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jueves, 27 marzo, 2025
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■ SEPASEV se ha convertido en una farsa, asevera

Estado incumple su obligación de educar con perspectiva de género: Verónica Aguilar

■ “El problema no es que las feministas se nieguen a educar a los hombres. El problema es que el Estado sigue sin educar a nadie”

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Por: ALEJANDRA CABRAL •

Doce mujeres son asesinadas cada día en México. En Zacatecas, el 2024 cerró con la cifra más alta de mujeres desaparecidas en la historia del estado. Sin embargo, lo que más indigna a ciertos sectores no es la violencia de género, sino las formas en que las mujeres exigen justicia, señala Verónica Aguilar Vázquez, doctora en Derecho y activista feminista.

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En un país donde la impunidad en feminicidios alcanza el 96 por ciento, la exigencia de que las colectivas feministas se encarguen de integrar en su lucha la educación a los hombres sobre sus propias violencias y sobre la agenda feminista, se percibe como una carga despolitizante que termina por reforzar la idea de que el problema es de «desconocimiento» y no de poder y privilegio. Además de que implica que el feminismo debe ser «amable» y pedagógico para ser legítimo.

Aguilar Vázquez, integrante del Grupo de Acompañamiento a las Mujeres de la Universidad Autónoma de Zacatecas (UAZ) y de la Red Plural de Mujeres, señala que la educación con perspectiva de género ya está mandatada en tratados internacionales y en la Constitución, pero el Estado ha fallado en su implementación. El artículo 3º constitucional establece que la educación debe incluir perspectiva de género, igualdad y derechos humanos, pero esto no se ha tomado en serio.

La activista subraya que la educación de género no sólo es necesaria en el ámbito escolar, sino también en los procesos administrativos y jurídicos, ya que la falta de perspectiva de género dentro de estas estructuras perpetúa la impunidad y la revictimización.

Como ejemplo del retroceso en la lucha feminista en Zacatecas, Aguilar Vázquez menciona que el Sistema Estatal para Prevenir, Atender, Sancionar y Erradicar la Violencia de Género contra las Mujeres (SEPASEV), creado para coordinar estrategias contra la violencia de género, no está funcionando. 

Las sesiones han sido “una farsa, un maquillaje y una manipulación” caracteriza la entrevistada, añadiendo que el gobernador, quien debería presidirlas, nunca ha asistido, por lo que los titulares se ausentan y las sesiones resultan ser una simulación. Lo anterior contrasta con los acuerdos y compromisos focalizados a los que se llegaba en otras administraciones con las colectivas, que no solo señalan problemáticas, sino que llegan con propuestas puntuales, indica la activista.

Verónica Aguilar recuerda que Zacatecas sigue teniendo alerta de violencia de género en los 58 municipios, lo que hace aún más grave la falta de funcionamiento de mecanismos de prevención y atención a la violencia.

¿Es tarea de las feministas educar a los hombres?

Mientras el Estado evade su papel, algunos sectores han planteado que los colectivos feministas deberían priorizar la educación de los hombres sobre la agenda de género. Sin embargo, dentro del movimiento feminista esta idea ha sido ampliamente rechazada.

La escritora senegalesa Ndèye Fatou Kane ha sostenido que los hombres deben aprender por sí mismos y que no es responsabilidad de las feministas guiarlos en ese proceso. Desde otra perspectiva, Bell Hooks, en El deseo de cambiar, señala que los hombres deben cuestionar su masculinidad patriarcal, y este cambio debe partir de ellos mismos, no condicionar la lucha feminista. En una postura más radical, Valerie Solanas, en su SCUM Manifesto, sostiene que el patriarcado no tiene solución y que el feminismo no debería desgastarse en intentar reformarlo.

Más allá del debate teórico, lo que Aguilar Vázquez y otras activistas reclaman es que la carga del cambio estructural no debe recaer en las feministas, sino en el Estado y la sociedad en su conjunto. La activista enfatiza que lo que vemos en las marchas feministas es una voz de hartazgo ante la falta de respuesta de las instituciones y la indiferencia de una sociedad que, en lugar de exigir un alto a la violencia, justifica las agresiones y critica la forma en que las mujeres exigen justicia.

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