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sábado, 20 abril, 2024
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Y además de la seguridad, la economía

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Por: LUCÍA MEDINA SUÁREZ DEL REAL •

Como sucedió con el covid, ya llegan al debate público las opiniones que, adicional a la tragedia, ponen foco a los efectos económicos que se originan por la situación de inseguridad en la entidad.

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Aunque para algunos es el primer impulso, es mezquino asumir que ese sector es simplemente indiferente a la violencia del estado. Es natural que, por su actividad económica, muchos de ellos tengan interés de que la inseguridad no les aleje a sus clientes potenciales.

El ejemplo más reciente de esto es Jerez, pero no es el único. Son ya varios años sin feria en ese municipio, primero por la pandemia, y posteriormente, por la inseguridad. 

El rechazo a la celebración en ese lugar es comprensible porque el aire de fiesta de ese municipio topa hoy con un muro de apatía, dolor y miedo en la ciudadanía. 

Lo paradójico es que ese reclamo tan fuerte en Jerez no se escucha (al menos con esa intensidad) en Fresnillo, a pesar de que este último tiene la mayor percepción de inseguridad en todo el país, de acuerdo a las cifras de INEGI.

De insensibilidad se acusan unos a otros, los que quieren feria y los que no. Unos argumentan que no se puede estar de fiesta y tamborazo, mientras en alguna casa esperan a la hija desaparecida. En tanto que para otros esta es una de las escasas oportunidades de reactivar la economía para llevar algo de pan a casa. 

Hablan según su realidad, como también lo hacen los empresarios que llaman a hablar bien de Zacatecas, movidos, en mi entender, más en defensa de sus propios intereses, que en afanes de complicidad con quien gobierna. 

Y es que nos encontramos en uno de esos momentos en los que lo urgente no nos deja ver lo importante. A pesar de que los números plantean una disminución en la incidencia delictiva, ésta nada más no se siente, y días como el de ayer (domingo 19 de febrero), cunde el pánico en buena parte del estado, más por el humo que nadie disipa, que por la gravedad del incendio.

Ante ello, ante el estado mental de pánico permanente, queda poca atención para otros temas de importancia que, si nos detenemos a pensar, nos harán sentir además de solos, náufragos. 

Me refiero, por ejemplo, a la situación económica del estado, cuyo porvenir es aún más pesimista que el de la seguridad, y que, como en el tema ya mencionado, parece que vamos en contrasentido del andar nacional.

Un ejemplo:  Zacatecas es el único estado que perdió empleos al inicio del año de acuerdo al registro del Instituto Mexicano de Seguridad Social, según la nota de Claudio Montes de Oca del 8 de febrero (ver en  https://ntrzacatecas.com/?p=15436).

Es decir, Zacatecas se contrajo 0.3% en el número de empleos formales, mientras todos nuestros vecinos aumentaron: Aguascalientes, 1.7%; Guanajuato, 2.4%; Coahuila, 4.1%; Nuevo León, 4.6%; Jalisco, 4.8%; Nayarit, 6.3%, y más modestamente Durango, 0.6% y San Luis Potosí, 0.8%. 

No empezamos siquiera a discutir esto porque la inseguridad acapara toda nuestra atención, y porque cuando siquiera lo intentamos, quedamos atrapados en el nivel de debate que cuestiona la decoración del stand con que se anuncia a Zacatecas en el tianguis turístico, o porque el debate se organiza en torno a grupos políticos coyunturalmente adversarios sin mayores diferencias que el “quítate tú, para que me ponga yo”. 

Nada nos saca de la posición sotanera de la economía nacional, ni las cifras históricas de remesas ni la supuesta influencia y fuerza de los políticos zacatecanos en la liga nacional ni la ubicación geográfica estratégica de Zacatecas a la que solo parece sacarle provecho la delincuencia organizada. Nada.

Y mientras en Sonora se anuncia inversión millonaria para una planta fotovoltaica, y proyectos de largo plazo para sacarle provecho nacional al litio, el sureste se prepara para el desarrollo que esperan con el tren Maya, e Hidalgo y Nuevo León se disputan la planta Tesla.

Se habla de México como futura potencia gracias al nearshoring y mientras todo eso sucede, Zacatecas no resuelve ni siquiera el abasto suficiente para el consumo doméstico del agua. 

¿Estamos resignados a este presente y ese futuro, el de ser el cabus nacional que avanzará hasta que lo jale la locomotora? 

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