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martes, 10 diciembre, 2024
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La disminución de la violencia en Zacatecas y la violencia vicaria

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Por: ÁLVARO GARCÍA HERNÁNDEZ •

Con mucho júbilo hemos recibido la noticia de la Presidenta de la República, Claudia Sheinbaum Pardo en el sentido de que nuestro querido Zacatecas ha avanzado estadísticamente en el tema del abatimiento a los altos índices de violencia que prevalecían en la entidad, sin embargo, debemos cuestionarnos sobre la violencia que ejercemos en nuestro entorno inmediato pues continuamente se atenta contra el ambiente, contra los animales y peor aún, contra los seres más desprotegidos y sensibles de nuestra sociedad que son las niñas, niños y adolescentes. En esta lucha irracional, no importa a quien se violente ni las modalidades tampoco; el fin justifica los medios como en las épocas priistas y panistas; no importa que se quede en el camino, la ternura, la inocencia, la integridad física y mental de este importante sector de la población. Tal vez se crea que con alguna terapia se recupere el dolor y la desesperanza que se vivió de manera traumática; desconozco también si esta sociedad que está pasando de machista a feminista, avale conductas infames y cobije situaciones adversas contra la familia por el simple hecho de abanderar causas a ultranza. En el Planeta Tierra, hace falta mucha armonía, equilibrio y sosiego; es necesario que sin partir de ideologías falsas o ciertas, se piense primero en niñas, niños y adolescentes. Una relación puede estar rota por distintos motivos, pero se debe resguardar un espacio para el diálogo, para la reflexión, los acuerdos y buscar la mejor puerta para salir dignamente; de cualquier forma, los que se hieren, se golpean o insultan, con el pasar de los años tendrán que volver a encontrar y, tal vez, lleguen a la conclusión de que no valió la pena tanto agravio. Créame estimado lector que no vale la pena tanta confrontación, si acaso el costal de infortunios que vamos cargando con el tiempo, se hace cada vez más pesado en la medida de que el odio separó hijos e hijas de padres y madres, o quizás, cuando dividió parentescos de sangre que se consideraban sagrados. Creo definitivamente que al tejido social, lo echamos a perder desde nuestro hogar, cuando hay violencia y la violencia no distingue género, edad o condición social; el tejido social se pudre cuando no tenemos límites para herir a la pareja o cuando la juzgamos con la vara de la perfección que no se tiene. Nadie tiene la última palabra en cuanto al feminismo o machismo, lo que sí existe son hombres y mujeres violentadas y de paso, cuando ya no alcanzaron los insultos, las amenazas entre ellos, se utiliza estúpidamente a los seres que nada tienen que ver con los problemas; así las cosas y, llegando al borde del coraje y la ira, el hombre y la mujer, utilizan a los hijos e hijas para provocar lo que ellos ya no pudieron: dolor. Pero no es un dolor cualquiera, tal vez sea el más grande, aquel que se infiere a través de los hijos, porque cobardemente el violentador o violentadora, ya no pudieron por sí mimos, provocar el daño deseado, lo cual desde mi perspectiva constituye una conducta nefasta, la peor de todas, la que nos coloca al nivel de algunas bestias. De tal suerte, la violencia vicaria no tiene distinción entre los géneros, se provoca indistintamente ya que por igual, mujeres y hombres son violentos ante determinadas circunstancias; al respecto, Lidia Ramírez reconoce que la violencia vicaria es aquella cuyo fin es utilizar a otro para hacer daño a un tercero; en tal sentido, Paz Loria considera que la violencia vicaria es una forma de violencia física o psicológica por la que una persona ataca a otra con el objetivo de causar dolor a otro individuo, de esta forma, continua la activista Loria, se puede dar de un hombre a una mujer, de una mujer a un hombre, de una mujer contra otra mujer y de un hombre a otro hombre y, casi siempre, la persona violentada es un hijo o hija de la víctima, con la posibilidad de sea cualquier persona. En este contexto,  considero que la perversidad humana no tiene límites, por lo que este tipo de violencia debe estar plenamente regulado y visibilizado para evitarla, en virtud de que estamos ante la presencia de muertes de infancias y adolescencia que deben prevenirse o de impactos psicológicos o psiquiátricos, transitorios o permanentes que afectarán su pleno desarrollo.

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Álvaro García Hernández

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