Cuando surge la televisión y se populariza el uso de este invento increíble, los poderes económicos y políticos supieron de su capacidad para influir en las creencias, opiniones y comportamientos de la población; y por ello, lo usaron para orientar y controlar a las multitudes. No es gratuito que la televisión sea una de las columnas vertebradoras de la sociedad de masas. El caso de la prensa escrita es distinto, siempre ha sido para informar o educar a las élites: los consumidores de periódicos y revistas son clases medias y altas educadas e insertadas en nodos claves de la conducción social, ya sea en universidades, gobiernos, empresas y organizaciones civiles. La radio también tiene su especificidad: es un medio de altísima penetración popular. Miles de hogares y trabajadores pueden realizar sus actividades mientras escuchan la radio. Pues bien, todos estos medios de comunicación tienen una característica común: son emisores. Hay un control estricto de los contenidos y se difunden de forma asimétrica. Por ello, la producción de contenidos y líneas editoriales son controlados por grupos localizados de poder.
Cuando llega la internet a la vida de la comunicación de masas cambió todo. Deja atrás el modelo de medio emisor y constituye la estructura nueva de la red que tiene nodos, pero no centros. Por tanto, se horizontaliza la comunicación: el que emite recibe y al revés y hacia abajo y hacia arriba y a los lados reproduce mensajes. Las ideas, imágenes y noticias son puestas en la red por los propios actores de las mismas. Recordamos cómo fue que en la segunda mitad de los años 90’s, el zapatismo logró enorme simpatía de todos los rincones del mundo y se llamó la ‘guerrilla virtual’ por la fuerza que tuvo por estos medios que saltaban todo cerco informativo de los medios emisores tradicionales y pasaban de la comunicación a la movilización gracias a la astucia para moverse en la internet. Así, la red se convirtió en una herramienta democratizadora explosiva y que terminó por hacer caer por tierra el poder central de los medios de masas tradicionales.
Más allá de leyes que regulen la actividad comunicativa de los medios, debemos visualizar las capacidades de control de los mismos. La novedad es que las redes sociales más populares tienen dueño, y como empresa, pueden decidir a quién le dan permiso de aparecer y a quién le desaparecen su cuenta. Muy otro es el ejemplo del a Wikipedia, que es público y colaborativo sin ningún ánimo de lucro. Si surge una red social popular con las características de la wiki, no hay forma que una poderosa empresa tenga el poder de censurar a nadie.
Sólo un límite tiene la democracia y la libertad de expresión: permite todas las opiniones, menos las que son autodestructivas. Esto es, las ideas que destruyen la libertad de las ideas, deben restringirse. El límite se marca con las prácticas o ideas que provocan la paradoja de la democracia: la posibilidad de acabar ‘democráticamente’ con la democracia. Por ejemplo, Hitler ganó democráticamente el poder que uso para destruir a la democracia. La única manera de evitar esa paradoja es prohibir la difusión de ideas que la provocan. Como es la legítima prohibición de organizaciones neonazis en Alemania. En otras palabras: la libertad de expresión debe permitir todas las ideas, menos las que provocan la paradoja que destruye dicha libertad. La cosa es que debemos contar con un control social de los medios y no un sospechoso control de Estado de esos medios. Los que promueven el control de Estado de la libertad, ocultan inconfesables intenciones autoritarias. Aguzados: no caigamos en sofismas autoritarios de embusteros con palabras dulces.