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miércoles, 24 abril, 2024
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Naturalizar la desgracia

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Por: ALBERTO VÉLEZ RODRÍGUEZ • ROLANDO ALVARADO FLORES •

En un interesante artículo, “Las posiciones neoclásicas de Banxico” (La Jornada Zacatecas, 2/08/21), Arturo Huerta González recuerda que el crecimiento económico “necesita de baja tasa de interés, incremento del gasto público y tipo de cambio competitivo”. Si se buscan datos respecto a estos indicadores se puede construir una imagen tentativa de la política económica del actual gobierno. Respecto de la tasa de interés, el Banco de México (BM) decidió incrementarla de modo paulatino a lo largo de 2021 hasta llegar a 5.25 % en diciembre (Expansión, 14/07/2021). La razón de ello es la persistencia de una inflación de 6 %, el doble de la esperada. Desde abril las autoridades, en particular el presidente de la república, sostuvieron que es un fenómeno pasajero: “Va a bajar, es un asunto transitorio” (El Financiero, 22/04/21), así que la expectativa era que no se requería tomar ninguna medida. Posteriormente se tuvo, en BM “una preocupación más grande sobre las presiones inflacionarias y el riesgo de que estas no sean tan transitorias como se preveía hace algunos meses” (“Prevén que el Banco de México suba tasa de interés de referencia por alta inflación” La Jornada, 26/07/21). En relación al gasto público la pandemia permitió observar la respuesta del gobierno (y por ende su ideología subyacente) ante la necesidad de una erogación significativa. ¿Cómo?, mediante el tipo de política, contracíclica o prociclíca, que instrumentó frente a la ralentización del proceso económico de la sociedad mexicana en su conjunto como resultado del confinamiento. Mientras que otros países destinaron porcentajes significativos del PIB para paliar la contracción (e. g. los Estados Unidos ofrecieron un paquete de medidas equivalente al 18 % del PIB) en México la decisión fue utilizar un 1 %. De acuerdo con A. S. Díaz Ceballos (“Teoría económica, crisis y austeridad” blog de Nexos, 27/07/21) esta medida, junto a un gasto público menor al presupuestado en 2020, llevó a una contracción del gasto operativo del gobierno en un 75 %. El autor de esta referencia, en la que se pasa breve revista a las modificaciones de la teoría económica a lo largo del siglo XX, se pregunta con base en qué doctrina se privilegió el equilibrio fiscal si el paradigma neokeynesiano dominante postula que el Estado debe controlar la demanda agregada. Un tipo de cambio competitivo por lo general significa “devaluación”, el dólar debe encarecerse en México para estimulas las exportaciones. Dólares caros en pesos implican que los productos nacionales tienen precios bajos en un mercado cuya moneda sea el dólar, por tanto, la demanda de estos debería crecer. Ahora, el valor de la moneda mexicana está asociado al valor del dólar americano porque, para mantener fijo este tipo de cambio, el BM compra y vende dólares para paliar las fluctuaciones periódicas. Según se desprende de las múltiples declaraciones del presidente de la república, uno de sus logros es la estabilidad del tipo de cambio. Cierto, fluctuó con violencia durante el periodo de confinamiento, en abril de 2020 el dólar costó hasta 25 pesos, pero ahí sí se mostró un fenómeno transitorio. Con los elementos previos parece claro el panorama que dibuja Huerta González: un tipo de cambio competitivo estimularía las exportaciones, una baja tasa de interés generaría mayor inversión y esa inversión, junto a un mayor gasto público deficitario, se traduciría en crecimiento. Ni la devaluación de la moneda, los prestamos baratos o la deuda gubernamental deben producir temor, porque todos estos elementos juntos llevan al crecimiento de la economía y a que todos se beneficien. Aplicar restricciones al gasto público, elevar el valor de los prestamos y mantener estable la moneda son políticas neoliberales que benefician al capital especulativo trasnacional. Así lo escribió: “En nuestro país el gobierno no trabaja con gasto público deficitario para expandir el mercado interno e impulsar la inversión privada y el empleo, y el banco central no expande la liquidez, ni compra deuda pública, ni baja la tasa de interés a niveles cercanos a cero, sino se ciñe a los dictámenes de las calificadoras internacionales de austeridad fiscal, reducción de la deuda y estabilidad del tipo de cambio a favor del sector financiero” (La Jornada Zacatecas, 19/07/21). Entonces resulta sencillo responder la cuestión hecha más arriba: ¿sobre la base de qué doctrina se privilegia el equilibrio fiscal, la estabilidad cambiaria y las tasas de interés elevadas? El economista muerto que respalda la austeridad como fundamento de la política económica es Friedrich Hajek. Una exposición directa de sus doctrinas, para el caso de México, está en el capítulo III de Héctor Guillén Romo “El sexenio de crecimiento cero” (Era, 1990). Rafael Lemus, al final de su libro “Breve historia de nuestro neoliberalismo” (Debate, 2021) afirma: “el peligro que se asoma en el horizonte no es tanto la continuidad del neoliberalismo como el de su completa naturalización” ¿De qué manera se lograría esta? Todos los días se escucha, desde la máxima tribuna del país, que la austeridad ofrece muy buenos resultados, gracias a esta hay programas sociales. También se ponderan las virtudes de la pobreza y se condena el consumismo. Estos son dogmas neoliberales, así se naturalizan sus virtudes a la vez que se condena el neoliberalismo como monstruo abstracto ya perimido.

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