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viernes, 19 abril, 2024
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‘Santuario’ de Joshua Gil, un documental-fantástico

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Por: CARLOS BELMONTE GREY •

La Gualdra 432 / Desayuno en Tiffany’s, mon ku / Cine

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Entre los festivales anulados por la contingencia por el Covid-19 estuvo el CineLatino de Toulouse (cuya presentación hemos hecho hace tres semanas). Este año había una importante participación de mexicanos. Y no era en vano, Santuario (Sanctorum) del director Joshua Gil se llevó los premios de la crítica especializada, el Fipresci (Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica) y el del Sindicado Francés de la Crítica Cinematográfica; reconocimientos que ponen en valor la obra sobre todo si se piensa que es un festival centrado en cine hispanoamericano y posiblemente el más importante del mundo.

Nosotros vimos la película, en plataforma, y cosa rara de quien esto escribe, con la familia (padres y pareja). Digo rara porque esas películas de “intelectuales” como que no atraen. Hacia el final, las secuencias en la sierra, la mezcla de documental y fantástico, el niño perdido, hizo que todos se quedaran hasta atentos para decirme “para qué ver algo tan triste, pero qué bonito”.

Entonces fijamos una cita Zoom con Joshua Gil, el director. Inicialmente estaba planeado como algo cortito, de 15 minutos, que se fueron a más de 50. Lo primero era entender qué tipo de documento es Santuario: “es un documental fantástico” filmado en la sierra norte de Oaxaca, en los pueblos de Tlahuitoltepec y Huitepec, con niños, mujeres y hombres del pueblo y con narcos de la zona. Hablada completamente en mixe.

La historia nació por una nota que leyó en un periódico en el 2015 que denunciaba que en el campo mexicano había mujeres y niños trabajando en el cultivo de amapola y mariguana. Entonces quiso mantener lo hecho en su anterior trabajo La maldad (2015), y crear un documento sobre estos grupos vulnerables y la persecución de militares y narcos.

La película se filmó durante dos etapas: la primera de siete días con solo 4 personas porque estaban en los campos de mariguana, con reglas muy estrictas, tanto que no sabe el lugar en donde se encontraban porque entraban con los ojos vendados; y el resto en Tlahuitoltepec, en las casas y los bosques, durante varias semanas para tomar imágenes y para convertirse casi en parte del pueblo evitando tocar la realidad.

La realización de Sanctorum se hizo prácticamente sin guiones, Gil dice: “soy más de la intuición, a través de escaletas y unas 20 páginas. Solo tengo el desarrollo y final, y las cosas interiores son intuiciones”.

Fotograma de Santuario (Sanctorum), del director Joshua Gil.

Un documental fantástico
Decir que todo es real, que es un retrato de la violencia y de la explotación de los indígenas mexicanos sería tan solo hablar de uno de muchos, pero los recursos fantásticos para incorporar leyendas y cosmogonías llevan la narración a un nivel distinto de la superficie de la realidad, lo introducen en las cabezas y en los bosques.

Así, Santuario tiene dos niveles: el primero es la intimidad con la población, las secuencias dentro de las casas en total silencio con los personajes solo viéndose y comiendo, y de vez en vez manifestar su temor por algo qué va a pasar; o bien, la intimidad de poder entrar a filmar, a ras de piso, los cultivos de mariguana.

El segundo es la recreación de la cosmovisión y la invención de una historia guía, la de un pueblo que se resiste a ser desplazado por narcos y soldados. Gil se mete en los bosques y da vida a unos hombres en llamas, los míticos héroes que vuelven para defender o exterminarlos a todos y recuperar las sierras, es el fin del mundo.

Joshua Gil no buscó recuperar la cosmovisión de un pueblo en específico sino contar una historia del fin del mundo desde la mitología mexicana, por eso incluyó xoloitzcuintles y hombres de fuego.

El reto era cómo mantener ese doble discurso: pasar de un tono documental a un tono fantástico, cuidando que no se rompiera el hilo, que no se viera partido en dos partes que pudiera en el camino perder la atención del espectador. Tuvo que cuidar la realización de los muy sutiles efectos especiales que él nunca había hecho (debe haber unos 80 o 90) para que no se notara y se mantuviera siempre el tono documental. Y finalmente, conseguir introducir un componente político fuerte: al ejército como violador de derechos y a un profesor que da clases de los hermanos Flores Magón.

Sanctorum es una película que nos prueba que se puede contar la realidad con solo imágenes.(1)

(1) Aquí puede ver el tráiler: https://www.facebook.com/196348863756973/videos/452699538690684/?v=452699538690684

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