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viernes, 29 marzo, 2024
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Decadencia de Occidente por caso ucraniano

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Por: Mauro González Luna •

Occidente en decadencia. Hace 100 años Oswald Spengler, genial filósofo de la Historia y la Cultura, procedió a revisar su primer tomo de su famosísimo libro, «La Decadencia de Occidente».

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En 1918, 1922 y 1923, Spengler anunció, como profeta y pensador, la etapa final de una cultura, la occidental.

Las decadencias de los grupos culturales se van dando a través de un larguísimo proceso de hipertrofia creadora. Es un irse perdiendo: el estilo, la coherencia, la autenticidad.

A través de las estructuras fluye el torrente de la historia, como en el río de Heráclito.

El frío del invierno cultural se intensifica implacablemente a cien años de esa obra profética. Un Occidente que ha convalidado, en este siglo, su carácter fáustico, ensoberbecido, incoherente, vulgar, hipócrita, mediante la ratificación del pacto con el diablo, amo de la mentira, para imponerse al mundo engañando, medrando a costa de los débiles.

Una de las manifestaciones de los tiempos terminales que vive una cultura, según Spengler, es el hecho de la expansión de los espacios, de la dominación territorial del mundo. El imperio romano es uno de sus ejemplos; otro, pasados milenios, el de Estados Unidos apropiándose de medio territorio de México en el siglo XIX.

Hoy, ese imperio en declive, el de Estados Unidos, encarna la dominación sin rival a raíz de la caída del Muro de Berlín. Por medio de la OTAN, desde hace tiempo avanza amenazante hacia el Este de una Europa colonizada, una que ha perdido el sentido del decoro, de su tradición milenaria, de su misión histórica.

Una dominación imperial agravada por el señuelo de ser «demócrata», defensora de valores, salvadora del mundo, cuando en realidad es invasora, trituradora de pueblos y destinos humanos, ejecutando, por ejemplo, seres humanos en múltiples territorios sin recato alguno, jactándose de ello. La traición a las mujeres de Afganistán, abandonadas a su trágica suerte, es un reciente testimonio revelador de una infamia política.

Pero hablemos de lo de hoy. El imperio en declive con el concurso de dóciles aliados, ha estado mintiendo al mundo entero acerca de una inminente invasión rusa a Ucrania. Incluso habló mediante su abyecto aparato propagandístico, de que tal invasión se llevaría a cabo el 16 de febrero a las 3 de la mañana. Algo verdaderamente grotesco solamente creíble para las víctimas habituales de la estulticia humana o de la sumisión, más, cuando la misma Ucrania ha negado la supuesta invasión inminente, porque dicha mentira afecta su economía.

Grotesco, patético ello, cuando la misma Rusia, aliada con China, ha manifestado sistemáticamente que no pretende invadir Ucrania, que no quiere guerra, sino que se cumplan los acuerdos de Minsk celebrados con Occidente.

Estados Unidos es el que anhela una guerra -lejos de su territorio obviamente- para medrar con armas; es el que propaga la histeria colectiva, la neurosis como una escaramuza perversa para seguir sintiéndose en su debacle, el dueño del mundo, para hacer y deshacer a su antojo, no importando el sufrimiento, la angustia de tantos.

La soberbia de un Imperio, aliada a la mentira, al engaño burdo, vía una prensa occidental por regla, sometida, acrítica, desinformadora. Como ha dicho irónicamente un portavoz del gobierno ruso, sería muy útil que los interesados pusieran el despertador a la nueva hora exacta del día que los Estados Unidos y secuaces, señalen como el de la supuesta invasión. Por favor, seriedad, responsabilidad y vergüenza, señores todopoderosos de Occidente, en franca decadencia política y moral. Busquen la paz, no alienten la guerra, sean auténticos. Tal vez eso sea pedirle peras al olmo.

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