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jueves, 28 marzo, 2024
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¿Lo motivó el debate? Órale

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Por: RENÉ LARA RAMOS •

Al igual que en otras partes del mundo, en México, de pronto llegan fechas con compromisos institucionales tan fuertes, con los que hay que cumplir por ser ineludibles de realizar periódicamente en todos aquellos Estados que se precien de ser democráticos como son los procesos electorales, en los cuales, si algo sucede con regularidad y con un más o menos consistente compromiso democrático son las elecciones, nada menos que las de sus autoridades, de todo tipo, siendo la más relevante de todas, la de Presidente de la República o del Ejecutivo, cuyo hálito preside y permea de muy distintas maneras, en todo el país, sin menoscabo de singularidades, luego tremendas por múltiples circunstancias que matizan con sus peculiares regiones y culturas un ámbito nacional al que se quiere ver en movimiento continuo social, cultural, económico, político, etc., y cuyas instituciones están sujetas en lo más general por la Constitución de la República y presidido todo eso por, faltaba más, un Presidente de la República, al quien también somete a promover periódicamente, el organizar y realizar, los procesos electorales, constituyentes de todo tipo de autoridad, con el fin estricto de que esa autoridad, tenga la consistencia, fuerza y vigencia, para que el entramado institucional construido y en permanente movimiento, permita, garantice algo fundamental, no sólo su funcionamiento institucional permanente sino ¿facilite su ser y devenir para estar al día en cuanto a la atención de las exigencias que los mexicanos dirigen a hacia sus instituciones y son de distinto tipo según el ámbito de vida y realidad nacional que les toca atender como servicio público para todos los mexicanos.
Para ello es fundamental atender y mantener activo el Estado y con él, el Gobierno, encargado de desempeñar las distintas tareas institucionales. ¡UPS! Aquí viene al caso la relevancia que en un Estado Democrático cobra la autoridad, a la que a diario se debe someter a trabajo y supervisión y periódicamente a informar, según las instituciones correspondientes, y hasta convocar a renovar a las autoridades que presiden y mantienen en movimiento, no sólo servicios, sino, como es de esperarse, aquellos procesos de gobierno que presiden, precisamente, las autoridades (democráticamente) designadas, pues su designación, para algunas, no es meramente administrativa sino sobre todo política y según el rango y la calidad, serán la amplitud del radio en el cual accionarán con Poder.
Poder por tanto que tampoco es único, sino constituido y organizado según la función y rango a desempeñar, sea Legislativo, Ejecutivo o Judicial. Complejo entramado de un Poder, que luego requiere para su nombramiento y desempeño hasta de una elección para que sea más visto el carácter democrático con el que se debe investir para imperar en la generación y operación de nuestras instituciones. Algunas exigen que sus autoridades sean nombradas mediante procesos rigurosos de elección, además de quedar sujeto a escrutinio o sanción su desempeño no sólo pues su regulación, pública, porque algunas sólo podrán ser autoridad mediante elección. Asunto que requiere, para el caso de México, del IFE, cuya soberanía facilita garantizar un juego político con mayor profesionalidad y equidad, dependiendo del o de los cargos que estén en juego, sean ejecutivos o legislativos.
La complejidad institucional tiene aspectos y momentos instituyentes, cuya complejidad y alcance varían la intensidad misma con la cual se constituyen y despliegan los actores políticos, institucionales, sean los partidos políticos, las organizaciones de ese tipo, los puestos en juego, etc. Un evento señero de ese tipo, lo es, sin duda, la elección del Presidente de la República. Su relevancia requiere de una organización específica que se debe transitar para acceder a él y un partido político, cuya constitución en México hasta hoy ha sido modulada con pertinencia y suficiencia por el Instituto Federal Electoral, institución clave que lo mismo reúne alta profesionalidad con un acceso y una representatividad suficientes y más cara a mantener un carácter democrático, por encima de cualesquier matiz partidario.
