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viernes, 26 abril, 2024
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Paternidades en México: una deuda legislativa

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Por: E. ANDREA ROBLES G. •

Papá cuéntame otra vez, cuánto os divertisteis
estropeando la vejez a oxidados dictadores.
Ismael Serrano

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La maternidad y la paternidad se han entendido, histórica y jurídicamente, como dos conceptos disímiles entre sí; y aunque en efecto hay una serie de diferencias biológicas en momento cruciales para la gestión y formación de vida humana, en el desarrollo de las familias, que constitucionalmente hablando, se promete igualdad sustantiva, las brechas siguen siendo largas entre quien ejerce una y quien ejerce la otra.
Las licencias (o permisos) de maternidad y paternidad distan de manera excesiva entre sí: mientras a la mujer se le reconocen días pagados para poder llevar su embarazo a oportuno término, al varón que está por ser padre, se le permite sólo un dígito de días para convivir con su recién nacido: esta diferencia jurídica es sólo el inicio de la serie de desigualdades que se guardan en los ordenamientos vigentes y que terminan por no transitar el camino hacia las igualdades que deseamos como familias.
Si bien hay funcionalidades propias de la mujer respecto a un recién nacido o un bebé de corta edad, como la alimentación, por ejemplo, hay ciertas responsabilidades y acercamientos de índole social que son importante que el padre las desarrolle para comprometer su ejercicio de paternidad como un compromiso constante y permanente.
Sin embargo, en este sentido, la legislación mexicana no ha podido transitar a ciertos pisos igualitarios como en los países nórdicos, por ejemplo.
Lo que los legisladores no se han puesto a reflexionar, es que el no encausar la paternidad desde el inicio, puede acarrear una desconexión afectiva y de responsabilidad patrimonial, por darse esta filiación consanguínea en condiciones disímiles y desiguales para las partes.
Es imperante modificar la ley para generar avances de igualdad sustantiva en materia de ejercicio de maternidades y paternidades; identificar los rasgos biológicos y protegerlos, localizar los rasgos sociales y potencializarlos en orden de tener familias más unidas y más responsables.
Es decir, urge dignificar el papel de las mujeres en el ejercicio de su maternidad y resignificar a los varones en el ejercicio de su paternidad.
Mientras las legislaciones laborales, y las visiones de desarrollo plasmadas en los planes de distintos órdenes de gobierno, no se comprometan a ello, no sólo no existirán más familias cercanas y unidas, sino que las desiguales seguirán repitiéndose en el tiempo como un modelo inacabable litigoso.
Las maternidades y las paternidades sí pueden ser sustantivas, sólo falta que unx de los quinientos; unx de los ciento veintiocho, y unx de los treinta y dos (respectivamente hablando), quiera estudiar y asumir un compromiso con la célula más importante de la sociedad: la familia, dotándola de justicia histórica y de igualdad sustantiva.

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