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viernes, 19 abril, 2024
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López Obrador y la clase media

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Por: LUCÍA MEDINA SUÁREZ DEL REAL •

Clase media
Medio rica
Medio culta
Entre lo que cree ser y lo que es
Media una distancia medio grande

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Desde el medio
Mira medio mal
A los negritos
A los ricos
A los sabios
A los locos
A los pobres

Si escucha a un Hitler
Medio le gusta
Y si habla un Che
Medio también

En el medio de la nada
Medio duda
Como todo le atrae
(a medias)
Analiza hasta la mitad
Todos los hechos
Y (medio confundida)
Sale a la calle con media cacerola
Entonces medio llega a importar
A los que mandan
(medio en las sombras)
A veces, sólo a veces, se da cuenta
(medio tarde)
De que la usaron de peón
En un ajedrez que no comprende
Y que nunca la convierte en Reina

Así, medio rabiosa
Se lamenta
(a medias)
De ser el medio del que comen otros
A quienes no alcanza
A entender
Ni medio

Unos dicen que así describía Mario Benedetti a la clase media, otros dicen que es un texto de Daniel Cézare, lo cierto es que bien pudieran ser las palabras del presidente Andrés Manuel López Obrador según lo pronunciado en una conferencia de prensa la semana pasada.

Con el personaje en cuestión no se sabe, a veces crea estas cortinas de humo de verborrea incendiaria que dan tema de conversación durante algunos días, luego de los cuales, cuando el humo se disipa, puede encontrarse medidas extraordinarias de las que escandalizan y provocan el grito de “Venezuela”, o acuerdos impensados que la pólvora oral no dejó ver.

Pero a veces la acrobacia verbal sale mal, la expresión desafortunada se roba titulares, y las luces de bengala terminan provocando incendios que contraponen innecesariamente al presidente con sectores con los que en otro momento pudo haber tenido simpatía.

Cuando eso sucede, con el apoyo mediático siempre dispuesto a colaborar, no hay particularidades que valgan. Se omiten los atenuantes como “un sector”, “una parte”, “algunos”, “con sus honrosas excepciones”, “en su mayoría”, etcétera. En los titulares no caben, y en los comentarios en redes sociales se omiten, y todo análisis que lo recuerde se asume justificativo.

Pero la clase media que describe AMLO existe, no ya quizá como una categoría meramente económica sino sociológica. Desde ahí comienza su complejidad, porque en ella se asumen millones de mexicanos, aun los que tienen carencias más básicas que sus similares de otros países, los que carecen de medios de producción, o los que tienen ingresos menores que trabajadores que consideran “abajo”, es decir en empleos mejor remunerados, pero de menor posición social.

Es la categoría en la que se asumen muchos que, en parte con razón, piensan que sostienen al mundo. A los de arriba porque en las alturas se evaden mejor los impuestos, se accede a la información privilegiada que da buenas inversiones y se tienen los contactos que dan facilidades. No por sostenerlos se les ve necesariamente con desprecio, sino al contrario, se intenta pertenecer a ellos y se procura su compañía; se les da regalos caros, se mete a los hijos a las escuelas donde puedan convivir y tener “el roce”, y si se puede se procura sus restaurantes, clubes y antros.

A los de abajo por el contrario se les ve en el mejor de los casos con benevolente verticalidad descendente. Se les trata con cordialidad cristiana, pero con distancia propia del que sabe “que no somos iguales”. Se les habla de tú, y se les da consejos, se les enseña el mundo y a tomar los cubiertos, incluso si no son “confianzudos” hasta se les invita a la misma mesa y se habla de ellos “como parte de la familia”, aunque se les niegue seguridad social, y se les regateen los derechos políticos asumiendo que si reciben un apoyo gubernamental sería mejor que no votaran.

Es esto último lo que mejor describe la categoría sociológica a la que embiste López Obrador y que asume como su oposición: los que piensan que quien recibe la pensión universal no debería votar, aunque al mismo tiempo ellos patrocinan campañas esperando recibir contratos gubernamentales.

Son expresiones como estas las que dejan ver que la definición es ideológica y cultural, aunque erradamente quiere verse como económica.

Es esa clase media la que se pretende desmontar, la que cree que la buena fortuna (económica incluida) es un asunto individual, de “ponerse a jalar”, de levantarse temprano y echarle ganas, sin considerar los privilegios que permiten un contexto que haga que “poder” sea sólo cuestión de “querer”.

La embestida es contra el mejor público del discurso de la meritocracia que tiene en el gobernador electo de Nuevo León a su mejor estandarte, y en Palacio Nacional a su peor pesadilla.

Se trata, de forma torpe quizá, de reafirmar las primeras cinco palabras de su slogan de campaña: “por el bien de todos, primero los pobres”.

No se trata pues, del rompimiento de López Obrador con una aliada, sino la reiteración del discurso que lo ha hecho popular y le ha dado el triunfo en las urnas: el de la justicia social que merecen los que se cansaron de la condescendencia.

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