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miércoles, 24 abril, 2024
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Aves Nocturnas de Jesús Reyes Cordero, en el Museo Zacatecano

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Por: Álvaro Fernández •

La Gualdra 237 / Exposiciones

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Chucho Reyes
40 años de trayectoria

Jesús Reyes Cordero nació en 1956 en Trancoso, Zacatecas, municipio del que es originaria su familia materna, donde su padre –bohemio con guitarra en mano–, conoció a su madre cuando sus abuelos eran trabajadores de aquel lugar.

Siendo el tercero de cinco hermanos, fue llevado desde los 6 años a vivir a la Ciudad de México, sin que ello menguara –hasta hoy- un profundo sentido de arraigo al terruño y a la familia.

Llegamos a vivir al barrio de Iztacalco, que entonces era un pueblo, ya que allá había una comunidad muy grande de zacatecanos que emigraron a la capital; todavía había chinampas y campos de cultivo, antes de que lo engullera la mancha urbana”.

En aquel lugar, donde su padre laboraba en una embotelladora de refrescos, ingresó a la primaria sabiendo leer y escribir, gracias a una tía con quien vivió en Tampico durante algún tiempo, antes del traslado de su familia a la capital. Posteriormente se mudaron a Ciudad Neza, donde cursó la secundaria.

Más adelante, ingresó al recién fundado CCH (Colegio de Ciencias y Humanidades) del plantel Naucalpan, con esporádicos retornos a Zacatecas, donde cultivó desde entonces una gran amistad con José de Jesús Sampedro. Podría decirse que es en ese tiempo donde comenzó a fraguarse su muy peculiar personalidad.

Durante la preparatoria, sus intereses eran muy distantes a las artes plásticas. Como alumno del CCH, conoció la poesía de autores como Borges, Breton, Artaud, Rimbaud y Benjamin Péret, que le marcarían profundamente, aunque estudiar arte estaba totalmente descartado.

Mi ingreso a la academia de San Carlos prácticamente se debió a un error. Recordemos que el CCH fue una alternativa a las prepas tradicionales de la UNAM, de modo que leíamos bastante, por lo que mi propensión era estudiar filosofía y letras…”, aunque de las tres opciones elegibles que ofrecía aquel sistema de bachillerato, también pensó en ingresar a la escuela de cine o –increíblemente– a economía.

Sin embargo, luego de realizar el examen de admisión en el recién fundado CUEC (Centro Universitario de Estudios Cinematográficos), recibió una carta de la UNAM, pero no para ser aceptado en alguna de las carreras que había elegido, sino notificándole su ingreso a la Escuela Nacional de Artes Plásticas: “…Al leer esa carta, yo estaba totalmente intrigado. ¿Artes plásticas? ¿Qué es eso?
¿Una fábrica de plásticos?
”.

En la extrañeza total, se presentó el día y hora indicados, como un inmigrante ingresando a una nación desconocida, quedando maravillado con aquel edificio repleto de impresionantes esculturas. Así, comprendiendo desde el primer día de clases su verdadera vocación, inició la Licenciatura en Artes Visuales en la Academia de San Carlos. Era el año de 1974.

Mientras cursaba la carrera, el ambiente artístico de la Ciudad de México bullía con personajes consolidados que pisaban fuerte en medio de un agitado ambiente social, como Francisco Toledo, Vicente Rojo, Manuel Felguérez y Alejandro Jodorowsky, entre otros, entonces radicados en la Ciudad de México.

Con aquellos artistas protagonizando la escena de la creación artística nacional, Jesús Reyes fue influido por la generación de grandes pintores mexicanos de caballete, quienes desde los años 20 hasta los 60 fueron opacados por el muralismo.
Paralelamente, el estudio de la historia del arte le permitió descubrir las grandes vanguardias del siglo XX, principalmente el movimiento Dada, el surrealismo y el expresionismo abstracto de la postguerra, que hasta la fecha se intuyen claramente en su trabajo tanto visual como poético.

