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jueves, 28 marzo, 2024
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Smiling faces (Caritas sonrientes)

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Por: Jorge Humberto De Haro Duarte •

Después de recibir la segunda vacuna anti terror biológico, durante el pasado fin de semana, muchos jóvenes mayores de sesenta años salieron a algunos lugares de la ciudad, del municipio y del estado a recibir los frescos aires de la confianza de seguir vivos y aspirar a serlo en calidad de seres sanos. Se siente bonito poder salir a respirar el aire con un poco de tranquilidad, con la sensación de que, aunque el bicho miserable ande hurgando el bolsillo de Chuchita y de la vida a los seres vulnerables, por esta ocasión se pueden aprovechar los espacios exteriores para respirar el aire que ya se creía perdido, el de la Libertad.

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No está de más afirmar y reafirmar que el esfuerzo local para llevar a cabo la ejecución del plan de vacunación ha sido ejecutado con precisión espacio temporal casi ideal, con algunos infaltables inconvenientes, pero, a fin de cuentas, lo que importa es que este proceso sigue siendo llevado a cabo con efectividad y eficiencia y el consenso de la mayoría de venerables ha sido que el resultado ha sido exitoso. En lo particular, su aporrea teclas suscrito -o sea yo- fue incorporado a la dinámica de vacunación y esta segunda etapa fue mucho más eficiente y eliminó en gran parte el trato omiso de las colas interminables bajo la aplastante radiación solar que caracterizó a la primera ocasión.

Así como hubo algunas críticas leves en este aspecto en la jornada anterior, ahora, desde esta columna, se hace patente la felicitación a todo el personal que se rifó la salud y la dignidad en esta tarea, para llevarla a cabo con precisión casi ideal. Nada que criticar. Si acaso, el reclamo eterno de que, si pueden hacer bien las cosas, ¿por qué no las hacen así todo el tiempo? En nombre propio y creo que en el de muchos otros sesentones y ultras, va un aplauso, agradecimiento y reconocimiento a quienes tienen la tarea de llevar esta megatérica empresa a feliz término. Cuesta trabajo reconocer cuando alguna labor institucional va saliendo tan bien, cuando la gente está convencida de que se padece de inutilidad permanente y atarantamiento global. De todos.

Otro resultado que se observó de parte de vacunados y vacunadores es que hubo una especie de desfogue emocional positivo. Las filas estuvieron cargadas de voces camaradas entre los que las ocuparon. Los asistentes estuvieron solícitos y los vigilantes estuvieron en lo suyo. Al final, en general, legiones de personas sonrientes por la satisfacción de haber hecho bien lo que debía.

En las calles se empieza a observar más gentes, lo mismo que las carreteras. No se sabe que tan cautelosa sea la ciudadanía, pero al menos se siguen respetando en buena medida las medidas sanitarias de rigor y salvo algunos lugares donde se llega a exagerar por los tumultos que se generan, son las plazas y calles principales de todos los lugares del estado, especialmente aquellos donde se estimula el turismo.

Eso sí, llama la atención es que cada punto en el horizonte visual, en lo auditivo, los papelitos y tantos otros trucos para imponer las efigies sonrientes de infinidad de personas, hombres y mujeres de todas edades, que viéndolos tan felices cualquiera puede pensar que ya recibieron la segunda dosis de la vacuna; pero resulta que son los candidatos interminables a quién sabe cuántos puestos de elección popular en las ya inminentes. A veces se pregunta la gente de a pie si esto de los andares en la política son tan satisfactorios para tener a tanta persona tan extasiada en su comportamiento electoral tanto individual como colectivamente. Si es así, todo mundo debiera dedicarse a la polaca. De otra manera, ante todos los problemas que aquejan al estado, al país, al mundo, resulta intrigante saber de qué se ríen los políticos. ■

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