pueden conjurar.
La discusión que quieren dar, utilizando los libros de texto como pretexto, es la imposición de un modelo donde nadie, salvo ellos, tiene el derecho de decir a los mexicanos y mexicanas, cómo pensar. Ellos luchan por el derecho divino de decirnos que debemos soportar que ellos sean los dueños del país y que decidan por nosotros qué pensar, qué consumir, por quién votar, a quién amar, cómo vestir (es decir, nuevamente qué comprar), qué soñar.
Luchamos por nuestro derecho a ser libres y ellos, desde su clericalismo, no podrán detener el cambio que ya comenzó.
