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jueves, 18 abril, 2024
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La radicalidad

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Por: ALBERTO VÉLEZ RODRÍGUEZ • ROLANDO ALVARADO FLORES •

Aparece en marzo de 2023, en la editorial Debate, el libro “Izquierdas radicales en México”, de Carlos Illades y Rafael Mondragón. Tiene un curioso anacronismo en la página 123, donde dice: “habría que mencionar los recuerdos de Alberto Ruz Buenfil, quien participó en la fundación del Comité Anti-Olímpico de Subversión (CAOS), grupo artístico y de protesta inspirado en las acciones de los Panteras Negras, los ‘ecotopianos’, de Ernest Callenbach, y las acciones de confrontación de los líderes chicanos. CAOS tomó elementos del situacionismo y el ‘Living Theatre’, y se propuso desarrollar acciones subversivas para detener la organización de los Juegos Olímpicos de 1968”. Según se desprende de la cita, Alberto Ruz Buenfil participó en la fundación del grupo CAOS. Tal asociación tenía por fin generar acciones subversivas para entorpecer o detener los juegos olímpicos de 1968. Y la inspiración de esas personas provenía de los Panteras Negras, los “ecotopianos” de Callebach y demás. Lo anacrónico surge cuando se recuerda que los “ecotopianos” son personajes ficticios, miembros de un país organizado de acuerdo con principios ecológicos tras una secesión en Estados Unidos. Según Fredric Jameson (en p. 1 de “An American Utopia”, 2016, Verso) la última novela utópica norteamericana fue escrita en 1975, la “Ecotopia”, de Ernest Callenbach. Resulta, pues, muy extraño que una novela escrita en 1975 haya podido influir en la configuración ideológica de un grupo subversivo integrado alrededor del año de 1968. Lo que sí es plausible es que el trabajo teatral y pedagógico de Alberto Ruz Buenfil haya sido influido con posterioridad a 1968 y su participación en grupos clandestinos, por la obra de Callenbach. Fuera de tales minucias, el libro amerita ser leído. Traza una historia detallada de lo que, a juicio de los autores, es la “genealogía” del denominado “bloque negro”. Y rastrea, hasta donde fue posible, las influencias ideológicas que culminan en la reaparición de actos violentos como manifestación de una radicalidad de izquierda. Al parecer, el bloque negro actúa por su cuenta. Se infiltra en las manifestaciones y acapara la atención mediante actos espectaculares de violencia y destrucción (e.g. “Marcha 8M: Intentan incendiar puerta de palacio de gobierno”, El Sol de Zacatecas, 8/03/23). Escriben Illades y Mondragón: “Con la táctica del black block, algunos núcleos pasaron a la ofensiva con un repertorio de lucha en el que la acción misma clausuraba, por principio, toda negociación con la autoridad”. Todavía más: las acciones violentas se dirigen hacia los símbolos del poder, no hacia personas, y se provoca, de manera consciente, a las fuerzas policíacas para que muestren su brutalidad inherente. Sin embargo, esta postura cambiaría. Durante las “Jornadas Informales Anárquicas” de 2015, llevadas a cabo en el Auditorio Che Guevara de la UNAM, se lanzó un nuevo manifiesto para hacer aceptable la acción violenta. De acuerdo con estos ideólogos (el cubanoamericano Gustavo Rodríguez Romero, el italiano Alfredo María Bonnano) el horizonte utópico desapareció o nunca debió inventarse, el capitalismo ocupa todo el espacio de la imaginación y lo que resta es una nueva forma de insurrección. Ésta consiste en asociaciones contingentes, para evitar la constitución de los irremediablemente autoritarios grupos organizados, que actúan durante un lapso restringido de tiempo y concretan acciones violentas espectaculares. La organización no es el resultado de una larga pedagogía revolucionaria, sino del candor del momento. Si se concibe la transformación social como el esfuerzo de un sujeto social por alcanzar un horizonte, el anarquismo insurreccional se diferencia de cualquier otra corriente política porque sostiene que esa aproximación no tiene lugar debido a la inexistencia de un destino, de un fin de la historia o de una sociedad comunista como límite del capitalismo. Por tal motivo, no es “metafísico” en el sentido que, por ejemplo, dio Gustavo Bueno a esa palabra (la metafísica, en los “Ensayos materialistas”, se hace equivalente “prácticamente, al monismo cósmico”, a la tesis “del desarrollo progresivo de la realidad con el hombre como su fruto último”). No obstante, el retorno de las capuchas y máscaras representa, según el pensar de Illades y Mondragón, una derrota para la izquierda, pues dejar tanto la clandestinidad como el sectarismo fue un logro histórico. Resulta en extremo sintomático que 38 de las 55 acciones antisistema de los grupos anarquistas considerados en el libro de Illades y Mondragón hayan ocurrido en la CDMX y el Estado de México. Indicio de la casi nula influencia de estas asociaciones en la República mexicana. Por otro lado, como manifestación del malestar, ese sí generalizado, con la organización social presente de la sociedad mexicana, esas radicalizaciones muestran la frustración frente a la democracia existente. Tampoco es desacertada la idea de la carencia de futuro. Dicho en términos menos dramáticos, esta frase remite a la ausencia de una vejez con pensión suficiente. Lo que parece esperar a los trabajadores actuales es el sometimiento continuo al trabajo hasta el último día de sus vidas. Construir una alternativa viable a las pensiones, o generar un modo de capitalizar las cuentas de los trabajadores, es lo que constituiría una idea radical. Y debido a que tales proyectos surgen sólo del diseño científico parece ser que, más allá de ingenuidades, cualquier horizonte de futuro se perfilaría desde la racionalidad científico-técnica.

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