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viernes, 29 marzo, 2024
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La tragedia minera de Brumadinho, Brasil: 270 muertos

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Por: Óscar Alzaga •

El 25 de enero de 2019 al mediodía en Brumadinho, Minas Gerais, en la mina de hierro Córrego do Feijao, de la empresa trasnacional Vale, se cuarteó la represa a 87 metros de altura, derramando 12 millones de metros cúbicos de basura tóxica con lodazal, matando a mineros, población y contaminando dos ríos en proporciones desmesuradas, que afectan a más de 500 mil personas que viven del agua de los ríos.

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Para que se tenga una aproximación del daño, en Cananea el derrame de tóxicos de Grupo México fue de 40 mil metros cúbicos, afectando a poblados de 25 mil personas de los ríos Sonora y Bacanuchi, el 6 de agosto de 2014, hace 5 años y todavía no hay una limpieza profunda de los ríos contaminados, al fondo del agua siguen los metales pesados.

En Brumadinho el derrame fue apocalíptico y dantesco por los muertos que fueron arrastrados con piedras y destrozaron sus cuerpos, cuyos pedazos quedaron a la vista de sus familiares. El derrame visto por miles de personas y niños, afectó la salud física y mental de los que perdieron esposos, hermanos, padres, hijos y, aún de la población, que murió sin laborar en la mina. El rescate de los muertos sepultados duró semanas a la vista de todos, los mineros también fueron rescatistas obligados a cavar con máquinas pesadas, para hallar solo pedazos de los cuerpos.

Evidentemente la tragedia es responsabilidad de los dueños de Vale, pues tenían conocimiento del peligro, de la mala construcción y pésimo mantenimiento, habían antecedentes y simulacros de accidentes. Y porque las leyes de las minas son preventivas, justo para evitar daños a mineros, a poblados, a la naturaleza y aún a las minas y presas. No son accidentes involuntarios, son actos negligentes e irresponsables de los propietarios que no cumplen las leyes, para aumentar sus ganancias y lucrar con la vida y salud de seres humanos y daños brutales contra la salud de la naturaleza, que repercuten en quienes viven de ella.

Los derechos humanos afectados son: a la vida, a la salud, a contar con un proyecto de vida, a una niñez sana, a la seguridad, a un entierro que respete la voluntad de la familia, a la dignidad humana. Los derechos de Brasil también son universales, de la humanidad.

Pero la empresa Vale, seis meses después de la tragedia, actúa y ha actuado de modo inhumano y vil, pretende aminorar los daños y costos, intenta solo valorar los daños materiales y excluir los daños físicos y mentales de los familiares; los daños a la naturaleza y a las personas que vivían de la agricultura, pesca, ganado y turismo a las orillas de los ríos, que se calcula como afectadas a más de 500 mil personas.

Mienten los empresarios de Brasil al decir que ya no hay contaminación en los ríos, pues sin pruebas hacen esa afirmación, queriendo ellos mostrar estudios serios, pagados por ellos. A la vez que apuestan al olvido de la población, como solución de la tragedia. Despliegan un ejército de personas para convencer, confundir y dividir a las víctimas. Recordándonos la misma reacción patronal en Pasta de Conchos, en los ríos Sonora y Bacanuchi, en las costas del Golfo de California, etc.

Cuando evidentemente se trata de un homicidio colectivo de personas, de daños a familiares de los muertos, de la destrucción de la naturaleza y los ríos en muy grandes proporciones, propiamente de un genocidio: “destrucción, exterminio de un grupo social”.

Todo esto agravado por el gobierno de Bolsonaro, cuyas políticas son contrarias a los trabajadores, como fue su reforma laboral o la política económica muy pro-empresarial. O represiva, a las protestas sociales, incluso las trasnacionales amenazan con retirar sus empresas si no se aceptan sus condiciones, dejando desempleo y pobreza. Como si se pudieran llevar las minas y las plantas metalúrgicas y siderúrgicas.

En cambio, cuando se conocen las minas en Canadá, Estados Unidos, Alemania o Inglaterra, las medidas de seguridad y salud si se cumplen; tienen salarios y prestaciones muy elevados si se comparan con los de sus sucursales de Latinoamérica. Acá las trasnacionales hacen pactos con gobiernos y oligarquías del subdesarrollo, coincidiendo en el marco neoliberal del “libre mercado” y las “ventajas comparativas”: unos ofrecen inversiones y otros bajos salarios, unos imponen su política de lucro a costa de todo; otros, bajos salarios, prestaciones y flexibilizar leyes al gusto empresarial.

Ellos ponen el capital, nosotros los muertos; ellos, la ilusión del desarrollo, nosotros la inseguridad en el trabajo, población y naturaleza. Ellos imponen su política de lucro, aún a costa de delitos de lesa humanidad, nosotros la dignidad humana y los derechos que de palabra son humanos y universales.

No obstante, los mineros y habitantes de Brumadinho han encontrado una amplia solidaridad y apoyos en Minas Gerais, Brasil e internacional, entre los que destacan el Sindicato de Mineros de México y la Confederación Internacional de Trabajadores (CIT) , encabezados por Napoleón Gómez Urrutia, y en la Comisión Internacional de Derechos Laborales (ICLG, la International Commission for Labor Rights) de abogados que se encargan de difundir la tragedia en el mundo y defender las derechos humanos, ambientales y ecológicos en los tribunales internacionales. ■

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