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Madero y la decena trágica (9 febrero 1913)

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Por: SOCORRO MARTÍNEZ ORTIZ •

Después del 25 de mayo de 1911, cuando Porfirio Díaz renunció como Presidente, luego de más de tres décadas de haber gobernado nuestro país, entró en funciones don Francisco León de la Barra.

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Posteriormente y en medio de una gran algarabía, Madero ingresó a la Capital de la República el 7 de junio de aquel año como Jefe de la Revolución triunfante, para fundar en el mes de agosto, el Partido Constitucional Progresista y ocuparse luego, de reorganizar su campaña política con objeto de participar, Él y Pino Suárez como candidatos, para ocupar los cargos de presidente y vicepresidente respectivamente, en las elecciones a celebrarse el 15 de octubre siguiente y en las cuales resultaron vencedores.

Sus opositores pronto comenzaron a inconformarse y el 31 de octubre, antes de que tomara posesión de su cargo, se dio a conocer El Plan de Tacubaya, el cual entre otras cosas establecía, el desconocimiento de su futuro gobierno, al que finalmente asumió el 6 de noviembre del mismo año.

Madero no supo ser estadista, sólo creía en la eficacia del bien, le faltó esa dosis de la perversidad que exige la política, y eso hizo que desdeñara a los opositores: el general Bernardo Reyes y su hijo Rodolfo; Félix Díaz y Manuel Mondragón; además, al nefasto embajador estadounidense Henry Lane Wilson, quienes durante meses, no sólo denostaron su gobierno, también fraguaron el Cuartelazo de la Ciudadela.

Con estos antecedentes y ya como Jefe del Ejecutivo, siendo una persona ingenua políticamente y por consecuencia, sin malicia para distinguir a sus enemigos e imponer sobre ellos su autoridad, muchos aprovecharon tal situación, entre ellos Félix Díaz, sobrino de Porfirio Díaz, quien encabezó una asonada en Veracruz, pero el Presidente lejos de mandarlo fusilar, resolvió remitir el caso a los tribunales y fue enviado a Lecumberri. El general Bernardo Reyes, a quien Madero también le había personado la vida, se encontraba en la prisión militar de Santiago Tlatelolco. Ambos, junto con otros opositores al régimen, planeaban una conspiración.

Fue así que el 9 de febrero de 1913, dio inicio lo que históricamente se conoce como Decena Trágica, cuando se sublevó el grupo de generales porfiristas encabezados por Bernardo Reyes, quien murió en el intento por tomar Palacio Nacional.

Cerca de las 3 de la mañana de ese día, una columna de 300 hombres procedentes de los cuarteles de caballería y artillería de Tacubaya, se dirigió a la prisión de Santiago Tlatelolco y rescataron a Bernardo Reyes. En seguida también liberaron de Lecumberri a Félix Díaz. Sólo entonces el grueso del contingente militar se perfiló hacia Palacio Nacional, supuestamente ocupado ya por usurpadores insurrectos como los alumnos de la Escuela Militar de Aspirantes.

Más tarde, a las 8:30 de la mañana apareció de pronto una multitud desordenada: civiles armados; jinetes; soldados; oficiales de todos los rangos y paisanos a pie que vitoreaban al aire. Eran los sublevados encabezados por Bernardo Reyes. Para entonces, Él sabía que la toma de Palacio había sido frustrada por el gobierno legal. Reyes fue acribillado en batalla por el intendente Bassó y entonces, sus seguidores, los reyistas pasaron con los seguidores de Félix Díaz los felicistas.

Todos, huyeron en desbandada hacia la fábrica de armas, mejor conocida como la Fortaleza de la Ciudadela, pero la confusión y la incertidumbre tomaron por sorpresa no solo a los rebeldes. Es fatídicamente que Gustavo Madero, aconseja a su hermano el ascenso del general Victoriano Huerta pretextando su experiencia y rango militar, para que reemplazara sin contratiempo a Lauro Villar herido en la refriega.

Atrincherados en la Ciudadela, los alzados hostilizaron a la sociedad civil y causaron cientos de muertos. Victoriano Huerta comandante de las Fuerzas Leales, se reunió en la Sede Diplomática de Estados Unidos con Félix Díaz, hasta entonces jefe de la asonada y ambos, junto con embajador Henry Lane Wilson, decidieron aprehender al Presidente Francisco I. Madero y al Vicepresidente José María Pino Suárez.

Después de varios días de lucha en la Capital de la República, Victoriano Huerta traicionó al Presidente Madero, aprehendiéndolo junto a Pino Suárez; los defensores de la Ciudadela, se unieron al traidor mediante un pacto realizado en la Embajada de Estados Unidos, denominado El Pacto de la Embajada, que fue firmado también por el Embajador estadounidense.

Para el 19 de febrero (de 1913), el Congreso de la Unión, aceptó las renuncias de Madero y Pino Suárez, firmadas por éstos bajo coacción, y se nombró presidente Interino a Pedro Lascuráin, quien nombró Secretario de Gobernación a Huerta, y renunció 45 minutos después, para que éste asumiera el Poder Ejecutivo y diera apariencia de legalidad al golpe de Estado.

Las formalidades constitucionales se observaron impecablemente. Ni Madero ni Pino Suárez tuvieron la entereza de eludir la complicidad en la traición negando sus renuncias; ni la Cámara de Diputados donde había mayoría adicta a Madero, tuvo la gallardía de rehusar su aprobación a las renuncias. Todos colaboraron a colocar el puente por donde el traidor ingresó a la legalidad.

22 de febrero (1913), son asesinados Madero y Pino Suárez.

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