■ El problema de la tierra es la piedra angular en la Revolución Mexicana
■ Puntualiza que la lucha también tuvo una dimensión social, porque se encuentran en el llamado más grupos que buscan transformar su realidad
“Las transformaciones de este país no se dan por generación espontánea; hay que deconstruir esa historia de hombres solos y reconocer que hay una dimensión social como condicionante para las transformaciones históricas, es decir, que se dan con la participación de grandes colectivos: de mujeres, de indígenas, de afro descendientes, de obreros. Es esencial entender que los proyectos de transformación se nutren y se construyen desde abajo y la Revolución Mexicana nos permite reflexionar sobre eso”.
Así lo considera el director de Servicios Históricos en el Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones en México (INEHRM), el historiador zacatecano, Veremundo Carrillo-Reveles quien destaca, a 110 años del inicio de la lucha armada, que la Revolución Mexicana es ante todo y sobre todo una revolución social, en la que si bien confluyeron una diversidad de causas, actores y proyectos, la participación mayoritaria y el carácter principal es el campesino.
De acuerdo con el investigador, el problema de la tierra es la piedra angular de dicho movimiento, pues entre los primeros que toman las armas como una manifestación de su descontento y malestar por el despojo de las tierras a manos de los hacendados para explotarla bajo un modelo capitalista, son los campesinos. Pero la lucha también tiene una dimensión social, según Carrillo-Reveles, porque se encuentran en el llamado más grupos que buscan transformar su realidad.
“Hay que tener en cuenta que se suma una gran cantidad de obreros que venían padeciendo las secuelas de una crisis económica que golpea a Estados Unidos y a México entre 1906 y 1907, y que reclamaban mejores condiciones laborales. De entrada hay esto, pero se suman otros colectivos que son importantes: las mujeres, que de pronto son invisibilizadas, pero que tienen una gran participación, no sólo dentro de las tropas formales, sino que hay una revolución feminista que coincide con la Revolución Mexicana, en la que miles de mujeres se movilizan para reclamar derechos políticos y sociales con figuras representativas como Elvia Carrillo Puerto o la misma Carmen Serdán”.
En este sentido, el reciente ganador del Premio Panamericano a la Mejor Tesis de Doctorado de Historia de América, siglos XIX y XX en su edición 2020, señala que dentro de la Revolución Mexicana ocurren varias revoluciones, porque si bien están la maderista, la zapatista, la villista, la constitucionalista, también hay otros movimientos sociales que se encuentran en ese espacio idóneo para tratar de transformar su realidad social. Por lo que una lucha que inicia con la idea de una transición política en la cúpula, se convierte en realidad, en una revolución social que tiene alcances de gran calado “que se manifiestan a la larga en una transformación de las estructuras económicas y políticas del país”.
De los legados históricos de la Revolución Mexicana, algunos desvirtuados bajo el régimen del PRI, Veremundo Carrillo-Reveles considera que hay varios esenciales que valdría la pena rescatar, pero uno que es fundamental es pensar en la idea de que “el crecimiento económico no es sinónimo de bienestar social o de desarrollo económico”, algo que quedó demostrado desde el Porfiriato, que a pesar de que hubo un crecimiento económico importante, no se tradujo en una bienestar colectivo en el que se benefició a las mayorías, no hubo mejores condiciones de vida para la gran parte de la población que, por el contrario, padeció la marginación, el despojo y el acceso negado a los derechos políticos.
De ahí pues la importancia de la Revolución, precisa el investigador, que además de terminar con esas prácticas, dejó otros legados importantes como el reconocimiento de la propiedad de la nación sobre los recursos naturales, algo fundamental para el desarrollo que tuvo el país durante el siglo XX (20). Pero también destacan los derechos laborales, porque se dan las condiciones para el desarrollo no sólo de los movimientos sindicales, sino también para el reconocimiento de prestaciones como la seguridad social, el límite de horas de la jornada laboral y las pensiones, por mencionar algunos.
“Otra cosa esencial es la redistribución de la tierra; el reconocer la propiedad que tienen las comunidades sobre tierras que le pertenecían ancestralmente, que es un reclamo de los zapatistas, y este ataque al latifundio que había despojado a miles de mexicanos de soñar con un futuro mejor. Yo agregaría el acceso de las mayorías a la educación, que es fundamental; a la salud pública, etcétera; privilegios que consideraban a una minoría se convierten en derechos para las mayorías, y esto habla de la posibilidad no sólo de soñar con un futuro mejor, sino de tener condiciones para lograrlo”.
Para el historiador, revisar el pasado con este tipo de luchas brinda posibilidades de reflexionar críticamente sobre el presente y a partir de ahí pensar en un futuro mejor. Y es que mediante el estudio de la Revolución se pueden pensar en problemáticas como la desigualdad económica y lo que ha dejado la historia de los últimos 30 años, en los que se le ha apostado al crecimiento económico, pero que si no va de la mano de una redistribución de la riqueza, además de permitir la participación política de las mayorías, no se puede lograr un cambio, señala.
Finalmente, Carrillo-Reveles considera importante también el lugar social que debe ocupar el historiador en esta reflexión, el cual debe ser, ante todo, reconocerse como parte de la sociedad en que vive y contribuir, desde su trinchera, a reflexionar sobre los problemas que aquejan a la sociedad mexicana: como la desigualdad, la invisibilización de las minorías, el racismo, la xenofobia; y para ello, brindar las herramientas con las que cuenta, que es el estudio del pasado desde el cual, asegura, se puede aportar a los grandes debates que atañen a todos.