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viernes, 29 marzo, 2024
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Sobre “Los orígenes del totalitarismo”

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Por: RICARDO BERMEO •

                                                           “Para poder ver con claridad, antes hay que ver y comprender lo que es” C. Castoriadis.

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Hanna Arendt,  alemana -de origen judío-, exiliada en Estados Unidos, dedicó  su  vida intelectual  (1906-1975)  a elaborar un pensamiento político que contribuyera a evitar la (re)creación  de   regímenes totalitarios [como lo fueron el nazismo y el stalinismo].

El libro, “Los orígenes del totalitarismo”, puede ser leído con cierta utilidad para profundizar la reflexión sobre cuestiones cruciales, en torno a la política de la nueva administración estadounidense.

Para Arendt los panmovimientos fueron precursores -muy importantes- de los movimientos propiamente  totalitarios (pangermanismo –orígenes alemanes- luego Hitler-; paneslavismo –orígenes rusos- luego Stalin).

Además de autoproclamarse como pueblos “elegidos”, portadores de una misión divina. Fueron, defensores a ultranza de un nacionalismo -y un racismo- que privilegiaba  el origen “natural” de los pueblos.

La ideología pan-movimientista, negaba   la igualdad humana  basada en los derechos [es decir, la igualdad propiamente política].  Se oponían –así mismo- a  la idea  del  “origen  común” humano [idea cristiana].  En su lugar,  afirmarían  “el concepto divino de su propio pueblo”, convirtiéndose  –de ese modo-  en diferentes a todos los otros. Encubriendo  que las diferencias se pueden deber -más- al “producto temporal y cambiante del esfuerzo humano”, [basta recordar -hoy-, los decretos contra los migrantes no-autorizados].

Sean Dios o la Naturaleza, los causantes del “origen de un pueblo”, ideológicamente, según Arendt,  ambas posiciones tienen un denominador común: aquel  “pueblo elegido”… “vive en un mundo en que es un perseguidor nato de todas las especies más débiles, o la víctima nata de todas las especies más fuertes.”

Los pan-movimientos conjugaban otros elementos: “desprecio por el individualismo liberal”, “odio a la democracia”,   “desprecio por el ideal de Humanidad, y por la idea de dignidad humana”. Este desprecio, según Arendt, era debido a que una vez que es aceptada la idea de una “humanidad común”, ello conllevaría aceptar una “coparticipación de responsabilidad.”

Lo que suponía, “que todas las naciones se verían obligadas a responder de los daños producidos por todas las demás”…[basta pensar –hoy- en las posiciones sobre el calentamiento global, la justicia climática, los refugiados, la tortura, etc., para advertir los paralelismos ideológicos entre aquella época y la nuestra].

Para Arendt, el tribalismo [nacionalismo] y el racismo son “formas muy realistas, aunque muy  destructivas de escapar al compromiso” que supondría aceptar una “responsabilidad común”.  Esta sería una de las razones por las cuales el totalitarismo tuvo un enorme predicamento  entre las masas de las ciudades modernas; rehusaban  hacerse cargo y construir un mundo común. Y ello, aunque el precio fuera la propia ruina.

El fundador del pangermanismo George Von Shoenerer -verdadero “padre espiritual” de Hitler-,  “fue el primero en percibir las posibilidades del antisemitismo [odio racista] como instrumento para forzar la dirección [hacia un proyecto proto-totalitario] mediante la política exterior y para quebrar… la estructura interna del Estado”.

En el caso de Rusia, según Arendt,  la ideología paneslavista se reintroduce, superando incluso al marxismo, con Stalin.

El antisemitismo,  para Hannah Arendt,  responde a que, por un lado, los judíos eran “el ejemplo perfecto de un pueblo en el sentido tribal, y su existencia era la mejor prueba de la veracidad de las teorías raciales”. Pero, el odio a los judíos, procedía mucho más de que los pan-movimientos “al reivindicar su calidad de elegidos, solo podían chocar con esa misma pretensión por parte del pueblo judío”. Era entonces  de cierta forma un sentimiento de “envidia”.

Arendt menciona como ese tribalismo y racismo estaban construidos sobre puros “hechos alternativos”. Seudomisticismos, mentiras, reconstrucciones  históricas totalmente arbitrarias, obraban de ese modo  utilizando el “odio a los judíos”, con el objetivo de  separar completamente  la realidad,  de aquella otra ficción política con que se creaba la identidad del “enemigo” con   “todas las fechorías”  atribuibles a  los judíos.

Existe un retraso, entre los panmovimientos y los movimientos propiamente  totalitarios,  entre  el inicio… de la formulación de la ideología racista; y su aplicación política efectiva. Por ejemplo, “Los protocolos de los sabios de Sion” era un  libelo redactado por la policía zarista en 1900, olvidado hasta 1919, se popularizó  masivamente convirtiéndose en una verdadera  arma política racista.

Fue Hitler  quien -realmente- descubrió como utilizar ideológicamente  al “peor” pueblo [los judíos] para organizar políticamente al “mejor” así como a  “todos los conquistados y oprimidos entre ambos”. Supo astutamente “generalizar el complejo de superioridad de los pan-movimientos de forma tal que cada pueblo, con la necesaria excepción de los judíos, pudiera despreciar al que era aún peor que él mismo”.

No fueron los pan-movimientos sino Hitler, tras años de crisis social, económica,  -caos  y desesperación-,  quien logró establecer la correcta vinculación entre la política interior, y la política exterior, para lograr –combinándolas-, crear la “comunidad popular”, es decir “la horda completamente desarraigada y racialmente adoctrinada  que su proyecto  totalitario  requería”.

 

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