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lunes, 12 mayo, 2025
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Demasiado humano

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Por: LEONEL CONTRERAS BETANCOURT •

Cuando siguen sin aclararse los crímenes contra los estudiantes de Ayotzinapa, cuya tragedia ha resultado ser una referencia y un detonante, amén de un claro indicador de la crisis que continua agudizando la descomposición de las instituciones del Estado, este 20 de noviembre, fecha en que se celebra el inicio de la Revolución Mexicana, traicionada por los neoliberales que desmantelaron el Estado de Bienestar, se cumplieron también cien años del nacimiento de José Revueltas. Militante en la doble acepción de la política y la literatura. Escritor comprometido, de principios firmes y de una honestidad a toda prueba, “…uno de los mejores escritores de mi generación y uno de los hombres más puros de México”, llegaría a escribir  sobre él en Posdata Octavio Paz. En este año que está por llegar a su fin se han conmemorado los centenarios de tres destacados natalicios. El del más laureado y universal, Octavio Paz, nuestro único nobel de literatura; Efraín Huerta, el poeta cronista de la ciudad de México y José Revueltas, el santo hereje de la literatura mexicana, un cristiano ateo, pues los marxistas que ven en la religión al opio del pueblo, como buenos materialistas si no son ateos, no son marxistas. En un principio los tres compartieron afinidades, su fe en un mundo mejor que anunciaba el proyecto socialista, su afán libertario y su adhesión a la ideología de izquierda. Sólo el último mantuvo su militancia dentro de la doctrina, su combate al dogma y sus posturas heterodoxas en la izquierda como un feroz crítico del sistema, del régimen priísta y de las prácticas burocráticas y traición a los principios  del Partido Comunista. Hablemos de Revueltas, quien honró el día en que nació y  en el apellido llevó el espíritu revolucionario, toda su vida estuvo envuelto por revueltas sociales. Medio en broma, solía decir que había pasado la mayor parte de su vida encerrado en las cárceles que en libertad. Nunca escapó de la apandada realidad.

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A José Revueltas Sánchez se le atribuye como lugar de nacimiento Santiago Papasquiaro, si bien en una entrevista que le hizo Elena Poniatowska aparece la capital duranguense como el lugar donde vio las primeras luces. Perteneciente a una familia pequeño burguesa, cuyo padre se dedicaba al comercio de telas y soñaba con que sus hijos se formaran artistas, cosa que se logró con creces. Aunque ya no vivió para verlo, entre sus hijos destacaron un renombrado músico, dos pintores, una actriz a la vez que bailarina y escritora y José, un teórico y escritor que llegaría a ser un novelista de culto. Cuando José que era el más chico cumplió los seis años, la familia Revueltas se trasladó a la ciudad de México. Terminó la primaria en el Colegio Alemán y desertó de la secundaria. Prefirió irse a leer a la Biblioteca Nacional. Iniciaba así su productiva vida como autodidacta. Lo que vivió y observó lo tomó de sus vivencias y experiencias de la calle. Se formó en la auténtica escuela de la vida. Al dejar la escuela hubo de trabajar. Primero en una ferretería y después en una imprenta. Andaría entre los 16 o 17 años, cuando ya habiendo ingresado al Partido Comunista fue aprehendido por la policía y remitido sin sentencia a las Islas Marías. De la célebre prisión lo liberarían por ser menor de edad, aunque cuatro años después regresaría preso nuevamente a cumplir con trabajos forzados. De sus vivencias en Las Islas Marías tomaría el material para escribir la que sería su primera novela: Los muros de Agua.

Si hay un escritor en México cuya narrativa se encuentre más ligada a lo humano, ese es Revueltas. Como tituló a su conocido ensayo su paisano, marxista como él por si no bastara, Evodio Escalante, la máquina revueltiana como se caracteriza por ser una “literatura del lado moridor”. Lo que significa que el hombre como un ser sin finalidad, tiene como destino extinguirse, desaparecer. Es un ser dialéctico, pues lo que nace muere, pero en vida vive en medio de conflictos, contradicciones y miserias de todo tipo. Por eso el hombre para ser tal, debe despersonalizarse, despojado del egoísmo, debe actuar total y exclusivamente al servicio de sus semejantes y de la Historia. De esta forma el sujeto (consciente), deja de “sujetarse”, en una palabra deja de pertenecerse. Esto no es otra cosa que el desprendimiento, actitud asociada a la humildad cristiana. Y es aquí en donde está el aspecto humano del escritor. Y es que resulta, si la Poniatowska habló con la verdad, que en su vida José Revueltas no se puso un pantalón nuevo y nunca estreno un par de zapatos, de ser cierto en sus escritura reivindicó los principios del mártir del Calvario plasmados en los personajes marginales como los trabajadores, los campesinos, las prostitutas, los mendigos y el lumpen. Fue un cristiano que pregonó con el ejemplo, un mortal no tan común pero si demasiado humano.

Al resurgir la patria espeluznante de la que hablaba el bardo jerezano, cuando nuestro país envuelto en la convulsa violencia propiciada por la alianza tacita de autoridades, policía y delincuentes cobijados por el manto de la corrupción y la impunidad, que falta hace Revueltas para denunciar la situación y plantear alternativas. Sin duda estaría hablando del empoderamiento de la sociedad civil y él sería él que se sumaría a la causa como lo hizo con el movimiento estudiantil del 68. ■

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