De los seis pueblos mágicos con los que Zacatecas hondea su bandera turística, y que hasta una mesita le montan en las ferias de promoción turística al titular de esta secretaría, el funcionario de todos los colores: Le Roy Barragán, probablemente sea, al día de hoy, el pilar más fuerte de este segmento en el estado, sea Jerez de García Salinas.
El terruño de López Velarde no sólo es el más grande de los mágicos sitios en población, sino también en oferta de comercio y servicios, además de que, por su ubicación, casi perfecta entre la Ciudad Capital, y trazando la ruta inicial hacia el cañón de Tlaltenango, lo coloca muy cerca de las arterias del corazón de la entidad.
Jerezito, como le decimos todos los que hemos pasado una tarde en el jardín principal con un vampiro preparado en El Carta; los que hemos disfrutado del caluroso clima en un domingo de verano; los que nos hemos detenido sólo por una tostada, por una nieve, y los que hemos bailado sangoloteadito al son de la tuba. Jerezito, así con cariño para los que se nos ha agitado el corazón en un coleadero, en la tercera mangana, o en un victorioso paso de la muerte. Jerezito, siempre con el suficiente amor para emprender los kilómetros que separan a la ciudad de cantera de la insignia zacatecana más clásica de la cultura ranchera local.
El pueblo cuya carretera perimetral es el mayor vestigio de la deuda que tienen los Gobiernos Federales con el sur de Zacatecas, está ardiendo, y no es cosa nueva. Tiene meses en llamas ya. Jerez aparece en los encabezados de la noticia nacional, a la par de otros municipios, encasillando a Zacatecas como un destino turístico del terror.
Los 58 municipios que conforman esta entidad se han convertido en un sólo escenario; ya no salimos de los lugares recomendados para no visitar, por el vecino del norte, sino que más allá de un tema de percepción, hay deudas sociales a las que la Fiscalía General de Justicia del Estado no ha podido ofrecer soluciones, y ya ni hablar de los tribunales que nada pueden resolver sin investigaciones documentadas en la carpeta pertinente.
Pero llama la atención, que aun en una sociedad como la zacatecana, que -lamentablemente- ha tenido que normalizar la violencia y la constante presencia del crimen organizado, hoy día se niegue a participar en las actividades tan representativas de Jerez. Ni las candidatas para reinar el carnaval ni las importantes agrupaciones oriundas de este pueblo, ni los jerezanos ni nadie quiere poner un pie en el icónico lugar que siempre ha sido un sinónimo de alegría y fiesta.
La respuesta institucional ha sido clara: no hay respaldo para preservar no sólo las fiestas, sino, en general, la seguridad y tranquilidad de quienes han levantado, con su trabajo, la inscripción de Jerez como un destino mágico a nivel nacional. La tierra que vio nacer al Tata Pachito no figura en la lista de pendientes de la Dirección de Giras del Gobierno del Estado.
Sin olvidar que otra frívola área del aparato estatal estuvo, durante la semana más romántica del año, repartiendo flores con cargo al erario; entregando regalos firmados a título propio, para la cónyuge del constitucional gobernador, allá por las oficinas de la presidencia honorífica de Voluntarios del Sistema Estatal del DIF. El servicio de envío de presentes en el marco del Día del Amor y la Amistad ocupó el esfuerzo de la burocracia estatal. Dejaron los monrealistas solo al Médico Salazar, que allá en Jerez anda haciendo el esfuerzo de que el municipio no se le desmorone y que los contratos, concesiones y acuerdos propios de estas fiestas, no lo lleven a aclararle a la Auditoría las razones de que no haya balance en su estrategia de derrama económica municipal.
A ellos se les está cayendo el evento, pero a nosotros nos llegan las llamas y los casquillos entre el miedo y la necesidad de seguir en la muy legítima persecución de la chuleta. Nos llegan la nota roja sin pausa alguna, enmarcado en el luctuoso aniversario de los cinco universitarios, cuyos cuerpos tuvieron que ser enterrados por sus padres tras haber sido secuestrados por los grupos delictivos que, al paso de los días, ganan poder y territorio en Zacatecas.
A un año de la movilización ciudadana para exigirle justicia a Valeria, Alexia, Irving, Natalio y Luis, se suman más nombres a la lista de los ausentes. Viviana, Daniela, Paola y José se suman como sustantivo colectivo. Se suma Raúl y la cantidad de desaparecidos a cuyas familias les han quitado el sueño de forma vitalicia.
Al Médico se le está cayendo el evento en Jerez, aunque jure que todo es producto del agravio personal de sus oponentes políticos. En solitario, y a través de un simple video, ha tenido que salir a defenderse sin armas y con la carga de un rencor sentido de sus paisanos. En paralelo, a 55 kilómetros al norte, en la capital del estado, los operadores del proyecto monrealista en Zacatecas (y hoy funcionarios públicos) estuvieron acompañando al alfa de la manada que dice que “ni se deja ni se raja”; los operadores que, entre aplausos y porras, siguen con amnesia selectiva, procrastinando la disculpa que le deben a todo el pueblo zacatecano.
