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jueves, 18 abril, 2024
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Las Normales Rurales: lucha, resistencia y olvido

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Por: RAMIRO ESPINO DE LARA •

En MEMORIA por la desaparición
de los 43 estudiantes normalistas
rurales de la escuela Raúl Isidro
Burgos de Ayotzinapa, Guerrero.
Sucesos del 26 y 27 de septiembre de 2014

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La primera Escuela Normal Rural (ENR) fue fundada en 1922 en Tacámbaro Michoacán por el primer Secretario de Educación Pública, José Vasconcelos, la finalidad era la de promover e impulsar la formación de maestros campesinos; este decreto de creación fue una manifestación para honrar a la Revolución Mexicana (1910), como un proyecto cultural que buscaba transformar la vida de las comunidades rurales. La conformación del estado posrevolucionario se dio en el marco de la reforma agraria, el proceso de formación de maestros, se conjugó con la de técnicos agrícolas con la finalidad de que se consolidaran como líderes, personas autónomas y responsables, conocedoras de los artículos constitucionales para asesorar y amparar no solo a los campesinos, sino también a los obreros y otro tipo de trabajadores.

En los años treinta, las ENR recibieron un fuerte apoyo por parte del General Lázaro Cárdenas del Rio, sin embargo, estas instituciones eran rechazadas por la iglesia y grandes hacendados, los “religiosos” les llamaban “las escuelas comunistas”; el conflicto religioso era tal que, el clero amenazaba con excomulgar a las familias de quienes se inscribieran en las Normales Rurales. Es así como surge la guerra cristera, en ella, los alzados católicos y los agraristas se enfrentaron en una lucha encarnizada, vieron siempre a los agraristas como enemigos de la iglesia, de caciques y grandes comerciantes; los conservadores se atemorizaron cuando en el año 1934 se modificó el artículo tercero de la constitución, en dicho artículo se estableció que la educación que impartiera el Estado, sería socialista, incluso, se añadieron al plan de estudios algunas asignaturas que versaban sobre el materialismo histórico.

Históricamente, las ENR se han caracterizado por ser muy combativas, surgieron como consecuencia de movimientos sociales y/o revolucionarios y no tanto por iniciativa gubernamental, no eran prioridad de los gobiernos, siempre estuvieron alejadas del sistema, incluso en el olvido; no les asignaban presupuesto, motivo por el cual se les dificultaba subsistir, tal fue el olvido que los programas se elaboraban en las propias escuelas. Con ello, no se trastocaba del todo la autonomía académica ni el autogobierno democrático, participaban todos los integrantes de la comunidad escolar. Algo un tanto sorprendente, es que en los primeros años de fundación de estas escuelas, a los aspirantes a ingresar se les pedía un certificado de pobreza y otro de pureza ideológica, entre otros requisitos.

Todo el apoyo que Lázaro Cárdenas del Río (1934-1940) les brindó a las Normales Rurales, prácticamente se lo quitó su sucesor Manuel Ávila Camacho (1940-1946), con el cambio, quedaron en el olvido estas escuelas formadoras de docentes. Las Normales Rurales empezaron a resultar incómodas para los gobiernos que buscaban recomponer las relaciones con los terratenientes. Durante el periodo de Miguel Alemán Valdés (1946-1952), la situación se agravó todavía más puesto que dicho presidente privilegió la industrialización a costa de la sobreexplotación rural, en estas escuelas los estudiantes eran catalogados como comunistas y las escuelas como viveros de líderes rojillos; los presupuestos empezaron a reducirse y la política de abandono se hizo oficial.

Las ENR vienen siendo espacios de formación de maestros rurales –aunque muchos trabajan en escuelas de ubicación urbana o semiurbana- para nivel primaria, la condición para que ingresen a espacios como estos, es que cuenten con una gran carga política y social, estas instituciones son consideradas como bastión de políticas posrevolucionarias. Por esta razón, los alumnos y maestros frecuentemente se encuentran en plan de lucha, su método de lucha es iniciar con la gestión y terminar con la presión; actualmente solo han supervivido diecisiete ENR, estas, han endurecido su método de lucha, se dan confrontaciones entre alumnos y elementos de seguridad pública y sus instrumentos de lucha son palos, piedras, bombas molotov, y, por el otro lado, gases lacrimógenos, disparos de armas de fuego y disparos de balas de goma.

En síntesis, cierto es que las ENR fueron un legado de la Revolución Mexicana, su impulso y crecimiento se dio entre 1922 y 1940, después, se les restó méritos, mismos que se mencionan en el párrafo inmediato anterior. Para un estado conservador y controlador, estas escuelas mostraban un alto grado de combatividad y, a decir de los gobiernos destructores y faltos de conciencia, no representaban la lucha social que el país requería; mientras José Vasconcelos les llamaba maestros campesinos en pro de una vida digna, la iglesia les llamaba “escuelas del diablo”. En la época más crítica, a toda costa querían desaparecer las ENR, fueron la política neoliberal y el estado capitalista quienes prácticamente las destruyeron.

Hoy más que nunca son necesarias este tipo de escuelas, toda vez que sus ejes formativos podrían dar pauta a la conformación de un modelo curricular cuya visión sea la de promover la formación de maestros con sentido y responsabilidad social, nuestras escuelas, sean o no rurales, merecen tener maestros sensibles y comprometidos socialmente.

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