En cuanto a la música, el rock and roll siempre ha marcado su cotidianidad.
El rock inglés, posterior a la exuberancia del movimiento hippie, acompañó sus días en San Carlos; sin embargo, asistió a innumerables conciertos de bandas nacionales como Los Dugs-Dugs, Tinta Blanca o La Revolución de Emiliano Zapata, quienes se presentaban en conciertos masivos en los planteles de la UNAM.

Bandas increíbles que poco a poco desaparecieron por los vetos de Televisa o por no contar con un sello grabador”, recuerda Reyes, quien en algún momento sintió el llamado de la música y llegó a estudiar batería.

Ya sea de pintura, literatura o música, para Chucho Reyes las influencias –como las vanguardias–, irrumpen en propuestas que han funcionado en un momento determinado y requieren de una renovación, puesto que el arte demanda renovación permanente y constante, ya sea a través de la experimentación, la creación o la re-lectura, para crear otro tipo de lenguaje.

En aquel turbulento marco visual, poético y sonoro, surge el Grupo Suma, en 1976, derivado del taller del Mtro. Ricardo Rocha en San Carlos; quien en quinto semestre impartía la materia de pintura mural. Rocha se negó a seguir la línea del muralismo tradicional y llevó a su grupo a trabajar en las calles: murales efímeros, graffitis, esténciles y todo tipo de experimentaciones urbanas en las que sus alumnos estaban absolutamente dispuestos a sumergirse.

El Grupo Suma nació gracias a la franca libertad de cátedra de la UNAM, utilizando materiales reciclados, reproducciones con mimeógrafo y pintando -muchas veces sin permiso- en bardas de la Ciudad de México; lo que irremediablemente atrajo la ira gubernamental.

“…Muchas veces nos apañó aquella policía siniestra mientras trabajábamos, e incluso caminando por la calle, por el sólo hecho de tener el pelo largo, o en las enormes manifestaciones donde participaban estudiantes y personal académico del STUNAM […] la policía nos rodeaba y por megáfono nos decían que desalojáramos. Después todo era confusión: gases lacrimógenos y tanquetas. Muchas veces corrí con la tira detrás de mí.
El peor recuerdo que tengo de aquellas represiones es del CCH, cuando dos compañeros fueron asesinados por los halcones en el 71
”.

La cualidad experimental del Grupo Suma (sobre el que se han escrito numerosas tesis académicas y que hoy conforma una importante influencia en el arte urbano en México y el mundo), marcó profundamente a Chucho Reyes, quien hasta el día de hoy explora su propio universo provocando posibilidades impensadas, como un niño que aguza los sentidos para encontrar lo no visto.

Al terminar la Licenciatura regresó a su Estado natal, estableciéndose en la ciudad de Zacatecas, donde se consolidó no sólo como artista, sino como inconfundible personaje de las calles del centro histórico; con numerosas exposiciones colectivas e individuales en su haber, además de publicaciones en que aparecen sus poemas.

Desde sus días en la academia, Jesús Reyes no había transitado por los volúmenes escultóricos. Fue hasta 2012, con el inicio del taller de escultura del Instituto Zacatecano de Cultura, encabezado por el Mtro. Iván Leaños, que la cerámica, el bronce, el mármol y el granito forman parte del abanico de materiales con que este bateleur prestidigita.

El trabajo visual de Reyes Cordero es una amalgama de expresiones poéticas y musicales que conforman obras con ritmos, acentos, contrastes y metáforas únicas, que se integran a través de materiales de muy diverso orden, mediante la asociación libre que sólo un espíritu sutil puede organizar.

Hoy redescubrimos –tras 40 años de aceptar al lenguaje no como una meta, sino como una búsqueda– a un artista que alquímicamente mezcla saberes, experimentaciones, música y versos que se disuelven para crear una expresión con formas, texturas y colores propios. Signos y matices que componen un estilo inenarrable.

 

 

* Esta entrevista fue realizada durante el mes de febrero por Álvaro Fernández, quien fuera colaborador de este suplemento cultural y quien falleciera el último día de ese mes.

Este texto está incluido en el catálogo que se presentará el miércoles 16 de marzo, a las 19:00 Hrs. en la inauguración de Aves Nocturnas, en el Museo Zacatecano.

Fotografías de Julián Hugo Guajardo Esparza / Cortesía del Museo Zacatecano

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra-237

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