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domingo, 19 mayo, 2024
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Estado lastimoso de la instrucción en Pinos, Mazapil y Nieves

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Por: LEONEL CONTRERAS BETANCOURT •

El historiador zacatecano Elías Amador sostiene, en su muy referido libro, que: el estado lastimoso que guardaba la educación en la Intendencia zacatecana, en el tránsito de los siglos 18 al 19, se reflejaba por el hecho de que existían subdelegaciones como la de Sierra de Pinos, en donde no había una sola escuela en toda su demarcación. Habían existido tiempo atrás, cuando los curas y maestros doctrineros, más que enseñar a leer a los naturales, se preocupaban por inculcar los preceptos de la doctrina cristiana y el idioma castellano. En ninguno de los pueblos, haciendas o rancherías (que no eran pocos) había escuelas por la simple razón de que no se conseguían maestros. A lo único que se reducía la instrucción era a la enseñanza de los rudimentos de la religión a cargo de “una u otra mujer anciana” (1) que, catecismo en mano, hacía recitar las oraciones a los niños, cuyos padres ponían en sus manos. Por tales motivos, quien fungía como subdelegado en el año referido, José Ignacio de Herrera, en noticia que envió al intendente interino José de Peón Valdez, le hacía ver que: “Se carece de un maestro hábil dotado de buenos y sanos principios de educación civil y cristiano que posea la ortografía y la aritmética. De tal conducta que con ella solo recomiende su Doctrina y que, renunciando estas precisas y preciosas cualidades, sea capaz de formar unos jóvenes que algún día honren a la Patria. Si la superioridad llevase a bien la fundación de una escuela pública, el derecho de entradas que se cobra en esta alhóndiga podrá cubrir el pago de la dotación de un tal maestro como se ha propuesto y se necesita” (2).

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Aunque el subdelegado se refería sólo a la cabecera de su partido, aprovechaba la ocasión para dejar claro el perfil, virtudes de por medio, que debería de poseer el maestro; a saber, cristiano y de una cultura por encima de la del promedio de sus contemporáneos. Así mismo, el subdelegado sugería la fuente de donde se sacarían los recursos pecuniarios para el pago del sueldo del maestro. Sin embargo, mediante la decidida participación de Vicente de la Rosa, a la sazón subdelegado o jefe político del Partido, quien encabezó y cooperó (e incluso facilitó la cantidad faltante en calidad de préstamo) con dinero de su bolsillo, entre 1801 y 1802, la cabecera municipal de Sierra de Pinos, una vez concluida con la reedificación de una finca, se hizo posible la fábrica material de la primera escuela pública de primeras letras con la que contó ese lugar.

En situación similar a la de Sierra de Pinos, antes de que ocurriera la apertura de su escuela, se hallaba Mazapil. Su subdelegado, Salvador de Rivas, comunicaba al intendente Peón Valdés, que en su partido “no había escuelas, y que los naturales vivían en una lamentable ignorancia” (3).

Por su parte, Pedro José Martínez Murguía, autoridad política de Nieves, daba cuenta a su superior haciéndole saber que en dicha subdelegación había algunas personas que, a título personal, se ocupaban de la enseñanza de grupos de niños, “[…] siendo de cargo de los padres de estos, la satisfacción de sus trabajo al maestro, y por esta razón los hijos de aquellos pobres que no alcanzan para pagar su cultivo, se quedan con notable lástima sin la más leve instrucción, por no haber fondo que pueda sufragar este gasto” (4).

En Nieves, las únicas escuelas, si es que se les puede llamar así, que había, eran de tipo particular. Por lo demás, en este partido, a lo largo del siglo XIX, la enseñanza elemental privada se mantuvo, pues era mayor el número de escuelas de este tipo que existían por encima de las públicas. Esta, por lo demás, sería una característica que se prevaleció a lo largo de por lo menos la primera mitad del siglo XIX. Esto no era sino parte de la enseñanza libre.

Un poco menos deplorable era la situación del Partido de Fresnillo en donde operaban varías escuelas. En la que había en la cabecera, se enseñaba, además de la obligada doctrina cristiana, los demás ramos de las primeras letras como eran los de leer, escribir y contar. 

Referencias:

1. Elías Amador, Bosquejo histórico de Zacatecas, Ed. Partido Revolucionario Institucional, Zacatecas, México 1982, pp. 108 Y 109. 

2. Ibíd., p. 109.

3. Loc. cit.

4. Ibid., pp. 109-110.

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