En los últimos días, andando entre los rumbos de otros mundos, descubriendo horizontes que antes solo intuía, me desplazo entre espacios que huelen a utopías y transforman el pan de cada día en sueños que suplantan a aquellas pesadillas aun tan verídicas, aplastantes y evidentes que ni pellizcos requieren para manifestar su convincente realidad. Se extrañan los afectos y se extrañan tanto como el color y el dolor tan rutinarios que aparecen tan evidentes ante horizontes que resplandecen con estruendo y borran de un suspiro toda añoranza de lo cotidiano.
Quizá sea pretencioso hacer poesía para decir que no se extraña la violencia, la crueldad, el crimen y el terror, compañeros forzados de una vida impuesta a fuerza, mientras la ignorancia estruendosa arrulla con afecto desquiciado estos horrores que cohabitan mecidos en una espiral destructiva y alimentan un monstruo que carcome y desquicia. No hay forma de añorar estos fenómenos que cada momento van matando lo que antes era un sentimiento feliz que empujaba a la superación, la búsqueda sensata, al amor cotidiano.
Así llega el momento en que las ilusiones callan, al tiempo que el miedo se diluye en el alegórico suspiro de algún ser desolado que en un momento dado soñó con ser poeta, alejado, ausente y distante de los altos vuelos, quizá un trovador de caminos vecinales o del que carga con el anónimo sentir que se sublima con la inspiración desbocada en una olvidada banqueta. Como la sensación de perderse en medio la multitud formada por la chusma que jamás entenderá el sublime sentir de un anacoreta.
El poeta convive día con día con la infinita alegoría de las figuras retóricas que se transforman en galerías pictóricas de formas infinitas que dan forma a un entorno tan lleno de carencias transformándolo en un desfile de formas literarias dan un tono deslumbrante a un mural infinito que surge de una aparente nada.
La soledad se torna pues, en la infaltable compañera en un mundo que se ha transformado en un carnaval de placeres nocivos y sentires ficticios alrededor de abalorios y goces tan falaces como el único dios, que engañan con picardía eterna a la otra deidad representada por el poder del dinero.
Y cuando el momento llega para darse de cuartos y compartir el día con la infalible e infaltable realidad que hiere aplasta y sojuzga, las fuerzas se rebelan contra la adversidad, se apela a la bondad del alma en pena cuya frialdad abruma y enajena.
Así es como la soledad acompaña en su peregrinar por el mundo a aquellas almas blancas que se arrojan inocentemente al precipicio sin fin de la inmensidad e intensidad de la más olvidada y pobre de las bellas artes: la poesía.
A nadie, ni al mismo versador le importa la aplastante soledad en que el poeta existe, sin que esto pueda llamarse tragedia en sí, lo que no deja de ser lamentable en una sociedad que se jacta de ser culta y presume inspiraciones de plumas mercenarias o cantares de ancestros inspirados que se salvan del interminable viaje de la barca del olvido. Lo lamentable estriba que en su muerte, el poeta no encuentre el bálsamo de la evocación de sus andares, así como vivió, así yace en la tumba, La soledad que lo acompaña en la vida le es fiel hasta más allá de los confines del misterio de la muerte. Ni siquiera tiene la suerte de los criminales que siguen vivos en el recuerdo de sus víctimas o de sus victimarios. Pero son las reglas del destino y con ellas hay que transitar,
Este escrito viene a cuento porque hace aproximadamente un año tuvo un fin lamentable uno de los trovadores que daban vida al oficio de poeta y que como buen guerrero arremetía contra los molinos de la indiferencia armado con su inspiración y su poesía. La tragedia dio al traste con sus sueños, pero no con su espíritu de lucha, el cual se mantiene vivo en muchos otros luchadores de la creatividad poética. Es para ellos a quien va dirigido este trabajo y a quienes se invita a dejar su soledad y mostrarse ante el mundo. En noviembre se pretende hacer un encuentro de poetas para honrar tanto a poetas vivos como a los ausentes. Por ahí se hará circular la invitación que permita a los escritores de poesía compartir sus soledades.
- A la memoria de don Ramiro de la Cruz, poeta, que este 11 de agosto cumpliría 66 años. Salud.