Quien quiera ser Ejecutivo en México, tiene que someterse a procesos democráticos normados y regulados democráticamente para bien de todos. A lo mejor, hasta por eso se instauran debates entre los candidatos aspirantes al Ejecutivo o a los ejecutivos locales, como eventos para difundir, conocer propuestas y procesar diferencias con carácter público, todo ello, con antelación suficiente a la elección, tanto por la organización requerida para un relevo de gobernantes, y también como hito, por tanto, como paréntesis que permite a las campañas políticas, pensarse, rehacerse, crecer, modificarse en distintos sentidos; mejor, si se hace de cara al electorado que puede salir beneficiado al momento de decidir el ciudadano su voto, con el acercamiento previo que le haya ofrecido la imagen misma de lo que está en juego hasta por medio de debates en los que luego se da hasta la constitución de la elección de cada uno o hay traspiés, golpes, bajos o altos, y con una, veces, hasta intensa campaña de medios, mediante la cual se puede magnificar, minimizar o neutralizar, a los aspirantes entre sí, sobre todo, cuando son varios los aspirantes al cargo de Presidente de la República, pidiendo estos ser primerizos o ya experimentados por haber participado en un proceso anterior.
En concreto, muy en concreto, ¿cuántos y cuáles candidatos a la Presidencia de la República han hecho propuestas para contener el neoliberalismo y generar alternativas o una que sea diversa, creíble, realizable y arroje resultados en un horizonte de plazo medio? ¿Un año para iniciar a ver resultados, concretos y consistentes, en educación, economía, cultura, política, etc., del nuevo sexenio por iniciar? La reorientación requerida es clara: ya no se trata de ganar la elección presidencial – federal y ponerse a vegetar un sexenio, ¿sin gran novedad o sin novedad alguna? Al contrario, se trata de operar, con la mente fría y como tortugas con lumbre, para rediseñar o diseñar modalidades novedosas con capacidad para generar incrementos crecientes de complejidad con base en el rediseño local, regional, nacional, de una modernidad hecha por México y para México, por mexicanos, capaces de iniciar a cimentar períodos de gobierno productivos en democracia y en bienestar. Izquierda, centro, derecha y “libres”, pueden, deben concurrir, sólo así, avanzando, creando, inventando, desarrollando, todos y todas las opciones podrán tener cabida política y credibilidad en el futuro entorno democrático, en el que los mexicanos deben sentirse convocados y así se sientan y concurran a construir un México con crecimiento y desarrollo, económico, político, cultural, humano, etc.
Se llevó a cabo el segundo debate presidencial y por primera ocasión no se realizó en la Ciudad de México. Fue sede la Universidad Autónoma de Baja California, campus Tijuana. El Instituto Nacional Electoral promovió la participación de los ciudadanos que, en esta ocasión, hicieron seis preguntas a los candidatos, a las que respondieron Jaime Rodríguez “El Bronco”, José Antonio Meade, Ricardo
Anaya y Andrés Manuel López Obrador. Fueron moderadores los periodistas Yuriria Sierra y León Krause.
El tema general fue México en el mundo y los subtemas debatidos fueron comercio exterior e inversiones; seguridad fronteriza y combate al crimen trasnacional; y derechos de los migrantes.
Con un formato novedoso y las preguntas del público los candidatos respondieron de frente, en virtud de que no hubiera sido bien visto que evadieran las respuestas que solicitaban los ciudadanos seleccionados.
Fue un debate reiterativo, aunque las expectativas de los ciudadanos eran altas, el bajo nivel de los candidatos puso en evidencia su incapacidad para generar ideas nuevas. Los cuatro repitieron lo que han dicho por meses y años. Acudieron a las formulas que conocemos para descalificarse.
FOTOS | Los MEMES del 2o. debate presidencial
Para José Antonio Meade y Ricardo Anaya, este segundo debate presidencial fue la oportunidad para avanzar en su afán de alcanzar a López Obrador en el primer lugar de las preferencias electorales. Si el resultado de las encuestas de los siguientes días no arroja el avance significativo de alguno de los dos o la caída del candidato de Morena, entonces será muy difícil que el resultado final, el 1 de julio,
sea diferente al que ya se perfil ■

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