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jueves, 28 marzo, 2024
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Sociedad de consumo, exclusión y criminalidad

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Por: RAYMUNDO CÁRDENAS HERNÁNDEZ •

Los hechos de violencia más recientes han provocado que muchas personas se preguntan cómo fue que se produjo la descomposición social que provoca tales niveles de salvajismo y crueldad. Hoy trataré de exponer una síntesis del pensamiento del sociologo polaco Zigmund Bauman que puede ayudar a responder esa interrogante. De acuerdo con el autor, el mundo de hoy se caracteriza por una nueva condición humana: la del individuo como producto deseable y atractivo disponible en el mercado y promocionado por sí mismo. Ser el promotor del producto y el producto mismo que se promueve se ha convertido en la esencia de la nueva sociedad de consumidores que, a diferencia de la anterior sociedad de productores, recicla a sus miembros bajo la forma de bienes de cambio capaces de atraer clientes y generar demanda.

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Define el consumismo, en primer lugar, como un atributo de la sociedad conformada por individuos cuya capacidad de querer, desear o anhelar ha sido separada o “alienada” de ellos mismos y transferida a los aparatos de publicidad de las corporaciones. A su vez, esa capacidad se convierte en la principal fuerza que pone en movimiento a toda la sociedad de consumidores. El autor también argumenta cómo en el neoliberalismo la política ha sido colonizada por la lógica de los mercados hasta alegar que los sujetos son consumidores por naturaleza, que consumir es ese derecho humano primordial que subyace a todos los derechos ciudadanos.

En el consumismo, el consumo ha desplazado al trabajo como principal actividad generadora de la sociedad. La felicidad no está determinada por la satisfacción de los deseos ni por la apropiación y el control que aseguren confort, sino más bien por un aumento permanente en el volumen y la intensidad de los deseos, lo que a su vez produce una cantidad inmensa de productos creados para el desecho y la sustitución, causando un grave daño ambiental. El autor enfatiza en que la presión sobre los consumidores no consiste en adquirir y acumular sino en eliminar y reemplazar lo más rápido posible. Ello determina hasta las relaciones humanas.

Antes, la fábrica y el campo se dedicaban al manejo y control del cuerpo de sus miembros. En contraste, la sociedad de consumidores concentra sus fuerzas de coerción en el manejo del espíritu. No reconoce diferencia de edad o género y aún más, por extraño que parezca a simple vista, tampoco de clase. En la sociedad consumista el propósito fundamental y decisivo del consumo es elevar el estatus del consumidor al de un bien de cambio vendible, e imponer la idea de que en esta sociedad el desempeño eficiente del consumidor recae sobre la responsabilidad de cada uno, de ahí que la exclusión de millones se debe solamente a su incompetencia personal, lo que descarta toda causa de raíz social.

A su vez, esta concepción neoliberal conlleva un nuevo planteamiento de la pobreza, la exclusión y la criminalidad. Los pobres de hoy no son los desempleados sino “los no consumidores”. El tema de la pobreza es, exclusivamente, un problema que atañe a la ley y el orden y se debe responder a él como se responde ante otras formas de trasgresión de la ley. En esta lógica, no se reconoce que el aumento de la criminalidad es un producto propio de la misma sociedad consumista, en la que cada vez se hace más grande la brecha entre aquellos que desean y son capaces de satisfacer sus deseos y los que han sido seducidos pero carecen de los recursos necesarios para hacerlo.

Al final el autor repara acerca de cuáles son los “daños colaterales” del consumismo. Señala que, el más importante de la sociedad contemporánea es la transformación absoluta de la vida humana en un bien de cambio. Pero la víctima colectiva, es decir, el “daño colateral múltiple” de la sociedad consumista es la población excluida. A diferencia de la “clase trabajadora”, la clase que cumple una función indispensable para la sociedad y de la “clase baja”, que pertenece a la imagen de una sociedad con movilidad, los excluidos nos hablan de una sociedad que no es accesible para todos, que excluye a una categoría de gente a quien se aplica la ley negándole o retirándole su aplicación, gente sin valor de mercado, incapaces de abocarse a la actividad de consumir. Como estas personas resultan inútiles, sólo se repara en ellas por los peligros que representan. Ellas son el ejército de reserva del crimen organizado.

Por tanto, Bauman apela al Estado social como posible solución a las problemáticas planteadas por la sociedad de consumidores. Enfatiza que sin derechos sociales para todos, una gran cantidad de personas sentirán que sus derechos políticos son inservibles e indignos de atención. Refiere al modelo escandinavo como ejemplo de la vitalidad de un Estado social, así como también hace referencia a lo que denomina los “estados sociales emergentes”. Desde esta perspectiva, la función del Estado social en las sociedad de consumidores es, tal como lo era en la sociedad de productores, defender a la sociedad del daño colateral que el principio rector de la vida social está causando. ■

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