La Gualdra 508 / Río de palabras
A la memoria de
Graciela Solano Corona (1958-2021)
Te fuiste al amanecer del once de noviembre,
unas cuantas horas después del aniversario luctuoso del poeta Rimbaud.
Te abracé;
aún sentía la tibieza de tu cuerpo que se fue apagando, lentamente,
entre la luz de la mañana.
Te puse música; escuchamos a John Lennon y George Harrison.
Prendí el palo santo, que mi amiga Georgina me había regalado.
Abrí la ventana y entonces… me ceñí al sol.
Vi tus huesos y tu piel cortados,
vi tus manos y pies deformes,
vi tu dolor y lo hice mío,
vi tu amor y fuimos unidad.
Me vi en ti,
y comprendí que la paz,
es un instante de serenidad en medio del caos.
Te vestí con el saco verde de lana que tanto te gustaba
y con la blusa que te obsequié en uno de tus cumpleaños.
Te cargué y acomodé tu cuerpo, ahora ligero,
en la caja que escogí y compré para ti.
Te vi pequeña y despreocupada.
Me vi vacío y roto.
Reconocí en mis pensamientos los textos de Amado Nervo,
“Vida nada me debes, vida estamos en paz”.
Ayer aprendí los colores.
Cuando me llevabas a los mercados y tomaba una manzana;
le daba el nombre de rojo.
Una cebolla que para mí se llamaba blanco,
o un plátano que por muchos años denominé amarillo.
Ayer era pequeño y tú enorme.
Hoy sigo siendo pequeño y tú inmensa.
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