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viernes, 29 marzo, 2024
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Alba de Papel La precariedad en los artistas zacatecanos

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Por: ALMA RITA DIAZ CONTRERAS •

Se dice que la cultura nos reconcilia con la vida, y es verdad; nada más arbitrario y ruin que una que se vive en el vacío de la nada: sin memoria, sin historia, sin teatro, sin música, sin ´pintura, sin cine, sin literatura, sin libros, sin fotografía, sin arquitectura, sin folclore y sin paisaje.

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Si de acuerdo se está, entonces el arte y la cultura, incluyendo a sus artífices, son un bien elemental para la vida social de cualquier pueblo, constituyen un capital exponencial para los que gobiernan, quienes están obligados a protegerlos desde la legalidad y la justicia para confirmar en ellos, que no equivocaron el rumbo profesional, al verse hundidos por la falta de trabajo, falta de dinero para gastos de producción, falta de espacios de difusión para su obra, falta de dinero para viajar, profesionalizarse y asegurarse una vejez digna.

Los creadores de renombre que nacieron aquí, tuvieron que emigrar y armar sus propias batallas para crecer y labrarse un nombre, para luego regresar vencedores a la tierra que los vio nacer; no todos pueden lograrlo, la mayoría resiste, aguanta los embates y lucha por sobrevivir, por ganar una beca, un apoyo, un espacio, un crédito que reafirme su profesión y su salud emocional.

Antes de la pandemia, ya vivían con limitaciones, dentro y después de ella, la precariedad económica se ha intensificado para los artistas que no tienen una adscripción laboral y se manejan por contratos o presentaciones individuales o colectivas, no tienen forma de recuperación, ni incentivación, están fuera además, de toda previsión y seguridad social.

En oposición a su situación emergente, algunos funcionarios ventilan como triunfo de regulación que ya son capaces de dar factura y son reconocidos por el Sistema de Ahorro Tributario, y ya pueden darse de alta como proveedores del Gobierno, cuando en realidad, no hay nada que festejar, en tanto no se genere un marco legal que pugne por un programa de estímulo fiscal que realmente los beneficie y los reconozca como trabajadores de la cultura.

En realidad, los artistas locales, tanto de la Capital (que podrían ser objeto de apoyos y ciertas deferencias “a discreción”) como los de los municipios (mayormente castigados y marginados), a la fecha no son reconocidos como trabajadores, como profesionales de un oficio, porque, ¿Qué van a producir?….¿Monetariamente cuál es el costo –beneficio de su quehacer?…¿Qué impacto tendrán en la economía?…

El arte y la cultura no funcionan con una lógica de mercado, pero con astucia y con gestión, en distintos lugares del mundo, han prosperado la economía naranja, el comercio justo y las industrias culturales, impulsadas por creadores y gestores culturales que han hecho mancuerna para generar prácticas exitosas, alineadas al desarrollo y al mejoramiento de la calidad de vida.

México y Zacatecas están en camino de esta construcción, porque hay muchas iniciativas, intenciones y prácticas colmadas de tesón y perseverancia por generar riqueza y fortalecer el sentido de comunidad y convivencia, donde este importante grupo cultural, abre y crea para sí mismo, nuevas oportunidades de trabajo y enriquecimiento espiritual para la población a la que entrega su propuesta.

Por ello es tiempo de visibilizar sus derechos, sea que provengan de comunidades citadinas o rurales, habrá que cambiar su destino, su perfil de marginado en resistencia, por lo que realmente significa como artista que diversifica y enriquece el patrimonio cultural

Es posible alcanzar esta propuesta, si en Zacatecas, sociedad y gobierno apuestan por dar este reconocimiento y aprender a pagar sin regateo y con equidad el trabajo profesional de la comunidad artística, se requiere de ella, mayor cohesión y tolerancia para respetar y validar las diferencias, apostar por puntos de encuentro y coincidencia.

Al final, la parte difícil está en la política formal, en el discurso improvisado de los actores políticos que deben asumir con humildad, que no lo saben ni lo dominan todo; convendría sensibilizarlos sobre esta problemática, y que el tema de la cultura, se incluya en el debate y las giras de los candidatos a propósito de las inminentes elecciones en junio próximo.

Mientras tanto, una Ley (la de Desarrollo Cultural para el Estado y municipios de Zacatecas) se debate hoy en el Congreso local y al parecer se promulgará una nueva en junio entrante; fue formulada en 2003 y modificada en 2017, es una buena ley que nunca fue aplicada en su totalidad, sobre todo para los municipios, que a la postre, han sufrido una brutal marginalidad, ojalá que no la intervengan y la dejen pendiente a la siguiente legislatura, en razón de que requiere de una revisión exhaustiva que defienda el estatus del IZC y de los organismos municipales de cultura que desde esta Ley, deben tener mayor autonomía.

En paralelo, lo que los artistas zacatecanos necesitan es que se promueva, la creación de una ley de estímulos fiscales y otra de mecenazgo cultural, y luchar porque se pronuncien y se hagan valer. Al respecto, en espera de no cometer un error, en la LXIV Legislatura del Congreso de la Unión están pendientes de aprobación una ley federal de mecenazgo cultural y otra, muy justa y urgente, ley que crea el Fideicomiso Operador del Fondo de Acceso a la Seguridad Social para artistas, creadores y gestores culturales (otro grupo marginal que está luchando para hacer valer su trabajo y se lo paguen como un profesional de la investigación.

En la cultura se cifran aspectos esenciales de la existencia humana y gracias al trabajo de los artistas, podemos disfrutar de la reinterpretación de la realidad, que gozosamente nos aparta de la angustia de soledad y aislamiento que carcome, gracias a ellos se construyen nuevos imaginarios que transitan por la libertad, otro bien elemental para vivir en comunidad, con más inteligencia emocional y social.

Es tiempo de que los creadores sean vistos como profesionales del arte y la cultura como trabajadores que tienen derecho a una vida digna, con menos sobresalto y preocupación, lo han ganado a pulso. Lo merecen. ■

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