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jueves, 25 abril, 2024
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Las barbas nacieron en remojo

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Por: LUCÍA MEDINA SUÁREZ DEL REAL •

La inhabilitación de por vida a Kristina Fernández de Kirchner, primero, y luego la caída del presidente del Perú, Pedro Castillo, hicieron salir del closet golpista a muchos de quienes, hace un mes apenas, marchaban en nombre de la democracia.  

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En la república de Twitter unos llamaron a poner las barbas en remojo, por ejemplo; y otros creyeron posible lo que hasta ahora les había parecido paranoia. 

Ya hace mucho que Rafael Barajas “El fisgón”, académicos y analistas, advierten de intentos de un golpe blando en México. Lo cierto que, en caso de haberlos, hasta ahora han sido totalmente infructuosos. 

Por el contrario, aún con los embates, el presidente mantiene alta popularidad; su partido se fortalece en lo electoral, y se puede permitir caminar seis horas entre un millón de personas en una temeraria demostración de fortaleza política. Todo ello gracias, en parte, a las precauciones tenidas aprendiendo de los caminos de otros:

A la luz de lo ocurrido con Lula y con Dilma, golpeados fuertemente por el poder mediático como antesala a la destitución de ella, y el encarcelamiento de él, López Obrador ha construido una tribuna alternativa a la de las dos grandes televisoras que hace unos años tenían tanta influencia. 

No puede olvidarse el papel de Televisa en la construcción de la imagen de Enrique Peña Nieto; de Tv Azteca saboteando al gobierno de Cuauhtémoc Cárdenas en la ciudad de México, ambas empresas alentando la brutal represión en Atenco, o del rol de Carlos Loret de Mola en la legitimación de la reforma educativa del peñismo.

López Obrador lidia con ellos, pero apuesta a que las “benditas redes sociales” y los medios alternativos hagan llegar su punto de vista, y contrarresten los ataques. La gasolina que permite caminar todo ello es la conferencia mañanera.

Tampoco se permite fantasear con la reelección, entre otras cosas, porque tiene estudiado el desgaste que le produjo a Evo Morales esa tentación. 

Se trata, en todo caso, que permanezca el proyecto de nación, y es claro que lo más probable es que su sucesora o sucesor tenga fuerte y expreso compromiso con esto, esperando con ello que no ocurra lo que le pasó a Rafael Correa. 

El cuidado de AMLO es de siempre, desde que en los eventos del movimiento se invitaba y celebraba, por igual, a los diplomáticos cubanos que a los americanos, a pesar de que la popularidad de unos y otros no se parecía. 

Obligado a combatir los prejuicios y las campañas estilo “peligro para México”, López Obrador tuvo que poner aún más empeño en equilibrar sus decisiones para que las tensiones que éstas producían no rompieran las relaciones con los dueños de los grandes capitales de los que dependen millones de trabajos en México, sectores estratégicos como las materias primas, y las telecomunicaciones, y cuyos tentáculos llegan a otras naciones.  

A pesar de tener como lema que “por el bien de todos primero los pobres”, y de ser considerado populista, el presidente desayuna tamales de chipilin con el hombre más rico de México y tiene en su marcha, entre un millón de personas, a empresarios como Carlos Bremer.  

Andrés Manuel no pierde de vista que se comparten miles de kilómetros de frontera con el país más poderoso del mundo; que la economía mexicana es muy dependiente de lo que ocurre allá, y que el Poder, así con mayúscula, es mucho más que el gobierno que se conquista en las urnas. 

El resultado de esto es una realidad muy lejos de la Venezuela del Norte, que algunos temían y otros deseaban. Y no la hay porque nunca fue el objetivo y quizá ni siquiera el interés de López Obrador, pero también porque se asume a la política como el terreno de lo posible, y en el estado actual lo que hay es lo que se puede. No más. 

México está muy lejos de ser Perú porque nuestro sistema político es otro, y nuestras condiciones son otras. 

López Obrador está muy lejos de ser Castillo porque su tamaño y oficio político es otro, y porque sabe, desde siempre, tener las barbas en remojo. 

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