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jueves, 28 marzo, 2024
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La Utopía en el Hogar (29) La Cultura. Entre muros y puentes

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Por: Jorge Humberto De Haro Duarte •

Otra vez aparece en el espectro de los temas que además de ser importantes, deben tener el potencial para trascender, la cultura, ese preciado reflejo de la realidad intangible de las diversas sociedades que se han desarrollado a lo largo de la evolución de toda forma de conocimiento y que como culminación aporta los fenómenos que tienen que ver con el asunto de la educación. Qué tanto se ha aprendido para aspirar a mantenerse en movimiento con las bases de lo que se ha acumulado en el equipaje de la experiencia de la humanidad a lo largo de la historia. Quién iba a pensar que algún día se iba a estar viviendo la realidad inesperada hoy vigente, que tiene pocas trazas de mejorar en el corto plazo, además.

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La aparición de este desagradable fenómeno dejó en estado de indefensión a muchas personas acostumbradas a vivir al día, ambulantes, pequeños propietarios, profesionales libres y tantos más, entre los que destacan los artistas. Quedaron en evidencia tantas desventajas que tienen que soportar aquellos que por alguna razón en la vida han decidido atender el llamado de las musas que estimulan la inspiración. Los artistas descubrieron de sopetón su vulnerabilidad dentro del mundo laboral. A la hora de los hechos se descubrió que, salvo muy pocos que tienen algún desempeño dentro de las instituciones y a aquellos que han sido capaces de construir un cartel y negociar con el producto de su quehacer artístico. Pero esto ocurre con un reducido porcentaje.

Desde el inicio de la pandemia los artistas descubrieron dramáticamente que su vida no está contemplada seriamente por los aparatos del estado, como parte de su compromiso para mantener la vida cultural en su expresión cotidiana. De repente, dejó de haber invitaciones y el aislamiento se volvió la constante. Con la prolongación del retiro colectivo, las manifestaciones artísticas debieron presentarse a través de expresiones gráficas y en plataformas de encuentros a través de diversas formas que requieren el uso de pantallas y del internet. Un muro enorme, sin duda, es el desempleo.

Pero no solo eso, las instituciones estaban acostumbradas a manejarse de formas que poco o nada tienen que ver con el apoyo a la cultura. Históricamente, las actividades relacionadas eran olímpicamente ignoradas, más por fenómenos derivados de la inoperancia, la omisión, falta de empatía, el poco entendimiento del fenómeno que con la mala leche. Todo mundo sabe que el presupuesto para cultura es de los más raquíticos y los fondos destinados no siempre llegan a donde corresponde. Y para colmo de males, el poco presupuesto restante se maneja por medio de convocatorias muy limitadas y a veces los proyectos que se apoyan ya están otorgados de antemano, logrando con esto que los artistas se avienten broncas descomunales por pelearse las migajas. Y ahí se descubrió el muro más inexpugnable que carga la comunidad artística: la insoportable soledad de la desunión, la nula empatía entre los creativos y la falta contundente de solidaridad, para citar unos cuantos muros más.

Entonces, casi como consecuencia inmediata de la aparición de la pandemia, surge, como una oleada nacional el “Movimiento No Vivimos Del Aplauso” (MNVA), en él se dio cabida a todo tipo de creadores de corte artístico dentro de todas las disciplinas que forman parte del espectro cultural. La versión del movimiento surgido en Zacatecas ha tenido su propia dinámica de integración y se ha mantenido activa y propositiva con el difícil objetivo general de encontrar y desarrollar lo posible, lo que al principio parecía un auténtico galimatías. El compromiso mostrado por los miembros de sus diferentes comisiones hace creer en la posibilidad de construir puentes entre los que representan a las instituciones y la fuerza creativa y propositiva de los artistas.

El movimiento en Zacatecas se denomina como la comunidad artística, formada por creadores, gestores, productores, docentes, promotores, empresarios y consumidores de productos culturales, decididos a organizarse de manera voluntaria para mejorar las condiciones del sector, generando mecanismos de gestión e intervención en las políticas culturales para incidir en la dignificación de toda la comunidad artística y cultural del estado”.

A casi cinco meses de su formación, el movimiento ha logrado, antes que nada, mantenerse como una fuerza combativa y cada vez más organizada. A pesar de la diversidad creativa de los miembros, cada vez se estrechan más los lazos de empatía entre todos. El empezar a conocerse a través del compromiso individual y de grupo, alientan las esperanzas de que muy pronto habrán de construirse puentes que conecten a todos los miembros de esta complicada tarea, aquellos que tienen que ver con el eficiente compromiso y desempeño correcto de las instituciones y la integración armónica a mediano y largo plazo que permitan a la comunidad que se comunica por medio de la creación artística de todos los puntos del territorio del estado y no al revés, como se plantea ante la emergencia, por ejemplo, recortar o desaparecer los presupuestos para el fomento de la cultura en los municipios.

Este esbozo es solo una “probada” de lo que ya se ha comenzado a operar por parte de la comunidad artística. Al menos, la mayoría de los muros y obstáculos son del dominio público. Ahora corresponde a los artistas, unidos, resilientes y empáticos, el aprender a sobrevivir bajo condiciones inciertas. Hay que demoler las viejas paredes y construir todos los puentes que permitan el libre fluir de la cultura y las artes.

Por ahora, se sigue trabajando en todo lo anterior y en el aporte para la creación de una ley de cultura, la eliminación de la violencia institucional y la creación de un Observatorio Cultura. Pero esto se desglosará hasta la próxima semana.

Hasta la próxima emisión.

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