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domingo, 11 mayo, 2025
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Reto para los escritores en formación, escribir la poesía del siglo 21, señala Yamilet Fajardo

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Por: ALMA RÍOS •

■ La poesía de este ciclo se logrará trascendiendo a los grandes maestros del siglo 20, afirma

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Yamilet Fajardo Veyna es una escritora que mantiene alta la guardia. Hacer poesía y arte en general no es asunto donde deba prevalecer el capricho personal. Y escribir es una lucha en la que el autor debe vencerse a sí mismo ante esta tentación,  pues “el arte nunca está a tu servicio”, sostiene.

Un escritor por otra parte, tampoco debe ceder a la condescendencia que pueden ofrecerle sus lectores. Con estos últimos, la recién galardonada con el Premio Nacional de Poesía Ramón López Velarde 2013, mantiene todavía una lejanía.

La joven escritora zacatecana, se propuso desde sus épocas de tallerista, el escribir desde la contradicción: “No voy a escribir algo que me refleje como soy, ¿qué caso tiene?” Pero admite que el artista deja ver mucho de lo que es en su obra y que por ello es difícil compartirla con los lectores.

 Una joven “seria”, en apariencia, es la autora de una poesía arrebatada.  Es el calificativo que usa para situarla. “Demasiado arrebatada”, destaca.

“Muchos dicen, ¿a poco esta muchacha escribe esto?, ¡Cómo va a ser posible! Erotismo, transgresión completa”.

Este hecho irresuelto en la autora de 26 años, ya destacada entre sus pares, se resume en una risa franca tras de la cual reflexiona a voz viva“¿qué difícil situación ésta de la poesía no?”.

El cuestionamiento sirve para destacar la fortuna de que el problema se mantenga a fin de continuar en el empeño de darle respuestas múltiples en la continuidad que se espera perfile el género en el siglo 21.

“Si la poesía estuviera ya rebasada. Ya todo dicho ya para que le buscamos más. Esos son los debates para que la poesía siga evolucionando”.

La poesía de esta centuria, si logra hacerse, advierte, será trascendiendo a los grandes maestros del género del siglo 20, entre los que cita a Charles Baudelaire y al propio Ramón López Velarde,- dos con quienes mantiene fuertes lazos existenciales-.

“Hay que volver a ellos como maestros pero no hay que quedarnos ahí. La poesía nueva que debe surgir para que no muera el género se está escribiendo ahora en el siglo 21 y debemos abrir paso a las formas, a los temas, a todo el juego que la poesía te permite”.

Esta poesía, dijo en coincidencia con Óscar Oliva,  tendrá que ser más abierta, y reflejar la vida del presente.

En este sentido lúdico fue escrito Caja de cerillos, el poemario por el que recibió el Premio Nacional de Poesía Ramón López Velarde.

El libro fue realizado sin una beca de por medio, como un ejercicio individual, fuera del contexto de los talleres que muchos años la han cobijado, uno de ellos bajo la tutela de Javier Acosta. “Hay un momento en que debes buscar por tu propia cuenta”.

Para hablar sobre el proceso cita a uno de sus autores cercanos, Charles Baudelaire y su libro Salones. Ahí encuentra la referencia precisa, “el escritor se hace en las cuatro paredes, en su cuarto”. Se hace de su fracaso y de sus lecturas.

De Caja de cerillos dice “me apasionaba escribirlo, reestructúralo.  Obviamente uno debe trabajar mucho pero fue un libro que disfruté mucho hacerlo. Jugué con las formas. Quería que fuera un libro diferente y lo fue”.

Este volumen de poemas “es una novela en verso que cuenta una historia”, pero que de la que no se sabe dónde está el principio o el fin, comenta, sin embargo, “cada poema desde la primera línea ya te dice el principio y el final de una historia”.

Además de un juego, el ejercicio de escribir un poema es una lucha, dice.  “Y ver el resultado de ello ese ya es el premio del escritor. Esa ya es la satisfacción del escritor y con eso nos deberíamos de quedar”.

¿Dónde queda aquí el lector? Para Yamilet esta respuesta todavía no es fácil.
“Yo soy bastante egoísta con los lectores y lo reconozco. No soy de los escritores que les guste publicar y publicar. Si lo he hecho pero no es algo que yo busque. No sé si por mi edad. Yo todavía siento que soy una escritora en formación”.
Caja de cerillos, pudo haber sido víctima de “librocidio”. ”Cuando terminé de escribirlo lo que quería era borrarlo y volverlo a escribir”.

“No me he hecho a la idea”, dice sobre el tema de la publicación. Estos dos libros, son el trabajo de mucho tiempo, cuando sean entregados al lector  “ya no van a ser míos (…) ya no van a ser algo personal que yo lo retome. Y es que también el autor en su arte deja ver mucho de sí. Y es a veces difícil compartirlo”.

Fragmento de la obra

17

Nombres que él inventa para mí

Si creo que está dormida, se llama Rose Marie. Si creo que está despierta, se llama Marie

[Rose.

Si me toma de la mano derecha, se llama Carolina. Si me toma de la mano izquierda, se
[llama Jazmín.

Cada vez que llora y gotea la casa, Berenice.
Al cuarto para la hora, Susana.

Cerca de una lámpara encendida, Helena. Cerca de una lámpara hecha polvo, Beatriz.
Cuando rompemos el entablado de los pisos para ocultar la cabeza, Lidia.

Cuando es noche y debo despojarla de su vestido verde con los fórceps, Verónica.
Cuando sus pies violetas no me alcanzan, Airis.

Cuando me apunta con su vientre de repuesto, Evelyn.

Cuando le piso un tobillo por descuido y amenaza con marcharse, Gema.

Cuando jugamos a los esposos y nos recostamos, cada quien en su sofá y, quiero hablarle,

[pero ella se levanta a recoger la ceniza de la tarde, Airam.

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