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sábado, 20 abril, 2024
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Aún esperan a Jhosivani, con su ropa y zapatos de futbol

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Por: La Jornada •

Tixtla, Gro. Es 16 de septiembre pero en la casa de los Guerrero-De la Cruz no hay banderas ni colores patrios. Jhoselyn, Joana y Osmar llevan playeras blancas con el rostro de su tío Jhosivani y la leyenda “Vivo lo llevaron, vivo lo queremos”.

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Son camisetas de tela calada, ropa interior de niños que desde hace un año van a marchas y protestas en lugar de pasar tardes felices entre vecinos y amigos. Extrañan a su tío Yosi, como le llaman cariñosamente en la casa. Lo quieren mucho y en su honor las dos niñas llevan nombres que empiezan con la letra “J”, porque él siempre se ocupó de sus sobrinos, les dedicó tiempo entre paseos y juegos.

Jhosivani Guerrero de la Cruz nació y creció en Omeapa, en las sierras del estado de Guerrero. El menor de seis hermanos, desde niño el consentido de la casa y sobre todo de su madre, Martina de la Cruz. Ella guarda intacto el clóset con su ropa y zapatos de futbol, “tenis buenos que le regalaron sus hermanos mayores”. Siempre le gustaron los deportes, sobre todo el futbol y un poco menos el basquetbol.

En este martes con sabor a domingo, Don Margarito sale de la casa, se despide y toma una combi rumbo a la Normal Rural Raúl Isidro Burgos. Para la mayoría de los mexicanos es feriado, sin trabajo ni preocupaciones, pero los padres de Ayotzinapa no tienen día libre. Llevan casi un año de dormir poco y comer menos, trescientos cincuenta y cuatro días de exigir por sus hijos desaparecidos, heridos y asesinados en Iguala el 26 de septiembre de 2014.

Hoy los familiares viajan a la Ciudad de México. No conocen la agenda que tendrán en la capital pero no lucen preocupados, a nadie sorprende la incertidumbre ya que el trajinar sin descanso ha hecho que pierdan la cuenta de los rincones que visitan en su reclamo. No preguntan demasiado, como otras veces suben a los autobuses para ir a donde los escuchen, sean multitudes o pequeños grupos.

Llevan pequeñas mochilas, unas pocas pertenencias. Con un vestido de flores va Librada Rosas, hermana del desaparecido Felipe Arnulfo Rosas. Acompaña a su padre, Demián, quien habla mixteco y poco castellano. Berta Nava, madre del asesinado Julio César Ramírez Nava, se maquilla porque arreglarse la ayuda a mantener el ánimo en alto.

Margarito Guerrero se alista para subir. Viste su infaltable sombrero de paja, pantalón de mezclilla, huaraches y una camisa azul. En el pecho lleva un botón con la foto de Jhosivani, un retrato a color donde el muchacho esboza una sonrisa tímida.

Aunque a veces le gana la tristeza, hoy Margarito luce sereno. Sigue buscando a su hijo y no se desanima.

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