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viernes, 26 abril, 2024

El interés general contra el dios del mercado

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Por: La Jornada Zacatecas •

Hay recursos o temas que son de alto interés común y merecen especial cuidado de que la prioridad pública de dichos temas no se vea afectada por ambiciones particulares. En la economía antigua se veía al mercado como un espacio de furiosa lucha de intereses egoístas donde se despedazaba a los más débiles y se creaba caos con enorme facilidad. Por eso, ciertos temas no pueden dejarse en manos de los dientes ambiciosos del mercado. El Estado, teóricamente, representa al interés general que, por definición, está por encima de los intereses particulares. Estos últimos siempre tiran a las ventajas absolutas y aquél se orienta por principios de justicia. Así, es como se puede asegurar que los niños de los mexicanos más pobres puedan tener asegurado un lugar en la escuela y atención médica en clínicas públicas.

Un servicio estratégico es la distribución del agua potable. Todas las viviendas deben tener una toma de agua. Puede ser más caro llevar la red de agua a colonias donde los pagos serán menores a los costos, y sin embargo, el Estado tiene la obligación de proveer el servicio. El mercado jamás haría tal cosa, y no tendría por qué hacerlo. La red de caminos también es una actividad estratégica, algunos caminos pueden ser rentables para que la iniciativa privada los construya; y donde la renta es baja, el Estado deberá garantizar la existencia de caminos.

Sin el acceso de alimentos no es posible vivir. Por eso, el interés general no puede poner en manos de las ambiciones particulares algo tan importante y vital. El Estado asume bajo su responsabilidad esos asuntos, y ve en qué momento puede soltar al mercado la distribución de alimentos y en qué momento no. Cuando hay oportunidad y poco riesgo de que entre la iniciativa privada a dicha distribución, no hay problema; y cuando se ve que el mercado puede especular y dejar sin alimentos a franjas de la población, el Estado debe asumir su papel.

Entre los recursos estratégicos están los energéticos. Sin electricidad un país simplemente no funciona. Hay lugares donde sin ese recurso es imposible sobrevivir. Sin movilidad, o el vital insumo para la industria tampoco. Por eso, no puede depender del mercado la generación o distribución de la electricidad. De hecho, a la transmisión eléctrica le llaman ‘monopolio natural’ del Estado porque ahí, ninguna empresa privada invertiría y estaría dispuesta a compartir servicio con fines sociales. El problema es que hay gobierno o neoliberales o demagogos que no cumplen con las obligaciones del Estado.

Toda economía es con mercado, pero no toda debe ser de mercado. El mercado tiene más de 5 mil años, pero pende de decisiones de las diversas formas de Estado. Otra cosa es poner al mercado en el lugar absoluto o incondicionado o autorregulado, de una ideología inventada en la modernidad que en nombre de la razón sacrificó a sus hijos a Moloch.

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